Palenque de San Basilio, ubicada en el norte de Colombia, era una ciudad desconocida antes de la llegada de Antonio Cervantes “Kid Pambelé”. En 1972, el joven boxeador, oriundo de esa ciudad, se convirtió en el primer campeón mundial de boxeo de Colombia y puso en el mapa a los habitantes de esa comunidad, que hasta entonces no tenían ni agua ni electricidad. Se sabe que un político incluso llegó a regalarles un televisor luego del título, cuando ni siquiera tenían cómo usar el aparato. El director colombiano Felipe Holguín (Salvador, La Cachera) cuenta que esta historia fue la que dio origen a La Suprema, la cinta que representó a su país en la carrera a los próximos Premios Oscar y que también fue seleccionada como una de las joyas del cine iberoamericano en 2024, según Rolling Stones en Español.
Tal como en el caso de San Basilio, la cinta de Holguín cuenta la historia de La Suprema, un pueblo real ubicado en el Caribe colombiano, cerca de María La Baja y Cartagena de Indias, que tiene serios problemas de infraestructura, pero una gran vida en comunidad. Cuando Laureana, la protagonista del filme –interpretada por Elizabeth Martínez–, se entera de que su tío, que también nació en el pueblo, va a competir por el título mundial de boxeo, intenta convencer a toda la comunidad para que hagan todo lo posible por ver la pelea. Esto implica reunir dinero, comprar un televisor, conseguir electricidad, y sobre todo, vencer las resistencias y dudas que tienen los propios habitantes del pueblo. Con un tono divertido y optimista, La Suprema destaca por la elocuencia de sus personajes y la autenticidad de la historia.
Muchas de las personas que vemos en pantalla, por ejemplo, son pobladores reales que decidieron formar parte de la película, luego de que Felipe Holguín y su equipo les presentaran la idea. Los ancianos que juegan dominó o las mujeres que van a lavar sus platos a la ciénaga se pueden ver todos los días en La Suprema, aunque el director recalcó que todo fue filmado en clave de ficción. “Cuando ellos se montaron en el barco, se volvió la historia de ellos. Nos fuimos una semana a vivir a La Suprema con ellos y ya ese último paso fue como meter la realidad de ellos en la ficción que teníamos. La ficción se volvió casi que un documental, de cierta manera. Pero sí se grabó a manera de ficción, hay un tema de trabajo de cámara y puesta en escena”.
La abuela de Laureana, en tanto, que también canta y da vida a la banda sonora de la película es interpretado por la reconocida cantautora de bullerengue, Pabla Flores, reconocida como “portadora de la herencia de los saberes del bullerengue tradicional de María La Baja”.
A continuación, compartimos un extracto de lo que fue la discusión de la película, tras un visionado en la Universidad de California, Los Ángeles.
¿Por qué fue tan importante para ti integrar a la gente de La Suprema?
“Ese es un approach que tenemos en Cumbia Films (la casa productora de Holguín) desde que empezamos en 2009, con un cortometraje y que también fue una comunidad. Era la historia de un niño que quería jugar fútbol, pero lo grabamos también en la periferia de Cartagena y nos marcó el camino de cómo hacer cine. No solamente el impacto que tiene en una pantalla, sino el proceso de hacer cine. Para nosotros es tan importante el proceso como el resultado. Lo tomamos muy en serio. Para mí es un tema de mucha responsabilidad, sobre todo viniendo de donde vengo, de Colombia. Las historias que nosotros contamos, cómo nos queremos ver como colombianos, de también el estigma… Yo crecí en los 90 y era aburrido ver que todo el tiempo Colombia, Pablo Escobar, es como, no, marica, no somos Pablo Escobar. Somos muchas otras cosas, entonces cómo nos contamos y cómo hacemos el cine. El cine es muy poderoso, sí es un arte y sí es entretenimiento, pero es una herramienta educativa también, de educar. Es muy poderoso el impacto que tiene el cine al momento de hacerlo también. Cambia vidas. Con La Suprema los invitamos en ese sentido y los tocamos, y ellos se sintieron partícipes, para ellos esta película es de ellos”.
¿Cómo fue que decidiste que Laureana fuera la protagonista?
