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Conversamos con la realizadora de este documental que aborda testimonios muy poco conocidos de sobrevivientes mapuches a las campañas militares de Chile y Argentina del siglo XIX, en las que se produjo el despojo de tierras y una serie de abusos: “De alguna manera los documentalistas somos psicólogos culturales, queremos revelar lo escondido para que se hable, que se vea”.

Fue durante el año 2008 que la académica Margarita Canio Llanquinao se enteró de la presencia de manuscritos en lengua mapuche en el extranjero. Dos años después, según contó en Radio Kurruf, partió a Berlín junto a Gabriel Pozo, también académico, a investigar de qué se trataba. El resultado fue Historia y conocimiento oral mapuche: sobrevivientes de la “Campaña del Desierto” y “Ocupación de la Araucanía” (1899-1926), libro de más de 700 páginas que reúne testimonios de 24 sobrevivientes a las campañas militares que Chile y Argentina llevaron a cabo contra el pueblo mapuche en la segunda mitad del siglo XIX, los que fueron recopilados por el etnólogo alemán Robert Lehmann-Nitsche.

Memoria implacable (Errante Producciones y Gema Films, 2025), o Marichi Tukulpan, documental dirigido por Paula Rodríguez Sickert (Jaar, el lamento de las imágenes) que se muestra por estos días en cines en Chile (mira dónde y cuándo en miradoc.cl), se enfoca en las revelaciones de Katrülaf, una de las personas que contó en detalle cómo vivió el proceso de despojo y violencia contra su comunidad, y lo hace proponiendo un viaje similar al que revela este testimonio, bajo una narración en mapudungún. En esta entrevista, la directora del filme nos cuenta sus motivaciones para llevar parte del libro al cine, cómo fue replicar el viaje de Katrülaf, por qué la cinta es clave para comprender el conflicto mapuche y mucho más.

¿Cómo nació la idea de hacer esta película?

“Desde hace tiempo que tenía un interés en la colonización, que es algo que nos determina como Latinoamérica, e investigando me di cuenta de que los nuevos historiadores mapuches planteaban que hay un silencio con respecto a los orígenes del conflicto, que son la Pacificación de la Araucanía y la Campaña del desierto en Argentina. Ellos concluían que nunca se iba a poder abordar verdaderamente el conflicto mapuche si no se habla claramente del origen de este, ¿no? Me puse a indagar sobre esto y por casualidad me encontré con un artículo de The Clinic que hablaba del libro que había sacado Margarita Canio, y de que había encontrado los testimonios de los sobrevivientes de las campañas militares en el Instituto Iberoamericano de Berlín, donde está el legado de Lehmann-Nitsche. Como yo había vivido en Berlín y conocía ese museo, conecté las dos cosas y me pude imaginar el tema. Luego empecé a leer el libro y pensé cómo nadie ha hecho algo de esto, cómo no se le ha dado valor en Chile a algo que es increíble, son testimonios de ellos contados en primera persona, no relatos de militares, de victimarios, sino que de las víctimas”.

¿Tuviste que convencer a Margarita para llevar la historia a un documental?

“Yo encontré su correo, le escribí, viajé a Temuco, nos encontramos, y ella estaba con Gabriel Pozo, quien editó el libro con ella, y cuando ya íbamos en la calle me dijeron ‘siempre quisimos hacer una película de esto’. Entonces como que fue una sinergia. No fue necesario convencerlos, ellos se habían imaginado una película de eso, y a partir de ahí, esto fue el 2017, comenzó un camino de ocho años. Y fue bonito, porque hicimos un recorrido, ella como académica mapuche y yo como realizadora chilena, en colaboración”.

En la película seguimos el testimonio de Katrülaf, que es uno de los varios sobrevivientes que aparecen en el libro. ¿Qué les llamó la atención de su narración?

“Lo escogimos porque es el único que le cuenta su autobiografía a Lehmann-Nitsche. Es donde más se puede encontrar un relato. De alguna manera Katrülaf, para mí, que vengo de la cultura occidental, es como un escritor, un poeta. Y su relato, que es de una calidad maravillosa, habla de una tragedia, de lo que él había vivido. Es el testimonio de una ruta de deportación, desde que tenía 16 años y andaba por la pampa, cuando lo toman preso y lo llevan de campo de concentración a campo de concentración. Él te lleva a vivir esa experiencia, entonces es muy conmovedor. Él es quien ha mantenido en alto el espíritu de todo el equipo en estos ocho años”.

¿Siempre pensaron en esa ruta como lo que le daría estructura al documental?

