Hay dos elementos que motivan a Francisco Reyes (68) a aceptar un papel: el personaje y las posibilidades actorales que este ofrece y, en segundo lugar la aventura. Por eso cuando la directora mexicana Lorena Padilla le ofreció el personaje de Martínez se entusiasmó inmediatamente. Ella había visto su actuación en Una mujer fantástica (Sebastián Lelio) y le pareció que era la persona que andaba buscando para interpretar a este personaje: un hombre en sus 60 y tantos años, malhumorado y rígido, pero que poco a poco va descubriendo sus propias ganas de vivir. “Es el sueño de todo actor, cierto”, comenta Reyes desde su casa en Santiago. “Que un realizador o realizadora vea tu trabajo y te invite a participar”.
Luego de varios contratiempos, decidieron grabar en noviembre del 2020, en medio de estrictos protocolos sanitarios. Francisco Reyes se fue a quedar cinco semanas en Guadalajara, sin claridad respecto al devenir de la pandemia. Allí, en una ciudad que no conocía, encerrado en su departamento y con el temor de contagiarse de Covid, conoció a sus compañeros de elenco, Humberto Busto (Pablo) y Martha Claudia Morena (Conchita) por primera vez desde el balcón: “Nos pasábamos los textos de un balcón a otro porque no podíamos juntarnos”, cuenta.
Martínez es un empleado de la administración pública de Guadalajara, soltero, adicto al trabajo, que ante la llegada de un nuevo compañero se ve forzado a pensar en su retiro. Una historia que está inspirada en el padre de la directora y que indaga en los conflictos asociados al arquetipo de la soledad. Usando el humor y un tono melancólico en sus locaciones y tomas, el filme explora la posibilidad de renacer, utilizando la ficción del amor. “Hay una frase muy linda que se fue repitiendo durante la exhibición en Guadalajara, que mucha gente decía yo también soy Martínez”, cuenta. En esta entrevista nos comparte detalles del filme y lo que significa actuar en esta etapa de su vida.
¿Cómo fue el proceso de preparación para encarnar a Martínez? ¿Hay algo del personaje en tu propia historia de vida o en la de tu generación a la que hayas podido echar mano?
«El proceso creativo de los actores siempre es un poco de afuera y mucho de adentro. Un poco de la vida prestada a la cual se te está invitando y mucho de la vida personal y de las experiencias personales. Por eso coincide que mientras más viejo un actor, mejor es. No solamente en edad, sino que de repente hay cabros de 25 años que son tremendamente viejos en existencia y que funcionan muy bien como actores. Es importante la experiencia, el haber sentido una parte importante de tiempo de vida y tenerla atesorada en la memoria y en el cuerpo. Martínez y Francisco Reyes coinciden más o menos en edad, por lo tanto, coinciden en el peso del tiempo sobre su mente, su alma y su cuerpo. Ahí hay una coincidencia, por tanto, yo tengo muchos elementos que prestarle a Martínez desde mi existencia y luego el resto de la construcción se hace a partir de muchas conversaciones con Lorena. Originalmente este proyecto parte de una necesidad de ella como realizadora de poner en escena a su padre, por eso las conversaciones con ella respecto de su padre fueron muy prolongadas e intensas, sobre detalles, formas de ser, actitudes, formas de reaccionar frente a distintos estímulos, etcétera. Y bueno, en técnicas actorales yo me formé en Stanislavski, pero luego tuve la posibilidad de trabajar en la metodología de Mijaíl Chéjov, que era el discípulo más afamado de Stanislavski, pero que le da una vuelta de tuerca a ese método. Más que un método de observación del entorno y los personajes para poder llevarlos a ti, Chéjov hace una combinación entre eso y el sentir de cada uno de los actores, de experiencias íntimas. Entonces hay algo que tiene que ver con el goce en la forma de actuar, y yo un poco estoy en esa en este momento. Yo quiero gozar la actuación más que hacer un un constructo intelectual de cada uno de los personajes. Hay algo en el goce que tiene que ver con el tiempo etario que estoy viviendo. A esta altura de la vida uno solo quiere gozar. Es muy interesante eso, y bueno Martínez también quiere gozar».
Eso te iba a decir que es interesante, porque Martínez tiene que descubrir y aprender cómo gozar.
