A un mes de su estreno, Denominación de Origen se ha convertido en un fenómeno en Chile. Desde el Presidente de la República hasta los gremios de longaniza, desde los medios regionales hasta la televisión, cientos de personas han hecho eco de su historia, que pone lo chileno en el centro. Es que a diferencia de otras cintas, esta abraza el error y «la grasita del pernil», como lo define su director: “El cine chileno siempre quiere ser europeo, quiere ser gringo y esta película mira muy hacia adentro”.
Tenemos 20 minutos para conversar con Tomás Alzamora y se hace muy difícil decidir qué preguntarle. En las últimas semanas, el director de 35 años, oriundo de San Carlos y fan de la longaniza sancarlina, ha aparecido en programas de televisión, de radio y portales digitales hablando de su película Denominación de Origen. Es que desde su estreno a fines de abril, el filme se ha convertido en una verdadera revolución: Más de 43.000 personas ya han visto la película y algunos ya presagian que podría convertirse en la cinta chilena más vista del año.
Para su director, no hay un solo elemento que explique su éxito, pero si tuviera que ponerse a conjeturar diría que es su frescura, la forma en que está grabada, lo poco pretenciosa, lo popular y que sus personajes se sientan más reales que artificiosos. En esta entrevista con entrance, el director comparte algunos detalles de la historia, así como por qué decidió que sus personajes tuvieran el destino que tienen.
Hola Tomás, muchísimas gracias por conectarte con nosotros unos minutos. Quería preguntarte para empezar, ¿por qué crees que la película ha conectado tanto con la audiencia? En uno de tus posts de redes dice que esto es “cine a la chilena”, ¿te parece que hacía falta representar ciertos personajes o historias en nuestro cine?
“A ver, no fue consciente. No fue como ‘hagamos una película para suplir algo’, más bien fue un juego, una diversión, (la hicimos) tratando de estar contentos y cómodos y felices y disfrutando el presente. Yo hice La mentirita blanca (en 2017) y quedé un poquito agotado del tecnicismo del cine, como del plano contraplano, de la luz, el tiempo de montaje, entonces dije ‘no sé si esto me acomoda tanto’, y quise buscar una forma distinta, donde yo pudiera estar cómodo y pasarlo bien y estar más cerca de la gente, entonces, la película nace desde ahí, como de reencantarse con la manera de hacer cine”.
Y así surgió Denominación de Origen…
“Ahí salió este experimento, porque tampoco teníamos muy claro cómo iba a terminar esta película. No lo sabíamos muy bien. Entonces, no era tan consciente esto de hacer un cine chileno (distinto), lo que sí tenía era ganas de estar más cerca de la gente y creo que por eso ha conectado mucho, porque es una película muy cercana y creada por la gente también. Esto fue un proceso colectivo, es decir, yo escribí un guion durante varios años, pero después lo actores y actrices no tuvieron acceso al guion. Yo les pongo los dispositivos y ellos terminan de crear sus propios diálogos, sus formas de expresión, los personajes son creados por ellos mismos. Yo no los inventé. La Lucha es dirigenta social, ella se escribió a sí misma durante más de 40 años, tío Lelo también, DJ Fuego también, el abogado también, pero no sé si hay un elemento en particular que haga conectar”.
Está pendiente hacer ese análisis…
“Todavía no lo tengo muy claro, pero veo que hay varios factores. La forma en cómo se filma, que es muy cercana, es desordenada, es lúdica, el humor que tiene, los personajes que son impresionantes y una historia con un tema también muy chileno, que pareciera que no estaba tan visto en el cine: esto de lo popular… Yo siempre digo que no nos enorgullece tanto la empanada de pino. El chileno es medio aspiracional, siempre está mirando para afuera, el cine chileno quiere ser europeo, quiere ser gringo, pero hay muy pocas variantes que digan ‘hagamos una empanada de pino y pongámosla en valor, pongámosle que sea la reina’. Siempre estamos medio mirando pa’ afuera y esta película es todo lo contrario. Mira muy hacia adentro, abraza el error, abraza la grasita del pernil. Hay muchos componentes que se podrían analizar. Creo que no existe uno”.
El origen de la historia
Denominación de Origen sigue la historia del Movimiento Social por la Longaniza de San Carlos (MSPLSC), un colectivo de vecinos que busca obtener la denominación de origen de sus longanizas y vengar el título arrebatado por Chillán en un concurso, por ser los mejores productores del país. Este hecho, que realmente ocurrió en 2018, fue uno de los puntos de partida de la historia, que mezcla algunos elementos de ficción con la realidad. Luisa Barrientos, por ejemplo, es una dirigenta social de la Población Montedonico, ubicada en Valparaíso, y el tío Lelo es un vecino real de San Carlos que participó en el casting convocado por Tomás, que reunió hasta 200 personas.
Pero eso no es todo. En el podcast de Hermes El Sabio, Flimcast, el director también contó que la política regional y lo precario de ese mundo fue otro elemento que llamó su atención, y que luego se hizo más evidente como motivo con el frustrado proceso constituyente de 2019. “Para mí fue heavy el tema del apruebo y el rechazo, me influyó mucho y esta película igual es como una sanación de cierta manera”, le dijo a ellos.
Advertencia, las siguientes preguntas contienen algunos spoilers.
Algo que me llamó la atención es que al igual que en la película Historia y Geografía, de Bernardo Quesney, que también es cómica, los personajes fracasan en su cometido. ¿Hay un cierto pesimismo en esa decisión sobre la sociedad chilena? ¿Alguna vez pensaste que en tu cinta que ganara el Apruebo?
