El director estadounidense Roger Ross Williams es reconocido por su capacidad de distinguir “momentos de intimidad y asombro” en sus películas documentales, y puede que ese haya sido el sentimiento que experimentó cuando visitó una arena de lucha libre por primera vez en Ciudad Juárez, México, en compañía del mismísimo Saúl Armendáriz, el famoso luchador “Cassandro, el exótico”, que se ha convertido en un ídolo para los fanáticos del deporte y, especialmente, para la comunidad queer, que ha visto reflejada en sus propias batallas el triunfo de lo gay en la cultura popular.
Ross Williams estaba preparando un documental sobre su vida, pero el sobrecogedor recibimiento de la audiencia en esa arena, “I Will Survive”, de Donna Summer sonando de fondo, Cassandro besando a los niños que levantaban los padres a su paso, le hizo decidirse por el género de la ficción. Con el respaldo de MGM y otras pequeñas productoras, convirtió la vida de este hombre en un su primer largometraje con guion original.
Gael García es el encargado de retratar a Cassandro, hoy de 53 años, y mucho del asombro y la intimidad que han interesado al director en sus otras películas, como God Loves Uganda (2013) y Life, Animated (2016), se pueden apreciar en este filme. La estructura del guion es clásica y sigue el concepto de las cintas biográficas, muy de moda en los últimos años. Primero vemos a Saúl junto a su madre, en la ciudad de El Paso, Estados Unidos. El director nos introduce en su mundo, los antiguos videos de lucha libre que veía con su padre, la amargura de una madre abandonada por su esposo y la incipiente pasión de Saúl por el vestuario y lo expresivo, algo que en ese entonces se conocía como “lo exótico”, y cuyos personajes jugaban un rol muy secundario en los espectáculos de la lucha: siempre perdían.
Saúl decide convertirse en un exótico que triunfe y con esa premisa se pone en movimiento la película que atraviesa los hitos que dieron lugar al nacimiento del ídolo, sus temores, sus triunfos y lo que significó para México contar con un luchador que abrazara abiertamente su homosexualidad. A pesar de contar con una estructura narrativa clásica, Cassandro tiene algunos elementos que la hacen única dentro de su género. Ross Williams se preocupa por los movimientos de cámara, por la fotografía y por construir escenas que transmitan la intensidad de las emociones que viven sus personajes. Uno de los elementos más bellos es la descripción que hace de la relación con su madre, particularmente la escena en que se sumergen en la piscina de una casa que no es suya mientras suena de fondo “Hasta que te conocí”, de Juan Gabriel. De algún modo, el director sugiere que ambos personajes se encuentran en el margen, anhelando ser parte de una sociedad que solo ven desde lejos. El viaje de Cassandro es por conquistar esos bordes.
La lucha libre, por otro lado, se muestra como un espacio de fiesta y de desahogo de rabias y prejuicios. Es como una mezcla del teatro griego con las gestas del Coliseo Romano. El director dedica muchísimos minutos para retratar ese mundo; se recrean peleas de Cassandro en diferentes arenas, las reacciones del público, la dificultad de ciertas técnicas de lucha y el tras bambalinas entre los peleadores y sus managers. Es, de cierto modo, un homenaje a un deporte, quizás el único en el mundo en abrazar abiertamente lo queer; el ring como símbolo de lo que ocurre también en la vida real. En un momento se dice: “La gente ve la lucha porque el mundo está chingado. Le cuentan una historia a la gente, donde el vil gana o no”. De eso se trata finalmente, de exorcizar en otros personajes lo que pasa dentro de cada uno.
Quizás hacia el final el filme va perdiendo un poco de fuerza. Cassandro ya ha alcanzado su punto cúlmine y se enfrenta a la soledad y los vicios que conllevan la fama. Gael García hace una gran actuación y es especialmente placentero verlo desfilar hacia el ring, desafiante y elegante a la vez. Maquillado. Exuberante. Bad Bunny –quien ha luchado para la WWE– también aparece, dejando en evidencia su pasión por la lucha y su pequeño papel cumple más que bien.
Cassandro, cinta entretenida y atractiva visualmente, pero irregular en su desarrollo, es el estreno más reciente entre varios que han abordado la lucha libre en los últimos años. Desde la premiada The Wrestler (Darren Aronofsky, 2008), que hizo ruido por su crudeza al mostrar el ocaso en la carrera de un luchador –y que tuvo dos nominaciones a los Oscar–, conocimos la historia de una compañía formada solo por luchadoras mujeres en la serie GLOW (Liz Flahive y Carly Mensch, 2017-2019), supimos los detalles de la vida de la famosa gladiadora Paige en Fighting With My Family (Stephen Merchant, 2019), seguimos el conflicto de dos hermanos luchadores en la serie Heels (Michael Waldron, 2021-2023), y estamos a la espera de The Iron Claw (Sean Durkin, 2023), filme que llega a los cines en diciembre y que reunirá a estrellas como Zac Efron (High School Musical) y Jeremy Allen White (The Bear). La película de Ross Williams, que destaca en esta lista al abordar el lado latino y queer de la industria, demuestra que la lucha libre goza de buena salud tanto en el ring como en la pantalla grande.