El bordado como borde. Como curación cuando la piel se abre. Como forma de escribir el mensaje feminista y masificarlo. Como estrategia para comunicarse cuando está prohibido. Como posibilidad de devolver la vida. En Punto de cruz (2021, Editorial Almadía), la autora mexicana Jazmina Barrera nos sorprende con estas y otras múltiples funcionalidades que ha tenido el bordado a lo largo de la historia, en una fluida narración que se va tejiendo en paralelo a las experiencias de Mila, Dalia y Citlali, las amigas que protagonizan la novela. En esta entrevista, la destacada escritora, quien antes publicó Cuerpo extraño, Cuaderno de faros y Línea nigra, nos cuenta sus motivaciones para rescatar este oficio, las turbulencias que afectan a la amistad con el paso del tiempo y especialmente con la maternidad, y reflexiona sobre violencias que enfrentan tanto las mujeres como los hombres en la adolescencia.
¿Cuál era tu expectativa cuando comenzaste a investigar el bordado y sus diversas funciones e interpretaciones? ¿Te sorprendieron los resultados?
“Pues la parte de la investigación que tiene que ver con el bordado sí me sorprendió muchísimo. Creo que pronto me di cuenta de que era un tema inabarcable, de que el bordado ha sido un conjunto de técnicas que se han desarrollado en distintas culturas, geografías, tiempos, y que para cada comunidad ha tenido significados distintos, y una relación distinta con la estética, la economía, la tecnología y las jerarquías sociales. Hablar de cada uno de esos lugares y de esos tiempos habría sido ya una tarea enorme, y a eso se suma el hecho de que tampoco hay tantos estudios acerca de esta actividad. Los textiles tienen la cualidad de ser perecederos, de desintegrarse en el tiempo, entonces muchas veces fueron las mujeres las encargadas de hilar, tejer, bordar, coser, y lo hacían de manera anónima, sin que se le diera mucha importancia a su labor, sobre todo en Occidente y después de la Revolución Industrial. Eso también dificulta un poco sus estudios. Y sin embargo hay historias fantásticas creadas alrededor del bordado en muy distintas temporalidades y geografías, y yo lo único que traté de hacer aquí fue un humilde muestrario donde se le relacionara con todo eso con lo que se puede relacionar: las leyendas, los mitos, historias individuales y colectivas que tienen que ver con el arte, el feminismo, la medicina. De todo eso hay un poco en este libro. Solo una probadita”.
¿Hay alguna de las cosas que fuiste descubriendo que te haya sorprendido especialmente?
“Pues no sé si una en particular, pero creo que uno de los hallazgos que más me conmovió fue encontrar varias historias que tenían que ver con el bordado como un lenguaje secreto entre las mujeres que pasaba desapercibido por el poder, y mediante el cual ellas podían protestar, dejar su testimonio, crear, intercambiar ideas o crear en colectividad”.
¿Por qué decidiste escribir sobre el bordado en esta época? ¿Cuál crees que es la manera predominante en que se le mira hoy en día entre las mujeres?
“Bueno, creo que el bordado, así como muchas otras circunstancias que fueron asociadas a las mujeres de manera obligatoria, como la maternidad, la crianza, los trabajos domésticos, la costura, la cocina… todo esto fue obligatorio para las mujeres durante mucho tiempo, y hubo una generación, o varias generaciones, que se rebelaron contra esos mandatos, con toda razón, y se distanciaron de todo eso. Hoy creo que hay nuevas generaciones que están recobrando, revalorando y repensando, resignificando, todas estas actividades, y apropiándoselas, sobre todo en este caso el bordado, para muchísimos propósitos, que ya tuvo en la antigüedad, pero que ahora puede tener de manera más libre, como la protesta, el arte, la creación colectiva, el trabajo remunerado y un largo etcétera”.
La historia trata de tres amigas, Mila, Dalia y Citlali, y se percibe siempre como muy real. Sorprende que estos personajes, así como se les nombra, no existan, aún cuando uno sepa que hiciste toda una investigación de tu propia adolescencia y la de tus amigas. ¿Cuáles crees que fueron, las claves para que tu narración se sintiera así de verosímil?
“Pues lo que hice fue mezclar historias mías con historias de muchas amigas, y llegó un momento en que esa mezcla empezó a crear personajes mucho más definidos en mi cabeza, que se volvieron como mis amigas imaginarias, y yo sabía qué les gustaba, cómo reaccionaban, qué pensaban, cómo se veían, están muy claras en mi mente”.