“Lo soñé, pero era imposible… para mí el cine es como registrar momentos y esta película para mí es un duelo. Fue muy potente todo lo que pasó (durante el proceso constituyente), yo quería irme de Chile, entonces no era posible hacerse el loco y creo que en eso coincidimos con Bernardo, que trabajamos juntos y todo y que Chile es una tragedia. Pero yo igual estoy convencido, que lo arroja un poco la película en su final, que en el fondo igual somos hermosos y que todavía hay buenas personas, pero esos sentimientos están muy, muy abajo. Medio escondidos por este sistema macabro que no te deja respirar, cachái. Te levantai a las 8 de la mañana y tení que empezar a nadar, pa’ sacar la cabeza y respirar fuera del agua, y llegai a la casa y no hay tiempo para la vida. Es todo caro, nadie te protege, tení que pagar todo y que sobreviva el más fuerte».
La película es como un espejo de Chile…
“A pesar de que esa es nuestra realidad, ese es nuestro Chile, que esta película es un espejo de Chile igual, al final el mensaje de la peli es ‘sigamos, tratemos a pesar de que estemos en lo más bajo, que nos hayan dicho que no y hayamos fracasado durante un proceso de 3, 4 años, hay que seguir, hay que seguir haciendo museos, hay que seguir levantando escuelas, aunque seai uno, sean dos, sean tres, con los que estén. Y no abandonar, porque en un momento yo pensé también en irme del país”.
¿Cómo ha cambiado tu percepción del país con el recibimiento que ha tenido la película?
“Después de esto, ya lo superé y de manera positiva. Estoy haciendo el museo de Los Ángeles Negros, por ejemplo, y sigo metiéndole, porque pasa todo el rato. Si esta cuestión, uno dice ya la película le va bien, pero estoy todo el rato recibiendo rechazos de festivales, de cuestiones. Si te contara la cantidad de festivales que han rechazado la película, pero hay que seguir no más. Con el espíritu positivo, ya no me voy ni cantando de este país y hay que empujarlo con los que vengan, con los que estén y desde el amor, desde el cariño porque yo también hice mi autocrítica con esto del apruebo y el rechazo y fuimos súper… Es un poco como la película, yo era media Lucha”.
Como cuando ella se pone a gritarle a los vecinos. Es genial esa escena, porque surgen temores bien chilenos, como de pensar que esto no me conviene, o de querer quedarse en una zona de confort en lugar de salir y mirar más allá de Chillán, ¿podrías contarnos un poco más de esa escena?
“Hay miedo y es el apruebo y el rechazo po, la desinformación. La gente no logra entender y tal cual, si esto es una metáfora de nuestro proceso constituyente. Que creen que te van a quitar las casas, que te van a comer, que los comunistas, que se va a llenar de no sé qué, es pura desinformación y al final la gente por miedo, rechaza. Y también por individualismo, porque nadie quiere soltar un poquito de su billetera. O sea, el proyecto lindo, lindo, lindo, y a mí me pasa también. De repente te piden la cuota, y todos pa’ atrás. ‘No, bacán, vamos a limpiar el edificio, vamos a hacer proyectos’, yo aquí dirijo mi comunidad y les pedí la plata para hacer aseo y tiritan todos, entonces es un poco eso”.
Son muchos los elementos con los que uno se puede identificar.
“Al final, es identificarse con algo, verse reflejados, conectar con el humor, la alegría, con los fracasos, con el seguir. La gente se ha identificado mucho y efectivamente acá en Chile han habido muchos casos que en la puerta del horno, se quemó el pan y nos pasó”.
Y la comedia, ¿siempre quisiste que fuera una película cómica o fue surgiendo en el proceso?
“La comedia es como mi lenguaje. Tampoco es tan consciente. Es la forma como miramos el mundo. Esto, si tú lo ves, es un drama también, o sea, esto de que te quiten el premio, a una comunidad, es dramático igual, pero tenemos una mirada igual siempre desde el amor, desde el cariño, desde la risa, la chacota, aunque a nosotros nos pasa… Aunque nos esté quedando la embarrada en la productora o en algún proyecto, nos estamos riendo, cachái, creo que es nuestro mecanismo, nuestra forma de enfrentar los problemas, igual no es que sea pura chacota, pero lo enfrentamos de una manera linda».
O sea que los chistes se dieron de manera espontánea.
“Sí, la gran mayoría son espontáneos, del proceso documental de filmar y filmar y del delirio y de esta creación colectiva y de buscar material. Esta película tiene un humor bien especial que es como “humor de error”, podríamos llamarlo, donde dejamos todos esos errores, pero que son bellísimos: la persona que tartamudea, la cámara mal puesta, la interrupción del teléfono y que es muy chileno y muy cotidiano. No es forzado. Es la realidad, pero en el cine da la impresión de que no hay lugar para eso. Quizás es otro motivo por el que la gente conecta, porque ve algo fresco, distinto, porque el cine tiene mucha pretensión, tiene unos códigos de repente muy estrictos y los errores no son muy bien abrazados y a mí me parecen bellísimos. Creo que los errores ni el mejor creativo los podría escribir”.
¿Te gustaría que esos fueran los elementos distintivos de tu carrera como cineasta? Lo colectivo, sin buscar la perfección técnica, más lúdico…
“Me encanta esa senda, pero también estoy súper consciente de que no hay que forzar las cosas. Vuelvo a como empecé a hacer esta película. Solamente quiero estar bien, quiero estar feliz en el día a día, disfrutar, entonces si al proyecto en el que esté inmerso le hace sentido ese lenguaje, sí, por qué no hacerlo de esa manera. Si me preguntas, me encantaría hacer puras películas así, pero a veces las historias necesitan otras formas y en ese sentido, como más allá de llevar a cabo o ser radical en decir ‘quiero que sea así, yo estoy al servicio de las historias, creo que eso es más importante”.