Sex Education portada

Sex Education: Un final que llega justo a tiempo

Los finales de las series de televisión suelen provocar reacciones fuertes. A veces en forma de elogio, como en los clásicos recientes Succession (2018-2023) y Better Call Saul (2015-2022). Y veces en forma de decepción, como ocurrió con shows tan populares como How I Met Your Mother (2005-2014) y Game of Thrones (2011-2019). El caso de Sex Education (2019-2023), la exitosa comedia británica que acaba de estrenar su cuarta y última temporada en Netflix, no es tan fácil de definir: no tuvo un cierre memorable, ni tampoco se descarriló con escándalo. Le faltó potencia, eso seguro, ya que la despedida definitiva de Otis Milburn (Asa Butterfield), Eric Effiong (Ncuti Gatwa), Maeve Wiley (Emma Mackey) y compañía, nuestros amigos por varios años, debió sentirse más especial. A continuación, en un texto repleto de spoilers, analizamos los aciertos –que los hubo– y los puntos débiles de una conclusión que pudo hacer más ruido. 

Maeve, Adam y otros puntos altos 

La nueva temporada de Sex Education nos sorprende con importantes novedades desde el inicio: tras el cierre de Moordale Secondary School, la escuela que conocíamos, varios de los estudiantes están inscritos en Cavendish College, un establecimiento que, contrario al anterior, es completamente receptivo a los intereses y las opiniones de sus alumnos. Junto a esto, entran nuevos personajes –O y el grupo de Abbi, Roman y Aisha son los más relevantes– y salen otros de peso, como Lily, Ola y Jakob. El otro cambio, aunque anunciado, es que Maeve cambió el Reino Unido por Estados Unidos, donde participa de un programa de letras en la Wallace University. 

El camino de Maeve es, justamente, el mejor logrado. Y el que más se ajusta a las declaraciones de la creadora de la serie, Laurie Nunn, a The Hollywood Reporter, quien señaló: “No entré a la sala de los guionistas pensando que este iba a ser el final. Pero el proceso de escritura es muy fluido, estamos escribiendo y reescribiendo todo el tiempo. Empezó a quedar claro que los personajes estaban llegando a su conclusión natural”. Para la chica rebelde de la serie, este desenlace tiene que ver con creer en sus habilidades y apostar por sí misma. Maeve transita desde las aulas de Wallace hasta Moordale, donde se reencuentra con su antigua vida, y luego de vuelta a Wallace, esta vez decidida a cumplir sus sueños y resignada a que la relación con Otis (ouch) puede no resultar. Para llegar a este punto, donde parece haber un futuro brillante en el horizonte, Maeve debe enfrentar obstáculos que desestabilizarían a cualquiera: la desmotivante actitud hacia ella del profesor interpretado por Dan Levi –un buen personaje con pocos minutos de pantalla– y la muerte de su madre. Sin embargo, en esas circunstancias aparecen su exprofesora Emily, sus amigos e incluso la madre de Otis, quienes la empujan a no perder la confianza. Una linda historia de crecimiento personal que además rompe con el final más predecible: en vez de quedarse con Otis, va en busca de alcanzar su potencial. 

Adam (Connor Swindells) es otro de los beneficiados por el guion. El exnovio de Eric comienza la temporada tomando una posición distinta a la de todos los demás: ha decidido cambiar la escuela por comenzar a trabajar, lo que lo lleva a una granja donde debe aprender a montar a caballo para luego enseñar esta habilidad, y donde tiene onda con su jefa, Jem (Bella Maclean). Pero lo mejor en el derrotero de Adam no está en estos aspectos, sino en el familiar: tras aclarar una y otra vez lo difícil que le es vivir con la sensación de estar decepcionando a su padre, finalmente este último reacciona. Mr. Groff (Alistair Petrie) esta vez se comporta como un buen papá y pacientemente va recuperando la relación con su hijo, primero a través de lecciones de conducción y luego con honestas conversaciones. Sin tener un papel protagónico, Adam es uno de los personajes que le dan fuerza a la serie: fuimos testigos de su transformación desde ser un matón a revelar su vulnerabilidad y su gusto por los hombres –su bisexualidad, como aclara en la última temporada–. “Yo siempre supe que quería reconciliar a Adam con su padre. Eso siempre se sintió como algo muy importante. Pienso que Adam representa a muchos hombres jóvenes que he conocido en mi vida y que están rotos”, dijo Nunn a THR. El que termine incluso aceptando el juvenil coqueteo entre sus separados padres lo muestra como un hombre maduro y listo para enfrentar lo que sea que la vida le depare. 

