Hay cosas que el cuerpo siempre recuerda: una cama calentita, la ternura de alguien que te habla con cariño, las ganas de seguir escuchando a quien juega contigo y te escucha. La memoria infinita, la última película de Maite Alberdi (puedes leer la crítica aquí) empieza así, con Paulina Urrutia y Augusto Góngora, dos emblemáticas figuras de la cultura en Chile, juntos en la intimidad de su casa, tendidos en su cama, comenzando un nuevo día: pequeños momentos que nos traen recuerdos de nuestros abuelos, de nuestros padres y de esa parte de nosotros que tiene algo de frágil y enfrenta “lo común de todos los días”, como canta Silvio Rodríguez, en soledad, a cuestas y en donde el amor lo es todo.
Y es que a pesar del dolor y la certeza de que todo tiene su final hay una historia que contar en esos detalles. Una historia de amor, en este caso, y que Alberdi visualizó hace algunos años y se arriesgó a contar, a pesar de las negativas de Urrutia. Este jueves, en plena campaña de difusión de la película en Estados Unidos, la cineasta compartió algunos detalles del documental, cuyo estreno está previsto para el 24 de agosto en los cines de Chile. Emocionante, profundo y más urgente que nunca cuando se conmemoran los 50 años del golpe.
De la idea al documental
Maite Alberdi conocía a la pareja desde siempre, como todos los chilenos, por los programas de televisión de Augusto Góngora y el trabajo como actriz de Paulina Urrutia. Pero hubo un hecho en particular que la motivó a hacer la película: “Había sido contratada por una universidad para hacer una clase y la vi (a Urrutia) en un contexto de trabajo con él, y me di cuenta que toda la comunidad que trabajaba a su lado lo estaba cuidando con ella y fue la primera vez que vi a una persona con demencia o una persona que es dependiente integrada a la sociedad y no aislada. Y además los vi muy enamorados”, comentó. Ahí se acercó para intentar convencerlos de hacer una película: “Paulina dijo que no desde el primer día y durante muchos meses fue muy radical en su no. Yo le decía que quería contar una historia de amor y ella me respondía que no había ninguna historia de amor que contar y Augusto fue muy claro desde el comienzo, él me ayudó a convencerla”.
Para Urrutia, quien en persona es tal cual como aparece en el documental: transparente, comunicativa, presente –de hecho, se despidió de la mano con cada uno de los asistentes al visionado–, lo que la convenció fue “ver la película tal como ustedes la acaban de ver”. “Cuando la vi pude comprender por qué Augusto nunca se negó a hacerla”, le dijo a la crítica de Los Angeles Times que moderó la conversación organizada por Film Independent. “Claramente es su último acto de consecuencia y seguramente ustedes percibieron lo mismo (…) Alguien que ha trabajado en la memoria toda su vida y que parte de su vida haya sido trabajar en cine, al hacer esta película es también lo más coherente de la vida porque nos hace hacer a todos un ejercicio de memoria… y eso es lo que hace el arte”.
La memoria personal y colectiva
Quizás el cruce entre la memoria personal y colectiva es uno de los elementos más emotivos del filme, y también de los más valioso en un momento en que varios intentan reescribir la historia de esos años. Augusto Góngora jugó un papel crucial en dar a conocer lo que estaba ocurriendo en dictadura a través de Teleanálisis, y Maite Alberdi dice que él le dio varias pistas de esa memoria durante la grabación: “Yo empecé con la idea de solo grabar esta historia de amor, pero en el camino me di cuenta que Augusto estaba siempre recordando ciertas cosas. Hay un cuerpo que siempre está recordando los sentimientos y las sensaciones y él recordaba los amigos que habían fallecido, el amor, los dolores (…) Él trabajó para la memoria y me dio las señales de eso también, como la dedicatoria que le escribió a Paulina en el libro (se trata de la Memoria Prohibida, escrito junto a otros periodistas y autores), fue como que me estaba diciendo que me tenía que hacer cargo de la memoria histórica, porque él trabajó para eso”.
Es por ese motivo que la historia se va construyendo a través de emociones y motivos, que van uniendo el presente y el pasado. De alguna manera, se intentan establecer las relaciones que permitan al espectador comprender el peso del presente y del olvido en la vida de Góngora: “Es un filme que realmente nació en la sala de edición, porque en ese lugar entendí y escribí la película. Esta fue filmada por los tres, por tres generaciones, Paulina, yo y Augusto en diferentes periodos de la vida, y cuando junté todo entendí que no estaba construyendo una historia con una narrativa clásica, porque es una crónica sobre el deterioro y todos saben el final de eso. Así que la narrativa fue la asociación que necesitas hacer para entender el presente y cómo el pasado está relacionado con ello”, contó Alberdi. “Estábamos construyendo una sensación de su memoria interna”.
