La Navidad es para emocionarse, o al menos, en nuestras agitadas vidas de celulares, rutinas y encuentros planificados con semanas de anticipación, estas fiestas nos ofrecen la posibilidad de dejar pasar la magia; las barreras que nos previenen de enviar ese mensaje, de escribir esa carta o de hacer ese regalo, se desvanecen por un par de horas y es posible que surja la alegría, la espontaneidad y el amor. De eso se tratan también las películas de Navidad, querendonas, bonitas, con finales felices, en donde personajes apáticos, gruñones y distanciados de sus emociones son capaces de transformar sus destinos gracias a la magia que rodea esa festividad.
Así es también Klaus (2019), una película animada del español Sergio Pablos y su productora The Spa Studios, que trajo aire fresco a las películas navideñas. Esta es la historia de un mimado joven que por castigo de su padre asume la tarea de ser cartero, en una isla atrapada en el tiempo por el conflicto entre dos bandos. En ese periplo, nuestro protagonista conoce a Klaus, un leñador barbudo que encarna el mito del Viejo Pascuero, y con quien se embarca en una aventura que transforma su vida y la de los niños que viven en ese frío lugar. Una de las cosas más lindas de la película es el humor, sencillez y tozudez del cartero, y cómo comienza a abrir paso a la magia –simbolizada por el viento–, dejando de lado sus caprichos y construyendo un nuevo destino para sí mismo casi sin darse cuenta.
A través de su astucia, el mito de este leñador va creciendo y creciendo hasta convertirse en lo que es hoy. Pero el mito no tendría sentido si no estuviera basado en un genuino acto de bondad, una de las frases icónicas de la película.
Junto con Klaus –o gracias al cariño que siente por esta figura, que también tiene sus heridas– nuestro protagonista sucumbe a la alegría sin mas, al placer de ver a los otros reír, que es el sentido de cualquier noche mágica. Como dice Platón: “El amor no es realmente otra cosa que el deseo mismo de la inmortalidad”. Por eso estas historias resisten el paso del tiempo.
Elf (por Cris Mora)
Aunque no acostumbro a ver las mismas películas muchas veces, hay algunas excepciones: La La Land, Donnie Darko, El Rey León, V de Venganza y unas pocas más. Elf, o El duende (2003) también está en esa lista. La cinta, dirigida por Jon Favreau (Iron Man, Iron Man 2) y protagonizada por Will Ferrell, cuenta la historia de Buddy, un humano que por casualidad crece junto a los duendes que trabajan con el Viejo Pascuero y que, tras descubrir sus orígenes, va a Nueva York en busca de su verdadero padre, un gruñón y trabajólico editor de libros infantiles.
La premisa es simple y podría haber derivado en una comedia del montón, pero ocurre todo lo contrario, principalmente por la creíble ingenuidad con que Ferrell dota a Buddy: si creció con los duendes de Santa, cómo no va a querer ponerle syrup a todo lo que come, cómo no va a ser fanático de las luces de Navidad, y cómo no va a volverse loco por su viejo conocido, el mismísimo Viejo Pascuero.
Buddy es un niño en cuerpo de adulto, lo que implica capacidades como la honestidad absoluta, la curiosidad y la capacidad de pasar un buen rato con lo que sea que haya enfrente, desde la puerta giratoria de un edificio hasta un montón de papeles y unas tijeras. Eso, por supuesto, nos interpela como adultos: ¿por qué no somos tan honestos como él? ¿qué pasó con nuestra capacidad de asombro? ¿por qué necesitamos de tanto para disfrutar?
La felicidad inherente a Buddy es contagiosa. Funciona con su padre biológico, Walter Hobbs (James Caan), quien toma conciencia del poco tiempo que dedica a su familia, con Jovie (Zooey Deschanel), quien cambia la apatía de la vida diaria por ilusión, y con los neoyorquinos en general, cuyo renovado espíritu navideño saca de problemas a Santa. Una película encantadora, absurda, graciosa, crítica de los principios que rigen la sociedad y perfecta para entusiasmarse con las fiestas de fin de año. Y por si fuera poco, durante el filme Deschanel canta un par de clásicos de la época, como “Baby, It’s Cold Outside” y “Santa Claus is Coming to Town”, adelantando el exitoso nexo que tendría luego su banda, She & Him, y la música navideña (¡una buena alternativa para escuchar en Spotify por estos días!).
Crédito foto 1: The Spa Studios
Crédito foto 2: Warner Bros