Manuel Del Valle (25) supo desde muy pequeño que quería ser cineasta. Le gustaba jugar, contar historias, e invitar a sus compañeros a ser parte de sus fantasías. Una vez, a sus trece años, hasta convenció al rector de una universidad para ocupar esa locación. “Creo que ya traía muy innata esta idea de colaborar con otras personas”, recuerda Del Valle. “Como que todos somos piezas de un rompecabezas, que si coordinas bien haces algo muy bonito”.
Su cortometraje El Triste (2019), fue el ganador en la categoría Mejor Corto, en el Festival de Cine de Santa Mónica el mes pasado, un reconocimiento que se suma al Festival de Cine de La Habana y otros certámenes. Este cuenta la historia de una marioneta, El Triste, y su profundo deseo por ser reconocido por sus otros compañeros. Del Valle lo describe como un cautionary tale, es decir, historias que cuentan un final triste, pero sugieren un camino posible. “Es algo así como un cuento hecho con marionetas que habla sobre la autoestima en la industria del entretenimiento, y en general, el querer ser mejor que los demás”, dice.
Sin diálogos, ni personajes de carne y hueso, esta ficción logra transmitir una profunda tristeza. El trabajo sonoro, la selección de los personajes, el set a pequeña escala y los colores desaturados contribuyen a crear este escenario triste y bello a la vez: “It’s cute, but kind of creepy’, me ha dicho mucha gente”.
De San Luis Potosí a Los Ángeles
Manuel Del Valle se fue en 2016, de San Luis Potosí, México, a estudiar cine al California College of the Arts en San Francisco. Cuenta que se juntaba con escultores, pintores, dibujantes y se empezó a enamorar de los procesos más orgánicos. “De crecer con el cine muy comercial, viendo películas de Hollywood, empecé a querer combinar medios y El Triste es un ejemplo perfecto de eso, de este interés por usar otras artes dentro del arte del cine de manera muy visceral y muy orgánica con las imperfecciones que vienen junto a ello”.
¿De dónde surge la idea de la trama? El miedo a ser rechazado, el miedo a no ser suficientemente bueno de acuerdo a las expectativas propias y de los demás…
“Siento que todo el mundo se puede identificar con ese miedo de no ser suficientemente bueno, con ese miedo de que puedes depender de los aplausos de la gente, que es algo muy común en nuestra industria y es algo que si no te cuidas y no te pones un escudo, puedes caer muy fácil, porque este es un medio que se alimenta de los premios y los aplausos. Es algo que obviamente te trae nuevas oportunidades, pero yo creo que nace de ese miedo, de qué tan verdadero puede ser mi arte y qué tanto me debo proteger para que no sea contagioso”.
Porque el final del corto es un final triste, ¿cierto?
«Sí, pues, es una marioneta que se rompe la cabeza para poder cantar y luego ya que puede cantar se da cuenta de que hay otra marioneta que toca mejor el piano, ahora qué toca, ¿romperse las manos? Habla de esta causa y efecto de sentir que alguien es mejor que tú en algo y siempre querer castigarte porque no eres esa persona. Habla de esta verdad que es dolorosa, pero muy liberadora, de saber que nunca vamos a ser suficientemente buenos. Las personas que admiramos, que están arriba, tienen las mismas inseguridades que nosotros, porque siempre hay alguien con más talento, y es algo que no necesariamente es negativo».
¿Cómo fue el proceso de elegir a las marionetas y la escenografía? Hay una atmósfera muy bonita en el corto.
«Algunas marionetas se modificaron y otras ya estaban hechas por Matt Scott y Cain Carías (este último es el creador del personaje El Triste, conocido como la marioneta más triste de Los Ángeles). Que fueran imperfectas era muy importante. Queríamos marionetas que se sintieran como decaídas desde su concepción. Y en la onda visual, en este proyecto en específico, quería que todo estuviera muy colorido, pero desaturado. Eso da una estética de que algo está en decadencia, de que algo está apagándose. Para mí los tonos azul claro, rojo, anaranjados, morados, me llamaron mucho la atención. El Joker (2019) nos inspiró mucho en el proceso».
Otra cosa es que no hay diálogo en el corto, tuviste que introducirte en su mundo, desde los brazos hasta los rostros, ¿cómo fue el proceso de grabar algo tan pequeño?
«Creo que el diseño sonoro fue algo que desde el inicio sabía que iba a ser clave. Yo colaboro mucho con Joel Arguelles y Cristian Giraud y desde el guion estábamos platicando sobre el sonido. Entonces yo sabía que si el sonido iba a ayudar aquí, visualmente me puedo estar tranquilo de que no se exprese la idea en el momento en set. La idea de que las marionetas tararean era una idea riesgosa, pero lo más riesgoso era tener los pies de los marionetistas exhibiéndose en el corto. Queríamos tener estos dos mundos: que si lo ves de cerca es muy íntimo y es muy personal entre los títeres, pero si lo ves más de lejos no es real».
Es como esa idea de que el mundo es mucho más grande de lo que conocemos…
«Claro, de lejos, esta historia no está pasando, son nada más personajes en hilos y eso alude un poquito a esta idea de que el éxito en la industria del entretenimiento o en general, de cerca sientes que la estás rompiendo, y de lejos, de la nada, te escapas de un mundo donde es una inmensidad gigantesca de talento.
La era del absurdismo
«Con un pie en México y otro en LA, Manuel se encuentra dedicado a su ópera prima, la que seguirá el mismo estilo de cautionary tale que sus trabajos anteriores. Dice que un buen ejemplo de este tipo de historias es The Banshees of Inisherin, “que trae esta onda como de cuento” o Pinocchio, la nueva película de Guillermo del Toro».
¿Te gustaría seguir explorando esos mundos más oscuros?
«Siento que ahora estamos explorando un poco el tema del absurdismo, ahorita con películas como Everything Everywhere All at Once, o, The Banshees of Inisherin o varias de las cosas que hace A24. Lamb, se me hace una película que es absurdista, como que agarra un concepto, que en su esencia es absurdo, pero que al mismo tiempo, le encuentra un mensaje muy profundo, esta es una de las cosas que más me está inspirando ahorita. Bardo lo hizo muy bien, la película de Iñarritu, me encanta a mí. Siento que más que cineastas, son movimientos y son movimientos que se repiten. Pero sí, me gusta mucho todo tipo de historias que en su concepción no funcionarían a menos que la dirección sea buena. Eso me inspira mucho. Creo que es por donde se está yendo el cine ahorita».