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The White Lotus: En el amor todo es empezar

El argumento es casi el mismo de la entrega anterior: familias gringas y cuicas, casi siempre progresistas, que buscan escapar de su exitista y exitoso cotidiano en hoteles de mil estrellas construidos en paisajes tan clichés como aislados: Hawaii en la temporada pasada, Sicilia en esta. Siempre islas, ambas llenas de referencias culturales que permiten ir llenando los vacíos de una serie que apuesta por incomodar, por no entregar respuestas: desde Elvis a Lilo & Stitch en el primer caso, hasta El Padrino, Los Soprano y el lujo de la costa amalfitana en el segundo.

Una muerte en el primer capítulo. Una serie sobre los gringos queriendo ser otros, aunque sea un ratito, antes de tomar el avión de vuelta. En siete capítulos, la serie refuerza su apuesta por el cinismo, la polisemia, la contraposición de clases entre empleados del hotel y locales versus visitantes acaudalados. Muchas veces las series sienten la necesidad de renovarse radicalmente. En el caso de The White Lotus, como la obra de un autor obsesivo, su creador, Mike White, sigue desarrollando los mismos temas, buscando la maestría en la práctica. No apretando las mismas teclas, sino dejándose llevar por las ramas de los naranjos sicilianos.

1 Si en la primera temporada la masculinidad frágil era tratada desde la mirada de un padre en plena crisis de la mediana edad, sabedor de ser menos exitoso que su mujer, y un hijo masturbador compulsivo, acá se configura un duelo de zorrones que todo el tiempo se desafían por ver quién tiene más dinero, quién tiene la mejor mujer. Podría ocupar una frase muy chilena y explicativa, pero no lo haré. Un juego performático que dialoga con las máscaras huecas que adornan las habitaciones del hotel y con aquellos palacios majestuosos que, como huevos de pascua, son huecos por dentro, escondiendo una fragilidad monumental detrás de fachadas barrocas imponentes. Esa masculinidad frágil de la que Ethan intenta escapar, corriendo por las mañanas, antes de que la ciudad despierte y de que sus fantasmas lo alcancen. Tan fuera de sí está, tan frustrado, que escapa de su mujer, la talentosísima Aubrey Plaza -que se lleva el peso de la serie haciéndose cargo de múltiples temas, como el tema racial, tan presente en la primera temporada, acá de manera más sutil- para llegar a masturbarse viendo porno, incapaz de sentir atracción por su pareja, que lo desafía constantemente, haciendo manifiestas sus contradicciones de nuevo rico.

2 Las relecturas, por cierto, son abundantes. Por un lado, la leyenda de la testa di moro y de las óperas a las que asisten. Pero me detengo en el debate sobre El Padrino. En un diálogo enorme, los di Grasso y Portia almuerzan en una mesa situada en el patio donde, supuestamente, se grabó la escena donde Apollonia muere en un coche bomba y Michael Corleone termina de llenarse de rencor. En el encuadre, de fondo, hay un auto que simula ser el de Apollonia, representada por un decadente maniquí. Mientras Bert (el abuelo) y Dominic (el padre), defienden la película, Albie (el nieto), intenta una crítica woke de la película, pasada a Stanford, intentando engrupirse a Portia. La verdadera pregunta es, ¿cómo siguen viendo los italoamericanos estas representaciones? La última, que dio vuelta todo, fue El Padrino pero luego, ¿qué viene? Un gran gesto es que el padre es interpretado por Michael Imperioli, el mítico sobrino de Tony Soprano, cuyo sueño era dedicarse a escribir y producir películas en Hollywood. ¿Cuál es su profesión en esta temporada de The White Lotus? Millonario productor de cine italoamericano. Sueño cumplido.

3 En este punto no me detendré, porque no termino de extraer todo su significado, menos de llegar a una conclusión. Las escenas de sexo, entre heterosexuales, son oscuras, desesperadas, no se alcanza a distinguir mucho, como si tanto ellos como nosotros estuvieran conscientes del pecado que están cometiendo. En el caso de las relaciones homosexuales, en tanto, aparece la luz: así sucede con Valentina y Mía, y también con Quentin y su “sobrino” Jack. Uno podría pensar que son moralmente distintas, pero no: ambas responden a intercambios, en los dos hay una transacción.

Otra relectura que me pareció interesante fue la de los personajes de Lila y Lenu de la saga Dos amigas de Elena Ferrante. Representadas por Lucía y Mía. Una morena, la otra rubia, igual que las amigas de la saga napolitana, son dos jóvenes del sur de Italia que se buscan la vida. Una más pragmática Lucía/Lila y otra más soñadora y con vocación artística Mía/Elena. Un homenaje que funciona y que, sin necesidad de explicarnos mucho, nos entrega las claves para entender su dinámica, aunque sin tanta competencia como en La amiga estupenda. Y si no me creen, revisen con calma el cuarto capítulo, donde nos enteramos de que el apellido de Luca es, precisamente, Greco, al igual que la protagonista de la saga de Ferrante.

4 Otro acierto de la serie es cómo pone en tensión las distintas dinámicas de poder que suceden a lo largo de los capítulos. Por un lado, Tanya y Portia, quien es casi una esclava moderna. Lo mismo con el dilema de las prostitutas. ¿Y la relación entre Ethan y Cameron? En el caso de Ethan y su esposa Daphne, ¿quién tiene realmente el control? The White Lotus complejiza y cuestiona estas estructuras de poder, inmiscuyéndose y entrando en áreas grises cuyos dilemas resolvemos desde nuestro punto de vista, desde nuestro lugar de enunciación. El infierno son los otros, decía Sartre. Seguro que Portia piensa lo mismo. Y Harper. Y Valentina. Y ustedes.

5 Valentina, mi heroína. Tal vez sea Lucía el personaje más importante, que moviliza y libera al resto de las mujeres. Pero en un entorno de sálvese quién pueda brutal, neoliberal al extremo, donde todos buscan réditos y configuran sus relaciones intentando obtener ganancias (como el insoportable Cameron), Valentina asoma como aquella que solo quiere hacer bien su trabajo y que las cosas funcionen, guiándose por sentimientos puros. La escena de su liberación es, quizás, la más bella de toda la temporada. Una mujer contenida que, ayudada por Mía, logra empezar a ser quien siempre quiso ser. Porque como dice la canción de los Stones:

You can’t always get what you want.

But if you try sometimes, well, you just might find

You get what you need.

Esa liberación nos permite, por un momento, creer que uno de los personajes podrá estar bien, que tendrá una vida mejor más allá del hotel. Quizás, al aceptar la transacción que le propone Mía, termina entendiendo el juego y convirtiéndose en una más. Quiero pensar, desde mi aún existente fe en el ser humano, que no será su caso.

Podría seguir con Valentina y el triunfo, por fin, de los locales. Las elecciones precisas de vestuario, que dan para un ensayo aparte, sobre todo las excelentes y horrorosas pintas de Portia. Pero prefiero no continuar buscando significados en una serie cuya dimensión moral profunda, trágica y compleja, cuestionadora de convenciones sociales pero sin afanes pedagógicos, tiene que ser leída por cada uno desde sus propios esquemas. Déjense llevar y acepten la invitación a quedarse, por una semana, en The White Lotus (disponible en HBO).

Crédito foto: Fabio Lovino / HBO

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