“Es que mira, es súper evidente cuando tú lo lees que es una ruta, que lo toman preso y lo van llevando a distintos campos de concentración, en Bahía Blanca, Buenos Aires, La Plata y en la Isla García. Eso ya de por sí, si tú eres cineasta, lo ves, no hay nada que inventar, hay una ruta de un viaje. Y después, la otra idea cinematográfica en el guion es que Margarita haga el mismo viaje encontrándose con personas, sobrevivientes de hoy. Esa es la propuesta en la que se combinan actualidad y pasado. Y la otra parte, que era el desafío cinematográfico más difícil, era cómo acompañas el relato de Katrülaf, y ahí sí que hay una propuesta poética, que es lo que hace a la película más cinematográfica y no solo documental, porque Katrülaf tiene un nivel poético, entonces es por alcanzarlo a él”.

¿Cómo fue para ti replicar el viaje de Katrülaf mientras grababan la película?

“Primero se hizo un viaje de investigación, que lo hice con Lola Contreras, la investigadora del proyecto. Empezamos a corroborar los lugares, a conocer las locaciones, a ver qué figuras en la actualidad mapuche podía encontrarse Margarita en su viaje, que lo vemos en la película. Para mí, recorrer esos lugares significó conocer un espacio donde hubo un genocidio, eso es lo impactante de ese viaje, y para el espectador también después. Es súper fuerte, súper fuerte. Porque en Argentina sí fue un genocidio. En Chile se les quitaron el 95% de los territorios, los dejaron viviendo en un 5% de lo que tenían. Eso no lo inventé yo, son datos históricos, súper corroborados. Pero en Chile, aparentemente como había que tener mano de obra, porque se instala la agricultura con los colonos, no los exterminaron. Pero en Argentina, como era la pampa y era pura ganadería, tú no necesitas mucha gente, así que hubo un verdadero exterminio”.

A propósito de eso, es muy fuerte la imagen en que vemos a Margarita recorriendo el Museo de La Plata, donde Lehmann-Nitsche obtuvo los testimonios de los mapuches, y se observa una serie de calaveras en los estantes. ¿Cómo fue estar en ese lugar?

“Yo creo que el horror está bastante contenido en la película, y esa llegada al sótano del museo es el único momento en que abres un horror, realmente, porque general vemos un relato más contenido. Bueno, es terrible todo lo que cuenta Katrülaf, pero acá es como meterse ya al infierno, que realmente ocurrió. Eso que se ve ya dejó de estar expuesto, está guardado, porque en un momento dado ellos son obligados a sacarlos de las vitrinas. O sea, ese es material de archivo, pero igual fue fuerte, porque tú sabes que estás recorriendo un lugar que le pertenece a la ciencia y puedes ver que de alguna manera la ciencia de esa época argumenta por qué ellos pueden hacer lo que hacen, está toda la teoría de la raza, que apoya al colonialismo, que hay un ser superior y un bárbaro. La ciencia, que es tan racional… Imagínate el nivel de irracionalidad que hay en ese lugar. Entonces es súper interesante eso”.

Otro de los dilemas que plantea Memoria implacable está alrededor de la figura de Lehmann-Nitsche, quien por una parte se benefició de la cautividad de los mapuches, y por otra, nos permite con su investigación tener acceso a los testimonios que dan vida al libro y a esta película.

“Sí po, ahí están todas las contradicciones. Yo traté de investigar más sobre él, cuál era su postura sobre eso. Él tenía sus ambiciones académicas, quería hacer un diccionario, creo que, más que nada, lo que lo impulsó a tomar los testimonios era un afán académico de rescatar un lenguaje que él pensaba que se iba a perder, porque iban a ser todos exterminados. Y la relación que mantuvo más humanamente con ellos es difícil de descifrar. No sé. Al final, lo único que se encontró es una carta de Katrülaf en la que le habla de amigo, que está incluida en la película, pero eso no te puede hacer deducir que realmente había una amistad entre ellos, hay muy pocos elementos”.

¿Fue difícil tomar la decisión de que la narración del documental fuera en mapuzungún? Digo esto pensando en la exhibición, el alcance.

