En su nueva película, Don’t Worry Darling, la directora Olivia Wilde, quien la rompió en la comedia con Booksmart (2019, Estados Unidos), cambia de género hacia el suspenso, un giro que deja grandes momentos visuales, pero también muchas preguntas abiertas que el filme se hubiese beneficiado de responder.
Don’t Worry Darling (2022, Estados Unidos) cuenta la historia de Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles), pareja que vemos desde un inicio viviendo en un mundo hecho a la antigua: la estética es la que conocemos como sinónimo de los años 60s en Estados Unidos, la música –buenísima, recomiendo buscar la playlist en Spotify– es la que caracteriza esa época, y la costumbre es que el hombre salga a trabajar mientras la mujer cumple las labores del hogar. Alice y Jack son aparentemente felices: la química entre ambos es evidente, llevan una vida acomodada y tienen como vecinos a otras parejas con las que se van de fiesta. Por supuesto, no todo es maravilloso. De hecho, la primera pista de que algo raro ocurre es esa aparente perfección. ¿No será mucho?, se pregunta uno.
La misma directora dijo hace algunos días que estaba de acuerdo con Florence Pugh: el foco de los medios en las escenas de sexo –que son exageradamente apasionadas– eclipsaron todo lo demás en el filme.
Comienzan los spoilers! La respuesta a la pregunta es sí, es mucho. Y aquí surge el problema de la cinta: hay elementos que se perciben como muy forzados, no solo en la búsqueda de la perfección (que son así a propósito), sino también en las escenas que buscan transmitir la sensación de inquietud (también a propósito, pero sin suficiente justificación).
Credit Warner Bros.
Dos ejemplos de lo último: cuando Alice sale a pasear para “tomar aire” y ve pasar un avión accidentado, se baja del carro que la llevaba y parte en búsqueda del aeroplano, que iba muuuy lejos de donde estaba ella, especialmente si se iba caminando, como lo hizo; otro es cuando, mientras cubre potes de comida con papel film, comienza a envolverse su propio rostro –como poseída– con este, comprometiendo su respiración. Así hay muchos otros casos, como el extravagante baile de Jack al ser premiado por su empresa, donde las ganas de transmitir inquietud pasaron por sobre la necesidad de explicar el motivo de esta.
La película nos da pistas a lo largo de su desarrollo: comprendemos que hay una especie de secta machista creada por Frank (Chris Pine), que se alejó de la realidad contemporánea creando un pequeño mundo basado en el pasado, donde no se permite la disidencia y donde las mujeres –todas emparejadas– de a poco descubren, a través de alucinaciones y pesadillas, que están en una especie de trampa. ¿Todas las mujeres están allí a la fuerza, como Alice? ¿Todos los hombres están allí a voluntad? ¿Qué hace la empresa de Frank? ¿En qué consiste la labor de Jack y sus amigos en la compañía? ¿Por qué situar la situación de desbalance entre hombres y mujeres en un periodo ocurrido hace varias décadas? Estas preguntas quedan sin repuesta.
Por otro lado, la película también tiene fortalezas. La principal es estética. El filme suele mostrar una composición de los planos muy cuidada, con una preocupación constante por la combinación de colores (los autos, el vestuario) y los movimientos de cámara (las escenas de las prácticas de ballet). También hay momentos que apuntan a lo inquietante que funcionan muy bien, como cuando Alice se va quedando atrapada entre el muro y la movediza ventana de su casa, y cuando ve en el espejo el reflejo de la fallecida Margaret dándose cabezazos contra el vidrio. Pugh, por otro lado, destaca transmitiendo emociones con su performance –nos recuerda su buen papel en Midsommar (2019, Estados Unidos-Suecia)–, y la ambientación en el pasado está muy bien lograda, mostrando similitudes estéticas y temáticas con lo que pudimos ver en los primeros episodios de WandaVision (2021, Estados Unidos).
Don’t Worry Darling ofrece una experiencia visualmente atractiva –la presencia de la superestrella musical Harry Styles prueba el énfasis en esto último–, donde quedan ganas de saber qué era exactamente, con más detalles, lo que debía preocuparnos.