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The Taste of Things: El encanto de volver a la cocina una y otra vez

Hay películas que destacan por sus temas e historias y otras que lo hacen por el lenguaje cinematográfico: la elección de planos, de secuencias e imágenes en pantalla. Para el director vietnamita Tràn Anh Húng, ganador del premio a Mejor Director en Cannes el año pasado, cada vez se ven menos filmes como los segundos. Su última película, The Taste of Things (2023), enfoca la mirada en un tema simple: la cocina y todo lo que emerge alrededor de ella en la casa de campo de Dodin (Benoit Magimel), y su cocinera y amante Eugénie (Juliette Binoche). Con un ritmo pausado, casi al tiempo de los fogones, Anh Húng, construye una historia de amor entre sus protagonistas que es sutil y sugerente. Todo es sensualidad: desde el modo en que Binoche corta los vegetales hasta la forma en que Húng ilumina la cocina a medida que avanza el día. Un poco como le gusta al propio director: “Algo muy pequeño y al mismo tiempo, un significado muy, muy profundo sobre el sentimiento de la vida”, como dijo a The Guardian.


The Taste of Things, que fue seleccionada por Francia para competir en la categoría de Mejor Película Internacional en los Oscar 2024, comienza en la cocina, con los preparativos de una importante cena. Dodin, que es un reconocido caballero en las artes culinarias, tiene invitados a otros avezados comensales y prepara junto a Eugénie los más sofisticados platos: pescado al horno, carne estofada, salsas y cremas, pasteles, por mencionar algunos. El director filma como si estuviéramos cocinando al instante, con la delicadeza que toman los cortes y el tratamiento de cada ingrediente. La cena se lleva a cabo, y al poco andar nos damos cuenta de que algo no anda bien con la salud de Eugénie y que este motivo será el hilo conductor de gran parte del filme. A medida que se suceden las cenas y las preparaciones, la salud de la protagonista va menguando también, aunque de un modo sutil. Ante esto, Dodin, que siempre contó con ella para todo, invierte los roles y la mima con dedicación. La convence de que sea su esposa hasta que algo ocurre. Entre todo esto, Pauline, una pequeña aprendiz a cocinera que destaca desde la primera escena del filme, cumplirá un papel clave en la vida del protagonista hacia el final.


Quizás el principal tema de la película sea una cita de San Agustín que el propio protagonista comenta en un momento del filme: “La felicidad es seguir deseando lo que ya tenemos”. Es que hay algo cíclico y repetitivo en el acto de comer, pero que es significativo cada vez que lo hacemos. Cada preparación tiene el potencial de ser única, como un arte. Cada plato tiene ingredientes que corresponden a una estación, que también regresa cada año, y eso es la vida.

Para los apasionados de la cocina esta es una película que no se pueden perder. Es bellísima la forma en que están retratados los hornos, los mesones, la huerta. Una carta de amor a la cocina francesa, como escribieron algunos medios especializados. Tràn Anh Húng dijo que se hizo asesorar por un chef ganador de tres estrellas Michelin en el set, así como por el libro de 1825 de Brillat Savarin, The Physiology of Taste. Todo el oficio de la cocina se nota en el filme.

Ambientado en el 1800, The Taste of Things es también un recuerdo de un modo antiguo de hacer las cosas. De comidas a la luz de las velas, lejos de aparatos electrónicos y el ruido de la modernidad. Un testimonio de una cocina auténtica, donde los caldos eran realmente del cocimiento del animal, las hierbas apenas cortadas del huerto. Para el espectador moderno, ver The Taste of Things puede ser una invitación a volver a un tiempo perdido, donde todo era más lento, incluyendo el ritual de comer. Contemplativo, sensual y bello en su simpleza.

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