“No, para mí era fundamental que fuera en mapuzungún, no había ninguna otra posibilidad. Uno, porque es la lengua de Margarita. Otro, porque es lo que le despojaron al pueblo mapuche. No fue solo el territorio, sino también la lengua, y la lengua de un pueblo es algo fundamental, es su esencia. Además, es un idioma bellísimo. Yo antes de filmar quise ver el sentir de las cosas, porque no es mi cultura, entonces fui mucho a comunidades, me interioricé, hice otros pequeños trabajos, acompañé a Margarita, que hace recolección de memoria oral. Al mismo tiempo siento que Chile es un pueblo mestizo. Siento que nosotros no hemos querido mirarlos, pero somos nosotros, es nuestro espejo que no queremos ver. O sea, eso es lo terrible del tema en Chile, que hay como una vergüenza, una negación. De alguna manera los documentalistas somos psicólogos culturales, queremos revelar lo escondido para que se hable, que se vea. Yo creo que Chile es un pueblo muy extraño en ese sentido, muy negador de sus raíces, no sabe nada, no tiene idea, el pueblo mapuche está súper estigmatizado, empobrecido, humillado, no se le ha reconocido y hay una ignorancia brutal”.

¿Cómo crees que conversa esta película con la contingencia? Considerando, por ejemplo, hechos como la primera convención constitucional y todo lo que se discutió del tema indígena, o la Comisión para la Paz y el Entendimiento, que le entregó hace poco sus recomendaciones al presidente Boric.

“Es súper complejo el tema mapuche siempre en Chile. Yo creo que sufrió un retroceso después del estallido social, que fue una cosa bien ilusoria, un espejismo que parecía que lo iba a situar como una cosa central en la política, pero se retrocedió. Y ahora todos estos acuerdos que se intentan hacer siempre tienen un gran tope, que es la devolución de tierras, que al final es súper compleja. Y también hay un concepto que tiene que ver con cómo se trata el problema y se visualiza en los medios, donde se vuelve a hablar y se crea la imagen de un mapuche violento, guerrero y no sé qué. Dime tú que llegar a un lugar y quitarle el 95% de su territorio a personas que viven ahí no es violento. O sea, quién instala la violencia. Entonces, ya en el discurso político, si tú no reconoces eso, y a eso apelan todos los historiadores que quieren reescribir la historia, y la película va en esa dirección, tú no puedes abordar el conflicto, no desde un silencio y una mentira”.

“Entonces, quién ha sido el violento, cómo el Estado chileno y el Estado argentino no han pedido perdón, no reconocen, no cuentan esta historia… Si no se sabe nada. Si mira, yo he mostrado la película y ni siquiera en mi entorno, de gente educada supuestamente, o que está relacionada con la cultura, tienen idea, nadie sabe qué sucedió en la Pacificación de la Araucanía, ni en la Campaña del Desierto, y los Estados chileno y argentino se fundamentan en lo que pasó ahí. Cuando ellos se separan de la corona española se apropian y anexan estos territorios, o sea, está en nuestros fundamentos, entonces es demasiado esencial. Ojalá esta película se mostrara en los colegios, se impulsara más, pero obviamente una película no va a hacer nada, tiene que haber un trabajo profundo de abordar ese tema desde otro lugar, como lo han hecho otros países. Se puede hacer, hay momentos donde tú tienes que mirar tu historia, y hay momentos en que esa memoria toma una fuerza para rebelarse, como siento que cuando Katrülaf cuenta su historia había una necesidad de contarla. Eso nos motivó a nosotros, hay que escucharlo, ya que representa miles de destinos, gente que vivió todo eso”.

¿Consideraron en algún momento la posibilidad de que la película fuese no un documental, sino una ficción? ¿Podría haber una segunda etapa del proyecto en ese sentido?

“Jamás, quedé agotadísima. Estás loco, imagínate, ocho años de mi vida. He hecho otras cosas, he hecho de todo, pero sostener esto ocho años, porque es un trabajo súper profundo, delicado, que ha involucrado a muchas personas. Es una coproducción con Argentina, hicimos la música en Argentina, la mezcla de sonido allá. Fuimos trabajando con mucha delicadeza con Margarita. Para mí, el hecho de que se estrenó en Temuco y que había más de 600 personas en el Aula Magna de la Universidad Católica, fue tan emotivo lo que sucedió, ya eso para mí es que estuvo bien hecho el trabajo. Tampoco es que hicimos la película para el mismo pueblo mapuche, yo creo que le da una fuerza porque es algo ancestral para ellos, es reconectar con su propia historia, y eso es súper importante, fue lo que motivó a Margarita. Yo creo que tengo la motivación de que sea el chileno el que la vea, que es también mapuche. Pero bueno, mira, yo siento que de este libro se podrían hacer muchas películas, es un trabajo que hay que abordarlo de muchas maneras. Esta película se hizo para realzar y darle vida a ese tesoro que son los únicos testimonios existentes de sobrevivientes mapuches de las campañas militares, y ese valor es único y es tremendo. Nosotros nos pusimos al servicio de ese relato”.

 Mira los cines donde puedes ver Memoria implacable, y los horarios disponibles, en miradoc.cl

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