Que el cine se arriesgue y regrese a un tiempo en el que no todo eran remakes, sagas y adaptaciones nos recuerda qué es lo que lo hace un arte especial, capaz de llegar al público como pocos. Que todavía se dé voz o que los directores se arriesguen a hacer un cine más allá de los gustos del público, del marketing, y más cerca de la denuncia social y de la reflexión, con estilo propio. Un cine muy necesario y que debe y puede convivir con el más comercial. En este lado está Emilia Pérez – llamada En busca de Emilia Pérez en algunos países– la película del francés Jacques Audiard (París, Distrito 13, Los hermanos Sisters) que, con sus peculiaridades, está en la carrera de los principales premios y que es diferente a todo lo que hemos visto este año.
Emilia Pérez: una historia de denuncia de la violencia y redención
La carrera por el Oscar a Mejor Película Internacional ya es un “todos contra Emilia Pérez” según vaticinan los medios, críticos e industria del cine en general, y si eso es así, en parte es por su potente mensaje, quizás el punto más fuerte de toda la cinta y la que sostiene el resto de los elementos que la hacen especial y diferente a lo que encontramos en la taquilla actual.
Emilia Pérez, que se estrena esta semana en Netflix para Estados Unidos y a inicios de 2025 en Latinoamérica, no es solo un largometraje sobre el narcotraficante El Manitas, quien contrata a una abogada (Zoe Saldaña) para cambiar de sexo y pasar a ser Emilia Pérez (Karla Sofía Gascón), sino que es también una denuncia en contra de la violencia en todas sus formas. Violencia que en gran medida sufren las mujeres, ya sea violencia de género, laboral o social, y que se puede ver a través de los distintos personajes protagonistas.
El argumento usado para ello es un potente hilo para dar voz al mensaje en contra de los diferentes tipos de violencia, porque también da pie a pensar en la mejor forma de acabar con ella, a través de las segundas oportunidades, la reinserción y el amor, sobre todo el amor familiar (una temática que, desde otra perspectiva, vemos en Sujo). Así, Emilia Pérez, acaba siendo un alegato sobre la posible redención y el que otra vía es posible.
La mayor virtud de Emilia Pérez: su originalidad entre musical y drama de telenovela
Pero si en algo destaca sobre el resto de las películas del año, es la forma en la que Emilia Pérez da voz y plataforma a su mensaje, cómo nos lo cuenta y transmite. En ese sentido, el largometraje se presenta como una interesante mezcla entre un musical y un drama romántico con cierto toque de comedia, y todo ello con tono telenovelesco, que hace un guiño a la cultura latina.
Esta curiosa relación entre distintos géneros se lleva de una forma fluida, que no se siente forzada en la película, nada fácil de navegar, y es muestra de su originalidad, con la que impacta al espectador, al que se le quiere dar ejemplo de las distintas caras de la violencia, de cada uno de los personajes, de cada una de las subtramas.
Sin embargo, Emilia Pérez tiene un aspecto que le quita fuerza, y es el que su parte musical, que quizás sea el elemento de mayor personalidad de toda la cinta, no tiene un género y una idea homogénea. Ese batiburrillo de estilos musicales, voces y tonos le quita un cierto orden al relato, que no ayuda. De hecho, mientras algunas de las canciones y partes musicales brillan y son disfrutables, otras no acaban de encajar y otras quedan sobrantes, innecesarias.
Personajes muy diferentes para un elenco potente en Emilia Pérez
Si el mensaje y la forma son potentes, hay un tercer pilar que hace que Emilia Pérez funcione: su elenco. Las actrices protagonistas, Gascón, Saldaña y Selena Gómez, se llevan gran parte del peso narrativo, emocional y musical de la película, por lo que su fuerza en la interpretación, su implicación, es fundamental para que todo tenga sentido.
De hecho, este trío de mujeres potente funciona tanto por la brillantez de las interpretaciones, con sus diferentes estilos, así como por la gran diferencia entre ellas, cada una representando un tipo diferente de violencia sufrida o impuesta, y con una historia detrás.
Pero no solo ellas, los actores secundarios consiguen también su objetivo y función, perfilan a la perfección el peso de las protagonistas, y redondean la historia y el mensaje, siendo algunos claves en escenas de mucho peso narrativo.
Quizás el mayor “pero” que se le puede achacar a Emilia Pérez es la falta de representación del propio país en el que está localizada, México. Se echa de menos un toque de mayor personalidad local, de mayor identidad y pertenencia a la sociedad a la que representa, sobre todo considerando que es un proyecto de origen francés. Aún así, con seguridad seguiremos escuchando este nombre en los meses que vienen, abriéndose paso hacia la alfombra roja del Dolby Theater.