«Completamente. Estaba casado dentro de una estructura o constructo que hizo de sí mismo para poder sobrevivir, no sé, por toda su historia, por sus miedos, por lo que sea. Pero sucede que a partir de un accidente, que es la muerte de la vecina del edificio que le entrega este regalo, una mujer que también era sola pero que sabía gozar su soledad, Martínez recoge sus cosas que son lanzadas a la basura y encuentra su diario de vida. A través de esa literatura Martínez empieza a abrir los ojos y empieza a conectarse con la ciudad, con Guadalajara mismo que está muy, muy sutil y lindamente representada en la película. Bueno y a mirar a sus compañeros y sus compañeras de trabajo, y empiezan a pasarle cosas. Empieza a vivir. Es bonita esa metáfora de empezar a vivir, a renacer de la mano de una mujer muerta».
Claro, es a partir de esta relación ficticia con Amalia que él empieza a cambiar. Pero yo también pienso que es sobre todo Pablo, el nuevo compañero de trabajo, quien lo hace cambiar. ¿Cuál es tu interpretación de esa relación? ¿Cómo lo ves?
«Yo diría que los tres personajes de alguna forma son Martínez. Los tres personajes estructuran o terminan de estructurar el arquetipo de la soledad. Cada uno con su forma de actuar en el mundo, con sus inputs y sus fuerzas. Obviamente la llegada de Pablo desencadena en Martínez el fin de algo, lo precipita hacia la resolución de la película y son esos dos hechos, la aparición de Pablo y el descubrimiento de Amalia los que a Martínez lo precipitan hacia el despertar por llamarlo de alguna forma o hacia el renacer. Lo interesante es que Pablo también está equivocado en su búsqueda. También está viviendo un amor ficticio, de otra manera, pero también tiene un constructo de la búsqueda de la compañía para vencer la soledad que es irreal. Entonces ahí se encuentran porque son parte del mismo arquetipo. Ahí se encuentran y lo que le aporta Pablo a Martínez es el sentido del humor, es el goce de la vida porque Pablo sí goza más la vida. A pesar de que construye una fantasía está más vivo que Martínez».
Como que se permite jugar
«Claro, y tienen esta escena del karaoke que es bien interesante en ese sentido, de cómo se unen esas almas, cómo Martínez da un paso gigante respecto de su personalidad en ese momento».
De hecho en esa escena en que la música es tan protagonista me recordó un poco a la película Gloria de Sebastián Lelio en donde al final la música es súper protagonista con la Paulina García. Y las películas tiene varias similitudes, mujer, hombre, en una edad similar
«Hay algo raro. Rául Ruiz, el director chileno muy conocido mundialmente que falleció hace un tiempo atrás, él hablaba siempre de las sincronías, de situaciones que suceden en una parte y otra del mundo al mismo tiempo. Es como el mundo de los hongos. Está todo conectado de alguna forma. Yo acabo de estrenar otra película en Santiago que se hizo exactamente un año después de Martínez. Se estrenó recién aquí en Santiago, que se llama El vacío que es de Gustavo Graef Marino y hay una escena, que es hecha de distinta forma evidentemente, pero que en contenido es exactamente igual a una escena de Martínez. Que es la escena cuando él empieza a recoger todas las cosas y a tirarlas dentro de una bolsa de basura. Exactamente esa escena está en esta otra película El vacío, curiosamente, me entiendes».
¿Crees que tiene que ver con reflejar más historias de esa edad?
«Creo que tiene que ver con las pulsaciones que estamos viviendo en estos tiempos, que obviamente es semejante lo que pasa en México, en Chile, lo que pasa en cualquier parte del mundo y que los realizadores de alguna forma, como buenos realizadores y artistas, sienten y lo llevan a una expresión artística, digamos, pero es muy curioso. Yo no me acordaba de eso y cuando vi la película en el estreno dije guau es una escena igual a la que hice hace varios años con Martínez. Bueno, yo creo que hay coincidencias siempre».
Otra cosa que llama la atención de Martínez es su acento, porque no es chileno, ni mexicano. ¿Por qué dieron con ese acento tan particular?
«El asunto del acento no fue un tema. Yo lo planteé al principio. Pregunté ‘quieren que hable mexicano o que hable chileno’. ‘No tiene ninguna importancia’, me dijeron. Eres un chileno que vive aquí desde hace mucho tiempo y así se asume. Era interesante que fuera un extranjero, porque Martínez es un extranjero existencialmente hablando, en ese Guadalajara también es alguien que no encaja con esa cultura ni con esa ciudad ni con nada. Entonces le daba un toque más de extrañeza que fuera extranjero. Chileno en particular, no lo sé. Lo que sí me pareció es que, sin que fuera una gran preocupación, estando 30 años en México, obviamente, había ciertos tonos o modismos que él podía tocar y que debería tocar porque está viviendo ahí, digamos. Entonces, en algunas escenas un poco más que en otras se sienten algunos tonos que son medio mexicanos, pero no necesariamente mexicanos, pero sí más cercano. No habla chileno y tampoco habla mexicano. Habla una cosa medio rara ahí entre medio de ambos y eso creo que era suficiente para darle cierta realidad».
