Algo se siente fuera de lugar en And Just Like That, la secuela de Sex and The City, que tuvo su regreso este 2021, después de 13 años sin ver a Carrie y sus amigas en pantalla. La última vez que vimos a los emblemáticos personajes de los 90 fue en el 2010, en la segunda película Sex and The City. Carrie se reencontraba con Aidan en el desierto, en medio de un lujoso viaje con Samantha, Charlotte y Miranda: la última vez que veríamos al grupo reunido. Pero ya entonces algo se sentía “off” en el show. Los despampanantes escenarios, el lujo de sus ropas y una narrativa algo extraviada comenzaban a dar señales de que esas cuatro amigas treintañeras, que se buscaban a sí mismas en un caótico Nueva York más sucio y auténtico, quedaban en el pasado.
A pesar de todo, le dimos una oportunidad a este nuevo show, por todo lo que queremos a sus personajes. La primera temporada comenzó débil, con una tragedia en el primer capítulo que nubló la serie de un tono gris, apesadumbrado, muy diferente al tono chispeante de Carrie. Mientras ella se recuperaba de la pérdida de Big, Miranda –que luchaba contra el alcoholismo pospandemia– se aventuraba en una nueva relación con Che, y de paso, cuestionaba su sexualidad. Un salto arriesgado, digno de Miranda, pero un tanto abrupto y sin mucha explicación. En cuanto a Charlotte, el estilo tradicional, perfeccionista y algo pacato de su personaje se multiplicó en su rol de madre, en un nivel a veces intolerable. Demasiado perfeccionista, demasiado preocupada de las apariencias, demasiado notoria. Poco real.
A ellas se sumaron nuevos personajes, una estrategia interesante, pero con un balance dispar. Lisa Todd (Nicole Ari Parker) y Seema (Sarita Choudhury) han sido por lejos las mejores, las que se sienten más compenetradas con la trama y el grupo original. Mientras que Nya Wallace (Karen Pittman) y sobre todo Che Díaz (Sara Ramírez) no terminan de convencer. No por las actrices, sino por el modo en que conectaron con los personajes: ¿dejar a Steve por Che? Difícil de creer de parte de una persona tan racional. Quizás lo que más se extrañó en la primera temporada fue la falta de humor entre el cast original. Sin Samantha (Kim Cattrall) y sin Big, el show se sumió en un dramatismo que poco tenía de atractivo para el espectador. Verlas adaptándose a estos nuevos tiempos, con temáticas como la identidad de género o la diversidad racial, también se sentía forzado. Lo mismo podemos decir de Carrie y su podcast, donde no se veía cómoda.
En esta segunda entrega, sin embargo, pareciera ser que el show está encontrando su tono. La llegada de Aidan (capítulo 8) le dio nueva vida a Carrie, quien se reencontró con esa versión adolescente que salía con un chico mucho menor y fumaba marihuana en una terraza de Manhattan en los dos mil. Aunque su reencuentro ha sido acelerado, le ha dado vitalidad a la serie y una ruta de desarrollo más clara: la historia nuevamente se trata sobre lo íntimo, la búsqueda del amor, las relaciones interpersonales y los dilemas internos, y no de este mundo estático en el que nos habíamos sumido; con tramas poco creíbles y giros demasiado inesperados.
Los personajes de Charlotte y Miranda también han evolucionado. El quiebre con Che se sintió como un alivio para sus fans –¡es cosa de mirar las redes!–. Que el símbolo del feminismo en la serie estuviera a la deriva, a merced de otra mujer, resultaba poco entendible. ¿Qué había pasado con Miranda? En los últimos episodios la escuchamos decir nuevamente sus sarcásticos comentarios, menos dulzor, menos culpa y más Miranda. El personaje termina dando una entrevista a la BBC, con posibilidad de continuar explorando su búsqueda sexual. Pero sin apuro.
En cuanto a Charlotte, su regreso al trabajo también le ha aportado dinamismo al personaje. Ya no es solo la madre perfeccionista y demasiado preocupada de la moda y el qué dirán. Hay un buen capítulo en que ella mira una foto suya de joven e intenta de diferentes formas de bajar de peso. Aunque es una trama muy cortita, representa un retorno a su rol de mujer.
Otros puntos fuertes de este segundo ciclo: el tono. Con una temporada a cuestas, los personajes de Lisa, Seema, Che y Nya están mucho más desarrollados y la interacción entre todas, como amigas, resulta mucho más relajada y fluida, algo que tenía el show original. Anthony, por su parte, y su nuevo amante italiano, han sido un acierto en el humor. La historia de Brady y Lily también es divertida y da luces de que esta nueva historia, con Charlotte y Miranda en su rol de madres puede funcionar. Quizás el último capítulo, “La última”, es el que más recuerda ese estilo introspectivo que tenía Sex and The City. Después de todo, Carrie era una columnista que se dedicaba a escudriñar el comportamiento de los demás, y en ese último capítulo lo vuelve a hacer… Hay intimidad, emoción y una espectacular aparición de Samantha que nos recuerda por qué la extrañamos tanto. Perfecta, divertida. De lo mejor de esta temporada.
En definitiva, algo no cuadra del todo con And Just Like That, pero en su segunda entrega se ha convertido en una serie disfrutable, con más posibilidades y quizás… con ganas de más. Su tercera temporada ya fue confirmada.
Photo: Courtesy of MAX