Un tema cada vez más recurrente en el cine chileno, y también en otras latitudes, es el de la vejez. Además de Maite Alberdi, desde el año 2020 cineastas como Constanza Fernández, Nicol Ruiz y Valentina Reyes, por dar algunos ejemplos, han puesto a la tercera edad en primer plano. Uno de los más recientes en sumarse a esta tendencia fue Ignacio Pavez (35), quien en Vieja viejo (2023), disponible en Ondamedia, explora la vida cotidiana de una pareja de ancianos de una manera poco común: son representados por Nicolás Zárate y Paulina Moreno, dos actores que están en sus treinta. Para Pavez, la explosión de cintas sobre este grupo etario puede deberse a “que poco a poco la sociedad está tomando conciencia y se está haciendo cargo de las discusiones que nos pertenecen a todos”, aunque, aclara, “la cantidad no es algo favorable per se, sino que el cómo se cuentan las cosas y desde dónde”. Para Vieja viejo, su segundo largometraje tras Maleza (2017), el director se inspiró en el tiempo en que convivió con sus abuelos, que cruza desde su infancia hasta su temprana adultez, cuando fue testigo directo de la dura experiencia del adulto mayor en Chile, especialmente cuando escasean los recursos económicos: “Lo principal fue ver cómo mis abuelos tenían que enfrentarse a carencias, injusticias, que no eran solamente un abandono del Estado, sino también un abandono político, familiar también en gran parte, y cómo ellos tenían que llevar toda esta carga”.
El filme se enfoca en la difícil relación entre Carmen (Moreno) y Jorge (Zárate), personajes que no solo parecen estar cansados de su relación y de la vida, sino que también están sufriendo el deterioro de su salud, lo que repercute en sus posibilidades de trabajo. Además, la cinta tiene un segundo hilo más reflexivo y, en apariencia, más real, que es el documental que está filmando con su teléfono una joven miembro de la familia de los protagonistas. Este ejercicio, más lúdico y a ratos gracioso, se trata de preguntarle a los adultos “¿qué es para ti la vejez”, y es llevado a cabo usando uno de los famosos filtros que envejecen el rostro a quienes están delante de la cámara. En conjunto, ambas partes logran la difícil misión de que el espectador sea motivado a reflexionar sobre un tema que suele ser soslayado.
¿Podrías contarnos cómo llegas a la decisión de escoger actores jóvenes para el filme?
“Yo vengo manejando sistemas de producción que no tienen que ver con lo convencional de los fondos. Dijimos ‘hagamos la película de esta forma’, con un presupuesto mucho más bajo, y fueron en parte esas carencias las que nos llevaron a que nos preguntáramos ‘¿y si lo hacemos con jóvenes?’. Ahí se juntaron cosas muy interesantes. Primero, el resolverse ante las imposibilidades. Y segundo, el reflexionar sobre cómo podíamos arriesgarnos con una narrativa que nos permitía otras cosas. Tomar esa decisión fue fundamental, política, de decir puedo hacer lo que quiero, no solo porque tengas presiones de producción, sino también por permitírselo, que a veces cuesta tanto. Luego nos dábamos cuenta de que estábamos pensando lo mismo de antes, pero desde una perspectiva que no conocíamos. Y ahí surge, no sé, qué pasa cuando pones una situación machista en una corporalidad de la tercera edad, y cuando esa misma situación la trasladas a un cuerpo de 35 años, cómo las reflexiones van cambiando y los puntos de vista florecen. Para mí eso fue alucinante”.
¿Cuándo entran Nicolás Zárate y Paulina Moreno al proyecto? *Posterior a esta entrevista, ambos actores fueron nominados a los premios Caleuche por sus actuaciones en el filme.
“En un comienzo había dos actores de tercera edad, y como después lo transformé, hablé con el Nico y la Pauli, y ahí ellos se involucraron y comenzaron a hacer todo un trabajo con sus corporalidades, con sus abuelos. Fue bien interesante ese trabajo íntimo de cómo yo me relaciono con mis abuelos y cómo ellos se relacionaban con los suyos. Y cómo encontrar esas vejeces en los cuerpos de cada uno, para no caer en los imaginarios de lo que es la gestualidad de la vejez. Por ejemplo, toda la vida yo pensaba en la vieja que, cuando a los niños se les caía la pelota en su casa, ella la pinchaba. Yo sentía que con esta película nos permitíamos preguntarnos ‘¿quién es esa señora, qué tipo de vida lleva, que es tan fome como para pincharle la pelota a unos niños? ¿Alguna vez pensaste si esa persona tuvo que soportar toda su vida el machismo de su pareja, o de su familia? Nos dimos esa posibilidad de decir paremos un poco y veamos qué está pasando realmente. El imaginario nos lleva a pensar en la vieja amargada nomás”.