En la película hay también muchas escenas en que Pablo y los compañeros hablan prácticamente solos. Martínez no responde o lo hace con gestos o silencios, ¿tuviste que hacer mucho trabajo de movimiento corporal o gestual?
«Hay dos cosas ahí. En las entrevista que hemos tenido la oportunidad de estar juntos y lo que yo he podido escuchar a Lorena es que ella trabaja en general con cámaras bastante fijas. En general le gusta poner la cámara frente al personaje y dejar que el personaje o que el actor actúe. Ella dice que en general a los actores no los dejan actuar. Por eso en muchas veces la escena ya había terminado, pero ella no cortaba. Dejaba que siguiera sucediendo a nivel gestual o en el silencio, o a veces aparecían textos nuevos. Entonces esa forma de trabajar que ella probablemente descubrió con nosotros, porque estaba fascinaba con la relación que tenía Martínez con Conchita, Martínez con Pablo o entre ellos tres, que se quedaba con la cámara pegada esperando que nosotros termináramos. Entonces, muchos de esos silencios tienen que ver con eso. Hay silencios que están escritos, que Martínez no contesta porque no sabe qué contestar. Él no soporta que alguien entre en su constructo, que es un constructo de vida muy rígido, que se hizo para soportar la vida y sentirse protegido. Claramente uno se va dando cuenta que vivir así es un error o no es la mejor decisión».
¿Y crees que al final Martínez tiene un final feliz o triste? Porque las personas en el cine estaban conmovidas igual, como que deja algo medio triste también.
«Bueno, Martínez tiene ese tono, de la tristeza, de la nostalgia, y la intención de Lorena, por lo que trabajamos, era… bueno, de partida no es una película ideológica. No es una película de tesis. Es una película de situaciones aparentemente súper cotidianas, perfectamente reconocibles, si bien Martínez tiene un poco de TOC y otras cosas, pero bueno, todo el mundo tiene TOC y otras cosas, entonces a ella le interesaba mantener esa línea aparentemente plana, por decirlo de alguna forma, en la acción. Pero dentro de esa ‘planitud’ poder ir escarbando distintas capas y capas de profundidad en cada uno de los personajes. Entonces, no era la idea terminar con un final más épico o más resolutivo en realidad, pero sin embargo está. Sin embargo, hay una resolución. Martínez deja su trabajo. Vamos a hacer spoilers aquí, pero hay una transformación que evidentemente… o sea, gana la vida finalmente. La otra posibilidad era acabar, destruirse, terminar muerto igual o con un constructo insatisfactorio».
Pero lo que es conmovedor, yo creo es que él termina aceptando su soledad. Ya no va a tener su trabajo y va a estar solo en la vida, y eso genera un sentimiento emotivo a la vez.
«Sí, exacto. Eso es muy interesante como concepto, porque la soledad no tiene nada de malo. La soledad no tiene por qué ser angustiosa y puede ser perfectamente virtuosa. Lo interesante es cómo uno vive esa soledad y la mejor forma de vivir esa soledad, y me da la impresión de que es también la idea de Lorena, es vivirla en contacto con uno mismo, en relación con uno mismo. O sea, nada de lo externo te sirve realmente para llevar bien la soledad. No es comprándose un auto que uno se va a hacer más feliz. O sea, Martínez, antes de abrir los ojos al mundo, antes de abrir los ojos a sus compañeros y compañeras, antes de abrir los ojos a la ciudad, estaba solo. Eso es angustiante. Pero la soledad no necesariamente, entonces la película es eso también».
Y para ti Francisco, ¿qué significa ser actor en esta etapa de tu vida?