Los límites que respeta el documental
“Yo creo que esta película es muy sincera en develar todo lo duro de esta enfermedad. No oculta nada. Pero al mismo tiempo es capaz de mostrar el otro lado de la enfermedad”, dijo Paulina Urrutia durante el conversatorio. Es que a pesar de observar escenas muy duras de Augusto Góngora y el progreso de su enfermedad, disfrutamos de momentos de ternura, juego y de mucho cariño entre los dos: esos pequeños momentos que constituyen una vida y una historia de amor. Como dice Góngora en varios momentos del filme: “Conversar con los amigos, saber qué te ha pasado de nuevo”, la simpleza de estar presentes y compartir.
Urrutia se hizo cargo de la grabación cuando comenzaron las restricciones de la pandemia, lo que le permitió a Alberdi acceder a un nivel de intimidad entre ambos que, cree, no habría sido posible obtener de ninguna otra manera: “La calidad del material en la película tiene un alto porcentaje de honestidad y de exposición de la intimidad porque nunca pensamos, entre las dos, que iba a ser parte de la película. Aparte de que está muy mal filmado por mí. Pero fue una manera de permanecer juntas en un periodo muy duro (la pandemia). Y una manera de continuar con su investigación. Eso demuestra que en realidad nosotros nunca tuvimos límites”, contó Urrutia. “Fue justamente el respeto, el cariño y por sobre todo la dignidad con la que nos trató Maite en el montaje y la selección de ese material”.
“Es una buena pregunta la de los límites porque como cineastas documentales siempre nos preguntamos sobre eso y hay muchas teorías al respecto”, dijo Alberdi consultada por este tema. “Como cualquier relación en la vida tú construyes tus límites juntos. Este fue un proceso de cinco años de grabación y al comienzo todo se trató de construir nuestra relación de una manera muy lenta y tratando de entender dónde, cuándo…pero la mayor pregunta sobre los límites para mí fue sobre el final, porque quería estar con ellos hasta el final, pero cuando la película termina –que no es su final, porque él falleció un año después de que termináramos el documental–, fue muy claro para mí”, recordó Alberdi. “El día que estaban caminando y él dice ‘ya no soy yo’ y Paulina dice ‘yo creo que sí’, fue la primera vez que dijo ‘no me siento cómodo conmigo mismo’ y fue la primera vez, después de cinco años, que lo sentí, incómodo con la cámara ahí y ese fue claramente el final. Y ese es el límite, cuando sientes que estás en una situación incómoda”.
Las lecciones
“Tenemos mucho tiempo para aprender a despedirnos del otro y lograr comprender que todos necesitamos contar con alguien. Nosotros no nacemos solos y no tenemos por qué morir solos. Esta enfermedad, yo siempre digo, es como una muerte en cámara lenta y tenemos tiempo para comprender el significado de esa separación y lo que tenemos que hacer para estar ahí cuando eso ocurra. Si esto ya es duro… hay que poner del otro (lado), porque el dolor no lo vamos a poder evitar, pero el sufrimiento sí”, dijo Urrutia.
“Disfruté mucho hacer esta película, ellos son el tipo de parejas con las que realmente quieres estar, porque siempre están felices juntos. Fue increíble, porque si lo ves en el papel, sí, están pasando por un momento difícil, pero cuando estaba ahí siempre estaba muy feliz de estar con ellos”, contó Alberdi sobre el proceso de grabación.
“Augusto, como todos los hombres de nuestra época, tenía muy centrada su capacidad de definición y de identidad en su pensamiento, en su capacidad intelectual, de análisis, en su concepción del mundo, y cuando comienza esta enfermedad se profundizó toda su emocionalidad”, comentó Urrutia, cuando le preguntaron si había aprendido algo nuevo de su compañero con este filme. “Era un hombre lleno de ternura, sensible, cariñoso, sin lugar a dudas descubrí lo mejor de él con esta enfermedad”.
En cuanto a la enfermedad misma, Alberdi dijo que hay cosas que el cuerpo siempre recuerda, a pesar de todo. “El cuerpo recuerda el amor, yo lo vi hasta el final a Augusto recordando los olores, él la reconocía y reconocía tantas cosas siempre, realmente creo que cuando tienes amor y cariño el cuerpo va a recordar”.
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Photo: Courtesy of MTV Documentary Films
Las historias de amor no se pueden dibujar, solo se construyen con amor y alimentándolas día a día.
Las historias de amor no se pueden dibujar, se construyen con amor y hay que alimentarlas día a día .