El caso de Aimee (Aimee Lou Wood) es otro de los que podemos considerar exitosos. La mejor amiga de Maeve sigue lidiando con el caso de acoso sexual sufrido en el bus en el que iba a la escuela, pero esta vez logra encontrar la manera de superar su trauma: es el arte, y específicamente la fotografía y la performance, lo que funciona como antídoto. Una solución creativa y realista para un problema constante en la serie, que fue representado de manera verosímil. En esta categoría también resalta Eric, el personaje más carismático de Sex Education, pero con matices. Del amigo inseparable de Otis, quien en esta temporada no es tan inseparable, podemos destacar tanto las interacciones con sus nuevas amigas –las que se sienten auténticas y chispeantes– como el descubrimiento de su vocación como pastor, papel que calza perfecto con su personalidad entusiasta y que se vislumbra además como un movimiento que puede abrir puertas en el futuro a otros jóvenes gays y cristianos como él. 

Lo excesivo y lo ausente

Sin embargo, el periplo de Eric en esta cuarta entrega también contiene uno de los aspectos que, si no le resta puntos al show, al menos es cuestionable: hablamos de la presencia de Dios. No del cuadro del “Black Jesus” que hay en su habitación, que funciona bien como recordatorio de la desmejorada posición de algunos grupos de la sociedad en el ámbito de la representación. Sino que del mismísimo Dios, quien en la serie es mujer, negra y de mucha influencia en las complejas decisiones que Eric debe tomar. Aunque no sea precisamente un pecado incluir a Dios como un personaje de carne y hueso, sí es una rareza dentro de la serie: pasar de la extravagancia artístico-sexual de Lily a lo sobrenatural-religioso es un salto exigente para la audiencia, aún cuando Ncuti Gatwa salga bien parado del desafío. 

La aparición divina es uno de los muchos elementos que componen la cuarta temporada, una abundancia de situaciones y conflictos que hubiese tenido más sentido cuando se está construyendo algo que continuará, y no cuando la propuesta es finalizar el show. Esto es, quizás, lo que hace más difícil que el final se sienta especial: hay muchas cosas nuevas (la escuela, los personajes, los nudos) que desvían la atención de las historias principales. En ese sentido compartimos la crítica que hace Lucy Mangan en The Guardian, quien escribió que “lo sobrecargado del reparto hace que cada personaje y cada cosa que sucede se sienta poco desarrollada”, lo que ejemplifica con la trama de Cal (Dua Saleh) y su compleja espera por una cirugía de pecho –“dejada de lado hasta que repentinamente necesita de un final dramático”–. La historia de Jackson (Kedar Williams-Stirling), con su temor de padecer un cáncer y la posterior búsqueda de su padre, es otro ejemplo. 

Por último, tenemos a Otis. Aún cuando comienza la temporada recordándonos al torpe y simpático Otis de siempre –exhibiendo accidentalmente sus genitales a toda la escuela–, el transcurso de los capítulos nos aleja del personaje de comedia para dejarnos casi únicamente junto a uno de drama. La cuarta entrega del show lo muestra como orgulloso y competitivo en su duelo con O (Thaddea Graham) por ser el único terapeuta estudiantil; como celoso e impaciente en su relación con Maeve; como interesado en su trato con Ruby (Mimi Keene); y como celoso, también, en su amistad con Eric. En resumen, es un protagonista con el que cuesta mucho empatizar, aún cuando tiene buenos momentos –como la despedida con Maeve–. Todos estos factores afectan a la serie y hacen pensar que Nunn estuvo en lo cierto al poner, inesperadamente, el punto final: si la inspiración comienza a trastabillar, es mejor quedarse con los buenos recuerdos. En cualquier caso, independientemente de los altibajos de la última temporada, Sex Education será extrañada por muchas razones, como su atrevimiento y originalidad al hablar de sexo en la adolescencia, su desprejuiciada representación de la diversidad sexual, y su capacidad para mantenernos atentos al devenir los chicos y chicas de Moordale.

Crédito de la imagen: Samuel Taylor / Netflix 

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