«Alucinante. Yo estoy más feliz que nunca como actor. Me siento más realizado que nunca. Es como entrar en la etapa del goce. Cómo te podría decir, cuando uno empieza siendo actor no sabes si lo vas a hacer bien, si vas a enganchar, si vas a poder comunicar. Uno no sabe si va a ser actor, porque no basta con pasar por una academia y que te digan ahí tienes tu título. Es como todo en la vida. Son procesos en que la experiencia es la única ‘real tituladora’. Y eso se junta con la necesidad de vivir, de ganarse la vida, de querer ser más o menos famoso, etcétera, etcétera. Están todo esos fantasmas revoloteando a tu alrededor que te distraen sin duda alguna. No son nada del otro mundo, pero son distractores. Entonces, a estas alturas de mi vida, en que ya hay cierta consolidación de todos esos fantasmas y cierto aterrizaje de todas esas ilusiones que lo rondaron a uno durante mucho tiempo, hoy día es el espacio del goce. Y un espacio de goce que llega también a una cierta edad, donde uno ya tiene una cantidad mucho mayor de herramientas y de experiencia, por lo tanto es realmente un muy buen momento y yo me siento así. Tanto ahora con Martínez como con esta película El vacío, que está en cines desde hace un par de días, o las experiencias que he tenido en televisión, la última que fue muy potente es “La ley de Baltazar”, que se terminó hace poco de exhibir y me tomó todo el año 2022, fue un personaje muy rico de hacer. Yo sentí mucho goce haciendo ese personaje».
¿Extrañas mucho a los personajes cuando terminas?
«Mucho, o sea, a Baltazar lo extraño muchísimo. Pero no solo Baltazar, sino que todo lo que significó esa producción, que hicimos al sur del país. Es muy lindo salir de la capital a hacer producciones en regiones. Es muy lindo no solo por el paisaje, que obviamente aporta enormemente a la producción, sino que por el paisaje humano, por las relaciones que uno establece, por con quienes trabaja, gente que no son los que uno está acostumbrado a encontrar. Esas son experiencias muy ricas, que tienen que ver con lo que hablábamos al principio de la aventura. Mientras más aventura tenga mi trabajo, más atractivo hacerlo».
Ahora que tienes la experiencia de trabajar en México, ¿qué similitudes o diferencias culturales ves entre ambos países? ¿Hay un ser latino?
«Yo creo que el ser humano es el ser humano y así como uno puede hacer Hamlet de Shakespeare y entender y sentir lo que Shakespeare está transmitiendo, a pesar de que se escribió hace 400 años, yo creo que la estructura arquetípica del ser humano no ha evolucionado en absoluto desde que el hombre pisó la tierra. Hay similitudes. Y después sí, yo creo que hay un ser latinoamericano diferente a un ser norteamericano, a un ser europeo, a un ser asiático que tiene que ver con las formas culturales en que se han desarrollado cada uno de estos continentes, pero hay diferencias también al interior. Como tú bien dices, esta película podría haberse hecho en Chile, yo creo que sí. En Chile también existen Martínez».
Muchos Martínez.
«Muchos. Pero sí hay diferencias culturales importantes. Yo creo que en Chile hay una falta de aprecio importante por el otro en general. Hay una cuestión muy complicada en el ser chileno que tiene que ver con la falta de confianza, con la envidia, con la falta de empatía. Hay una cuestión muy extraña que se rompe cuando hay desastres naturales y todos somos hermanos nuevamente. Yo he tenido la posibilidad de trabajar en Argentina y México, y me ha pasado que el respeto que se tiene por el otro, por el desarrollo del otro, por la actividad del otro, es mucho más fuerte que en Chile. La forma en que a mí me tocó ser tratado en Guadalajara, en condiciones de pandemia, con muy pocos recursos, es muy diferente a como es en Chile. No tengo ningún empacho en contártelo, porque es así nomás. Reduzco todo esto a la experiencia que yo tuve, no te estoy hablando de la sociedad mexicana, pero la relación que tuvimos con la directora, con los técnicos, con todo el equipo que participó en la película era una relación muy, muy, muy amable, muy rica. Un espacio de trabajo donde tú sentías que cada uno era valorado e importante para el proyecto. Eso aquí hace mucha falta».
De hecho, cuando vi la película en el festival de cine LALIFF un productor dijo que tú eras un encanto de señor, nada parecido a Martínez, así que el aprecio es recíproco.
«(Se ríe) Sí, pero Martínez también es un encanto. Hay que cacharlo. Hay una escena que a mí me fascina, cuando Martínez habla de su encuentro con su amor, con Amalia. Esa escena en que estamos los tres en la oficina, cuando ellos me están escuchando y Conchita me increpa, ‘explícame esto’, que es muy divertida además, y bueno, Martínez empieza con ese relato, que es un relato ficcionado entero, a partir de las experiencias que ha tenido recientemente en su abrir de ojos, a mí esa escena me encanta por ejemplo y ahí yo amo a Martínez. Hay que descubrirlo».
Crédito de las fotos: Luxbox Films