Solo para aclarar, con “vejeces” te refieres a la diferencia que hace el factor económico en la experiencia de los adultos mayores, ¿no?
“Sí, yo creo que en gran parte las vejeces están determinadas por eso, por lo cultural y lo económico”.
Es interesante el ejercicio de enfrentar a la audiencia a una discordancia entre lo representado y quienes lo representan. Igual, mientras veía el filme pensé en que también hay personas de treinta y algo, como nosotros, que se empiezan a achacar anticipadamente. La vejez no siempre depende tanto de la edad.
“Sí, es interesante cuando uno se plantea dar otras perspectivas a discusiones que tal vez ni hemos tenido, porque no estamos muy acostumbrados a discutir de las vejeces en edades más tempranas. Siempre ha sido una temática desplazada hacia los adultos mayores, y creo que ese es el gran problema, al fin y al cabo, asumir que esas discusiones les pertenecen solo a ellos, como pensando que nosotros nunca vamos a envejecer. Esta no es una discusión de la que me hago cargo y que le corresponde a otras personas. ¡No, para nada! Es una discusión que nos pertenece. Y claro, efectivamente personas de 35 o 40 años a veces tienen ciertas gestualidades de estar un poco más cansados, puedes ver en ellos a una persona que podría ser vieja. Con ‘vieja’ me refiero adultos mayores, porque a los 35 años, para alguien de 15, uno es viejo también”.
Claro, es verdad.
“Es interesante pensar la vejez no como algo que corresponde a un rasgo etario o a un momento de la vida, sino que a un continuo, y planteárselo así como una discusión que hay que transversalizar”.
Lo que me dices me recuerda a la reflexión que hace Simone de Beauvoir en su ensayo “La vejez”, donde escribe que esta idea de que la persona no se ve como alguien viejo hasta que otro la reconoce como tal. Y solo cuando entramos en ese grupo nos preocupamos en serio de sus necesidades, que ya son las nuestras. Y claro, ahí ya es tarde, necesitamos que los otros, la mayoría, se preocupe de nuestros problemas.
“Sí. Es algo que va más allá de una cosa chilensis, pasa en muchos lugares. Al parecer siempre algo nos empuja a hacernos responsables y ahondar solo en lo que nos pertenece, en nuestros nichos. Hay un camino individualizado de lo que supuestamente tenemos que discutir y eso nos impide a veces saber de lo otro. Y también están los límites más éticos, donde uno se dice ‘¿por qué yo debiera estar hablando de aquello si no soy parte? ¿puedo hacerlo?’. Hay muchas limitantes que provocan que al final uno esté reflexionando solo de lo propio. Y también está la forma de ver la muerte en nuestra sociedad, donde le tenemos mucho miedo. Hablar de la vejez es también hablar de la muerte y de todo lo fome que se puede venir, más aún si tienes problemas económicos, porque convengamos que aquí las vejeces van a estar determinadas según cuánta plata tienes. Si tienes poca es triste y fome, entonces mejor no hablar de eso. Lo chuteamos. Entonces sí, hay muchas situaciones que hacen que uno quiera dejar esta reflexión para después, es como el problema al que no te quieras acercar todavía”.
Uno de los aspectos distintivos de Vieja viejo es la casa donde transcurre. ¿Cómo se definió el espacio donde se filmó la película?
“Ese fue otro trabajo interesante y performático, porque es la casa de mis papás, en un barrio industrial en Cerrillos, que es la casa de mis abuelos hasta el momento, en donde yo viví toda mi infancia con ellos. Era como un sueño, muy raro y al mismo tiempo muy lindo, que el espacio participara tal cual. En la película, en los videos de los celulares, vemos a mis padres y a mis tíos también, y se ven fotografías de cuando yo era chico, con mis primos. Entonces, la decisión de que sea la casa donde surgió la idea de la película, que se concrete en esto, fue un ejercicio muy lindo. Eso le dio un grado de intimidad muy fuerte”.