“Uy, fue un proceso de muchos años. Esta historia la tengo desde el 2010, o sea, estuvimos 12 años pensando el proyecto, con ires y venires, con pausas y, al principio, el protagonista era más la comunidad. No había un solo individuo, era esta comunidad que se entera que va a haber una pelea de boxeo de un hijo del pueblo. Estaba el personaje de Laureana, los dos pelados, los viejos, la abuela, pero todos estaban como mezclados. En el proceso de escritura definimos que el protagonista iba a ser Efraín (personaje de Antonio Jiménez en la cinta) y durante muchas versiones del guion era él. Pero en la medida que fuimos avanzando este personaje de la niña rebelde empezó a resaltar cada vez más, porque nos dimos cuenta que era la que tenía más adversidades. Era una niña, adolescente, mujer, que tenía a su abuela y tá tá tá tá. Entonces, cuando dijimos, bueno, ¿y si le damos más protagonismo a esta chica? ¿qué quiere? Al inicio no había nada de que quería ser boxeadora. Y de repente se nos prendió el bombillo y ahí cogió mucha más fuerza. Hubo versiones de guion en que era como un co protagonismo con Efraín, pero después fue como que no, nos quedamos con ella y fue una buena decisión. Luego, ya cuando encontramos a Elizabeth Martínez, fue espectacular”.
¿Cómo reaccionó la gente de La Suprema cuando vio la película?
“Uf, lloraron, rieron, les dio pena. Pero al final se sintieron muy contentos con ellos mismos. Ese es uno de los mayores logros para mí. La película la estrenamos en Colombia, en el Festival de Cine de Cartagena, que es el festival más importante del país, y ese fue el estreno nacional y un día después de esa proyección fuimos a La Suprema a ponerles la película a ellos, en la misma plaza, de la misma forma que en la película ven la pelea. Entonces era increíble ver esa escena. Todos viendo la película y viendo a la otra comunidad ficcionada viendo la pelea de boxeo. Fue muy bonito, fue muy, muy, bonito y al final ellos, pues, súper contentos. Sí, lloramos, reímos todos, celebramos. Después nos enfiestamos ahí en La Suprema”.
Muchas personas tal vez no saben, pero en esa zona de Colombia ocurrieron hechos muy violentos, en los 90 y los 2000, y aunque en tu película la violencia está de alguna manera implícita en algunas escenas, nunca llega a concretarse. Lo que es muy refrescante de ver.
“Tuvimos una época en los 90, en los 2000 todavía, donde hubo muchas masacres en estas regiones.. En Mampuján hubo una masacre horrible, tremenda, y en la vereda de La Suprema todos son desplazados. La Suprema nace en el 2003, que es cuando empiezan a asentarse las primeras familias, todos desplazados por la violencia. Pero entonces sí, cómo nos contamos y es un poco hablar de nosotros como personas. Somos humanos y tenemos esperanzas y también somos buenos. Es como hablar de esa realidad, pero desde un aspecto esperanzador. Y el mensaje que queríamos dar desde la concepción de la historia es el de esta comunidad uniéndose por un mismo objetivo, como ‘si nos unimos, podemos hacer mejores cosas’. Porque además eso pasa mucho en el Caribe, en Cartagena, que la gente tiende a ser muy individualista. Ese mensaje era importante, cómo la unión hace la fuerza, y con esa misma premisa hicimos la película. Y creo que se nota el equipo compenetrado que tuvimos a la hora de hacerla”.
¿Fue una decisión consciente la de contar una historia de una comunidad afro colombiana?¿Pasa que también están marginados del debate?
“El caribe colombiano es un 98% afrocolombiano, entonces, más allá de si contamos la historia de una comunidad afro o no, lo que pasa es que el contexto nos lo pone ahí mismo. Palenque es totalmente afro, ellos son negros africanos, descendientes de los esclavos que tienen esa cultura y ese orgullo. Estábamos limitados a que fuera en esa región por el Fondo de Desarrollo Cinematográfico, que ganamos para relatos regionales, entonces teníamos que grabarlo dentro del departamento de Bolívar y es 98% afro sobre todo si te vas a la periferia. Pero si ves de todas maneras en la misma Suprema, hay distintas tonalidades de piel también. Es más la mixtura. Hay mucho mestizo, entonces, a mí si me preguntan si es una comunidad afrocolombiana, yo digo que más es una comunidad colombiana, es un pueblo colombiano. Así somos los colombianos, también somos esa mezcla. Pero da campo también para hablar de lo racializado y centralizado que está el país todavía. Somos un país muy desde Bogotá, desde el centro, y bueno, Cartagena también. Todavía está en épocas precoloniales y se siente todos los días el racismo que hay en la ciudad y seguramente desde la capital, desde un gobierno tan central se siente ese abandono también. Pero sí, hay temas delicados ahí con por qué estamos abandonados. Pero no es solo de los afros, pasa en otras comunidades, las comunidades indígenas…”.
