El lugar de la otra

«El lugar de la otra»: Apuntes del debut de ficción de Maite Alberdi

Maite Alberdi es una de las directoras más importantes del cine chileno en este momento. La originalidad de sus documentales, tanto por sus personajes como por su punto de vista, la han llevado a conseguir nominaciones y premios en los certámenes más grandes del mundo. Desde el premio Goya a la Mejor Película Iberoamericana por La memoria infinita (2023) hasta las nominaciones al Oscar a Mejor Documental que recibió el año pasado por el mismo filme y por el Agente topo en 2021, sus méritos son muchísimos y se aprecian desde sus primeras películas, como La once (2014), donde se observa el gusto de la directora por los mundos íntimos y ese particular sentido del humor que aparece hasta en los momentos más tristes.

Por eso, el estreno de su primera película de ficción El lugar de la otra ha despertado mucha curiosidad. El filme tiene como protagonista a Mercedes Arévalo (interpretado por Elisa Zulueta), secretaria de un juez y dueña de casa, que se cruza con el destino de María Carolina Geel (interpretado por Francisca Lewin), una escritora y miembro de la elite intelectual de Chile que decide dispararle públicamente a su amante en un famoso hotel. Así comienza la cinta, que es sobre todo un viaje de autodescubrimiento de Mercedes, quien se ve interpelada por esta potente figura femenina que se salta todas las reglas y no siente culpa alguna por su crimen.

La historia de María Carolina Geel que vemos en la película está inspirada en un caso real, que también está contenido en el libro de la escritora chilena Alia Trabucco Zerán “Las homicidas”. Tal como se muestra al final del filme, el personaje de Francisca Lewin existió, así como el disparo en el hotel, y para sorpresa de los espectadores –y de la gente de la época– el indulto por parte del Presidente de la República tras la intervención de la mismísima Gabriela Mistral. La histora en sí misma es genial y Alberdi logra transmitir algunos de los elementos de sus documentales, como la cuidada exploración del mundo interior de Mercedes, que es un personaje ficticio, y el sentido del humor de varios personajes, especialmente de los testigos y el juez, quienes tienen algo de caricatura con sus comentarios evidentemente machistas.

Sin embargo, algo pasa en la ejecución, que la historia se siente mucho menos emocionante hasta ese momento culmine, el del final. Quizás porque está particularmente centrada en el personaje de Mercedes y no se aborda mucho la complejidad sicológica de María Carolina Geel ni la relación entre ambas, algo que podría haber sido muy interesante dadas las diferencias sociales y culturales que existen entre ellas. En el filme, Mercedes sirve como espejo para ver esas brechas. Lo que las une –de partida, el ser mujer en un mundo machista–, pero también lo que las separa, y esa tensión, a mí juicio lo más provocativo de la película, se alcanza solo en el final, cuando ella debe abandonar el lugar que había conquistado y debe cedérselo nuevamente a esta mujer y escritora, que de un modo cuestionable hace valer su privilegio de clase.

«El lugar de la otra», de la directora Maite Alberdi, fue elegida por Chile para representar al país en la competencia por Mejor Película Extranjera en la próxima edición de los Oscars. Actualmente se puede ver en Netflix.

Para situarnos: Luego de que María Carolina Geel se cruza en la vida de Mercedes, esta comienza a interesarse cada vez más en ella, en su libertad e independencia, a tal punto que comienza a frecuentar su casa y a usar poco a poco sus cosas y su espacio. Es como si se estuviera convirtiendo en ella, en un acto que también es ilegal y se sale de las normas. Mercedes se siente atraída por la idea de la artista, porque ella también tiene una pasión por la fotografía que rememora cuando se encuentra con este espacio. Aunque el desarrollo de este motivo en el filme es tímido, demasiado sutil. La figura de ambas mujeres es interesante y las piezas calzan, pero de alguna forma es como si faltaran detalles en el guion para sentirlo de esa forma. ¿Qué es lo que piensa Mercedes del crimen de María Carolina? ¿Tienen ellas una relación de complicidad que la hace pasar por alto el temor a que la pillen? ¿La admira a ciegas?

Cuando ella se entera de que María Carolina será indultada, y por ende, debe abandonar el departamento en el que estaba viviendo –sin profundizar demasiado, el filme sugiere que ella había dejado a su marido, al menos por un tiempo–, es cuando se siente la mayor tensión dramática, algo así como una traición de su parte, una sensación de abandono total por ser quién era. Al final, empieza a sonar I’ll be seeing you, de Billie Holliday (excelente elección) y Mercedes la observa a la distancia. ¿Es rencor lo que siente? ¿es complicidad con ella?

La interpretación queda abierta, y aunque eso siempre puede ocurrir, en la película no hay demasiado tiempo ni espacio para responder a estas preguntas. Alia Trabucco Zerán sugiere que el acto de resistencia de María Carolina Geel se habría relacionado con nunca develar los motivos de su crimen, algo impensado para la sociedad de la época, que estaba acostumbrada a titular estos sucesos como crímenes pasionales o productos de la locura. “La verdad no será dicha jamás. Ni a ti, ni a mí, ni a ellos”, habría dicho la novelista. Gabriela Mistral, por su parte, también fue muy escueta cuando expuso sus motivos al Presidente: “Sería esta una gracia inolvidable para todas nosotras”, le escribió en su misiva. Ante la dificultad de saber los motivos, Alberdi nos deja con ganas de explorar los matices y sombras de los personajes.

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