Se ve mucha tensión entre los personajes, molestia o impaciencia, ¿por qué sucede esto? Está el desgaste físico también, que les va obstaculizando el trabajo, la vida…
“Fue una mezcla de cosas que sacaba de mis abuelos y otras que vimos en nuestra investigación. Hay personas que se relacionan de manera constante en forma de alegato, como con pesadumbre. Carmen es esta persona que está un poco cansada y que pasa todo el día trabajando, que está chata, cansada de tener 80 o 90 años, y también de este otro personaje no hace nada, que está todo el día en la casa. También hay estados anímicos provocados los factores económicos, además del abandono familiar. Y lo otro también tiene que ver con las formas de comunicarse, con una constante imposibilidad. La comunicación entre las personas en una película convencional es siempre muy fluida, te demoras diez segundos en llegar del punto A al B, pero en la vida a veces puedes estar cinco minutos en ese mismo camino, con confusiones sobre lo que se dijo, o contando las historias desde el medio y no desde el comienzo, y toda esa zarzamora la encuentro interesantísima. Y en mis abuelos eso se concretaba mucho”.
Y por otro lado vemos el documental que está haciendo la joven para el colegio, que agrega un elemento de realismo a la película.
“Yo venía con la intención de hacer formatos entremezclados, y surgió algo muy bacán que fue lo de los filtros, porque me encantaban, entonces dijimos ‘usemos el filtro que te pone la cara envejecida’, y eso le entregó un potencial a la reflexión sobre las vejeces y las corporalidades. Y esto estaba inmerso en este abuso del pacto ficcional, como lo llamó un amigo, que es el ejercicio donde el espectador, al estar frente a dos formatos, se ve un poco presionado a elegir cuál es más real y cuál es el que está más ficcionado. Yo, al saber de antemano que la audiencia va a estar en ese lugar, me permití una forma de dirección diferente, con los videos de los celulares, que provocan que uno se pueda relacionar con las reflexiones de qué es la vejez, o qué es lo viejo, desde una perspectiva mucho más cercana”.
¿Y por qué es una niña quien hace la pregunta y no un adulto?
“Surgió como lo más opuesto a lo que comprendemos como el adulto mayor. Se trabajó bastante en eso también, de los opuestos, por ejemplo, en la música del comienzo. Cuando hicimos el ejercicio de ver cuál es la música que se te viene a la cabeza cuando piensas en los abuelos, y la respuesta era el tango, dijimos ‘ok, pongámosle una música metal’. Hagamos todo aquello que no tenemos en la cabeza y veamos cómo podemos reaccionar a esos sincretismos. Ahí también entran los niños y los filtros”.
¿Crees que la experiencia de la vejez en Chile es particularmente difícil, o es simplemente la vejez lo difícil?
“Yo puedo hablar solo por lo que viví con mis abuelos. Hay dos factores. Uno tiene que ver lo que mencionaba antes, la perspectiva que tenemos con relación a la muerte. Y eso es súper triste, hay un temor que inunda todos nuestros otros temores como sociedad, frente a lo social, lo político, nuestras relaciones y nuestra relación con las emociones. Y, por otro lado, el factor más determinante es el económico, que en mis abuelos lo vi como fundamental, partiendo por el hecho de que te ves obligado a trabajar hasta el último día, a tener que cumplir con horarios y no tener plata para alimentarte bien, y tienes que comprar los productos más pencas porque son los más baratos, y te alimentas muy mal, no tienes mucha plata para salir, no sales de vacaciones. Y poco a poco empiezas a encerrarte en tu nicho. El cómo funciona la familia también, porque vivir sin plata y abandonado familiar, política y socialmente puede funcionar para muy pocos. Me he topado en conversatorios con personas que efectivamente no tienen las mejores condiciones económicas y viven felices, pero ese no es el estándar. A mí no me tocó mostrar la película en lugares donde la gente tiene grandes comodidades, no pasé mucho por eso. En algunos conversatorios sí, y me lo hicieron saber de primera, con respecto a que no todas las vejeces son iguales. Y claro que sí, pero hay algunas que son muy fomes”.
Muchas gracias por darnos esta entrevista, Ignacio. Antes de que nos dejes, ¿nos puedes contar en qué proyectos estás trabajando actualmente?
“Estamos con un par de pelis ahora. Una que se llama Yo fui, que vamos a grabar entre enero y marzo, vuelve a este abuso de la ficción, pero en una historia que trata sobre el asesinato institucional y el ajusticiamiento. Y la otra película, para la que recibimos una buena noticia, porque nos vamos a un mercado a España, se llama Un amputado y es sobre el sistema de salud en Chile y lo que es ser un amputado en nuestra sociedad. Esta la queremos estrenar en 2025 o 2026”.