¿Cuáles fueron los principales desafíos en términos de producción?
“Cuando ya tenía al elenco confirmado sabía que una cosa en la que no podía equivocarme era en el casting, tener a los personajes adecuados y no podía equivocarme tampoco en que llegaran preparados, sabiendo que no estaba buscando yo solamente actores profesionales, sino también personas normales, como los señores del dominó, los dos jóvenes. Es una mezcla. Entonces, yo sabía que necesitaba trabajar con un acting coach para que me los nivelara a todos. Juan Pablo Félix tiene un método muy bueno, que es trabajar sobre las premisas. No trabajar sobre diálogos y el papel. Entonces, él reúne a los actores y empieza a contarles ‘vamos a trabajar sobre esto’, y en repetición y repetición y repetición ellos se van aprendiendo lo que tienen que hacer. Durante un mes de preparación, llegamos al día uno al rodaje y ellos tenían muy metido en su cabeza de qué se trataba cada escena. Tuvimos un día antes del rodaje una lectura grupal y por primera vez les pusimos el guion al frente a cada uno, y fue súper bonito, porque a medida que iban leyendo uno iba viendo las caras de ellos como iban haciendo ‘ah’. Digamos que improvisación hubo, pero desde la preproducción”.
¡La siguiente pregunta contiene spoilers!
¿Alguna vez pensaste en mostrar la pelea en la película y tener el momento de júbilo de la gente? O sea, que la tele no se cayera…
“Ahí tocaste un punto en el que hubo mucha discusión, porque claro, era como que hemos estado construyendo todo esto para que ellos puedan ver la pelea y les vamos a tirar el televisor, ¿en serio? Mucha gente nos decía, ‘no, no sea tan hijoeputa, cómo van a hacer esto’. Pero después hablándolo con Andy (Andrés Sierra), mi amigo con el que escribí este guion, fue como no, lo que pasa es que esto no se trata de la pelea de boxeo. Entonces, el televisor se tiene que caer para que ellos se den cuenta que no es sobre eso. Porque si ven la pelea y la terminan de ver no hay como ese momento de frustración, de ‘no va a pasar nada, se cayó el televisor y ahora qué’. Entonces es un momento que a la gente no le gusta, hay opiniones encontradas, pero dice justamente eso… No es sobre la pelea de boxeo. Es la pelea que está afuera de ese televisor, es la pelea de ellos, de ellos contra el olvido, de ser visibles y que nos vean”.
Para terminar, ¿puedes contarnos un poquito, Felipe, del estado del cine colombiano?
“No estamos haciendo tantas películas como antes de pandemia. La pandemia nos pateó mucho, creo que a todos los países, pero en Colombia veníamos en un muy buen momento. El cine colombiano está en un buen momento, en general. Se están contando muchas historias y hay nuevos narradores, hay directores y directoras muy tesas, y digamos que afuera se puede sentir. Cuando sales a distintos festivales me he dado cuenta que la industria cinematográfica global nos tiene en un muy buen lugar, como que el cine colombiano, guau. Y uno mira y sí, todos los años hay una o dos películas, una, dos o tres, que están peleando y están yendo a todos los festivales y están ganando cosas. Entonces, hay un muy buen nivel. Desde la Ley del cine, del 2003, el cine colombiano empieza realmente a tener una industria y a ser una opción para los que queríamos hacer cine. Falta mucho trecho todavía. Lo que nos hace falta es audiencia, que los colombianos creamos en las historias nuestras y que le apostemos a ver una película colombiana por encima de una película de Hollywood. Y es muy duro. De todos modos, el fondo del cine colombiano se quedó sin fondo porque no hay suficiente afluencia de público, incluso para ver películas de Hollywood. La gente no está yendo mucho al cine. Pero en términos de historias y de creadores y narradores y técnicos, sonidistas, Colombia está en un nivel brutal. Un nivel Hollywood, entonces está en un buen momento pienso yo”.