En la serie “Rain Dogs”, de HBO, el personaje de Iris le dice a su madre Costello Jones: “¿Por qué no puedes ser simplemente normal? ¿Por qué tienes que intentar ser alguien todo el tiempo?” Este personaje, interpretado por Daisy May Cooper, no tiene un trabajo estable, cuida a su hija sin el apoyo del padre ni de su familia y así y todo se las arregla para no tener que aceptar empleos que le impidan cumplir su propio propósito en la vida, que es escribir una novela. Convertirse en una escritora, que es como ella siempre se ha definido a sí misma. Ser normal, para los ojos de Iris, sería quizás renunciar a este anhelo –o al menos posponerlo– con tal de tener una vida simplemente ordinaria: un trabajo aburrido o predecible, como el de cobradora (en el que Costello incursiona en unos capítulos), que les proporcione estabilidad y con ello algunas alegrías, ¿o solo menos sufrimientos?
La película de Wim Wenders, “Perfect Days” (2023), o «Días perfectos», estrenada en el mismo año que “Rain Dogs”, nos presenta justamente esta posibilidad. Esto es, apreciar cómo podría ser la vida si eligiéramos un trabajo ordinario, como limpiar baños, y tener días tranquilos y ausentes de sobresaltos. En las dos horas de película, Wim nos muestra la vida de Hirayama, interpretado por Koji Yakusho casi como si fuera un documental: desde que se levanta y se lava los dientes hasta que arregla su cama, se sienta en su camioneta, trabaja y limpia dedicadamente los baños de Tokio y regresa a descansar. Es en sus ratos de ocio que Hariyama vive esa experiencia de los “días perfectos”, encontrando belleza en el parque cercano a su trabajo, o en las canciones que escucha camino a casa. O en los libros que lee al llegar, o en las fotos que colecciona e imprime sagradamente cada mes. Hirayama crea su rutina y el modo en que Wim nos la presenta hace que parezca deliciosa, porque lo es. A través de las escenas de él manejando por la ciudad mientras escucha a Patti Smith y Nina Simone, o la delicadeza con la que sueña y enfrenta cada día observando el cielo, podemos rememorar esos instantes cotidianos que nos han hecho sentir plenos. ¿Pero pueden los días ser realmente perfectos?
El ejercicio no funcionaría si Hirayama, el protagonista de Wenders, no hubiera elegido esta vida. Tal como Costello Jones (quien realiza trabajos sexuales voluntariamente para costear sus gastos), Hirayama ha elegido hacer este trabajo. El director nos entrega pistas de que proviene de una familia adinerada, que tuvo problemas con su padre y que ya no se hablan con su hermana, aparentemente una ejecutiva exitosa. Cuando vi la película percibí algo de tristeza en el personaje. Leí también que la nostalgia es parte de la filmografía de Wim, pero sobre todo creo que es la conciencia del presente que tiene el personaje, quizás por estar tan seguro de sus decisiones, lo que inevitablemente conlleva tristeza. ¿Cómo se puede sentir esa herida del pasado si no estamos conectados con las emociones? El protagonista acepta el paso del tiempo, acepta que a veces no encuentra lo que busca, como la vida.
Durante un conversatorio, Wim Wenders ofreció más pistas. Dijo que hay algo en su personaje con lo que él se identifica, y es la idea que si das lo mejor de ti, en cualquier cosa, sabes quién eres. Desde esta perspectiva, lo que hace que los días de Hirayama sean perfectos o no, no es tanto el trabajo que hace o sus logros individuales, sino la idea de estar haciendo las cosas lo mejor posible. O bien, estar en paz con uno mismo. Hay una certeza en el día a día y con eso, una calma y una dignidad, una filosofía de vida que se sostiene y que el director parece querer transmitir a todos sus espectadores, aun cuando no todos puedan elegir el trabajo que realizan. Reducir al máximo posible, optar por lo simple, vivir con maestría y, en eso, encontrar un propósito, parece ser un camino para surfear estos tiempos modernos.
En la vida de Costello Jones también hay dignidad al elegir un trabajo sexual y oponerse a trabajar en algo que desafía sus valores. Eso es lo que hace tan interesante la serie. Al mismo tiempo, queremos que ella cumpla su sueño, pues hay algo romántico en desafiar al sistema para convertirse en escritora. Lo que le falta a Costello es la certeza, esa paz interior que tiene Hirayama para sacrificar ciertas comodidades y asumir plenamente cada día. Eso, y otros problemas que nos enfrentan a las dificultades de convertir en utopía la película de Wenders: ella es mujer, tiene la carga de cuidado de su hija y muy pocos recursos. En otras palabras, poco margen de elección, que parece ser la clave. ¿Qué hacemos en este caso? ¿Debe renunciar a sus sueños para tener esa vida tranquila? ¿Esa es la única posibilidad que nos ofrece la vida (o el sistema)? ¿Encontrar un propósito en lo ordinario y olvidarnos de lo extraordinario? ¿Aprender a vivir la vida deseando menos, como decían los estoicos?
Es una posibilidad. Wim Wenders nos lleva por un viaje donde esto es una posibilidad, más no la solución a todos los problemas. Como comentamos, el mismo Hirayama siente nostalgia. Hay de seguro momentos difíciles en el trabajo que el director tampoco muestra. Pero al menos, por momentos, apreciar la belleza en lo cotidiano (y rodearse de ella) puede hacer que los días sean más nobles y verdaderos.
*¡Ahora también puedes escucharnos! Encuentra nuestro podcast, «Diálogos sobre cine», aquí.
Crédito de la imagen: NEON