El libro aborda un montón de temas relacionados con la adolescencia, como la inseguridad, la definición de una identidad, el descubrimiento de la sexualidad. En una parte describes lo que se supone que es la escuela, como un espacio de formación, y luego señalas lo que de verdad ocurre en ese momento, donde todo gira en torno a la transformación del cuerpo. ¿Tienes alguna reflexión con respecto a la escuela como el lugar donde uno vive esa transformación?
“¡Híjole! Pues sí creo que es fundamental, pero para bien y para mal según el caso (ríe). Creo que la educación por supuesto es necesaria, es deseable, pero dependiendo el tipo de educación. Creo que, en mi caso, en retrospectiva, he valorado muchísimo la impronta que tuvieron varias maestras y maestros en mi educación, en mi vida, en mi identidad, en mis decisiones, y también he podido observar a la distancia el impacto que tuvieron ciertas violencias ejercidas también en esa educación, y que en ese momento para mí estaban normalizadas, y que después me fui dando cuenta de lo que implicaban”.
¿Dirías que esta etapa es especialmente difícil para las mujeres?
“Pues en México sí. Y yo creo que en muchas sociedades de Latinoamérica, y del mundo, tristemente, todavía. Aunque creo que para los hombres tampoco es fácil, creo que las violencias machistas nos afectan a todes por igual y de distintas maneras. Creo que los hombres durante la adolescencia muchas veces aprenden que deben ejercer cierto rol, que deben comportarse de cierta manera, que deben ser agresivos, fuertes, silenciosos con sus emociones, y creo que también hace falta muchísimo estudiar qué pasa con los hombres, en eso y en general, qué pasa, cómo podemos ayudarlos a no convertirse en seres que ejercen violencia sobre ellos mismos y sobre más personas. Creo que es muy importante revisar esa parte”.
¿Y en este minuto crees que hay una voluntad del hombre por hacer esa revisión?
“Sí, no en todos, en algunos, creo que en algunos casos hay que educar, en otros casos hay que reeducar, en otros casos hay que contener. Y pues en eso estamos”.
Un momento de la narración que me llamó la atención es cuando Mila piensa sobre la amistad, y clasifica a las amigas de acuerdo a cómo se relacionan con ella una vez que es madre. Mila dice: “Ya pasé también por ese periodo en que quedó claro qué amigas conservaría cuáles no”, que depende de qué amigas se adaptan y cuáles siguen exigiendo su atención. Cómo madre, ¿te has debido enfrentar a este problema?
“Sí, para mí hubo un quiebre muy profundo en mis amistades a partir de la maternidad. Me acerqué a algunas, me alejé de otras, hice amigas nuevas, perdí amigas que pensé que iban a estar en mi vida para siempre, y es a partir de esos duelos también que surge esa novela”.
¿Hubo alguna reacción en tus amigas al leer esa cita?
“Ah sí, ha habido de todo (ríe). Gente que se entusiasma mucho, gente que se enoja profundamente, personas que se identifican o creen verse en momentos donde yo no estaba pensando en ellas. Algunas que se enojan y luego se reconcilian. Ha sido interesante”.
¿Cómo se maneja eso en la autoficción? ¿No sentiste nervios por cuál podía ser su reacción?
“Yo lo que hago es que hago un primer borrador, tratando de no pensar en la reacción de otras personas, para no autocensurarme. Luego hago una lectura más cuidadosa, tratando de pensar de qué manera puede que lo que escribí lastimar a alguien, tratando de mediar, y tomando decisiones difíciles, porque hay secretos que una quisiera guardar, pero también hay verdades que es importante decir. Yo creo que hay conversaciones dolorosas, pero que tenemos que tener como sociedad, y a veces hay que elegir entre esas dos cosas”.
¿Ha cambiado tu percepción de la amistad, del concepto de amistad, con el tiempo? ¿Cómo lo piensas o valoras hoy?
“Mis amistades han cambiado con el tiempo. Me he vuelto menos aferrada y he entendido que la distancia en la amistad es variable y eso está bien. Mis amistades siguen siendo para mí un pilar fundamental de la existencia”.
El libro comienza con una muerte y la historia siempre gira en torno a ella, a los recuerdos, a intentar comprenderla. Luego sabemos de sus cambios de planes, de sus dificultades, de las dudas que hay sobre su padre. ¿Por qué quisiste integrar esta tragedia en la historia?
“Bueno, como te decía la novela surge del duelo por la pérdida de muchas amistades, algunas que tienen que ver con la muerte, otras que tienen que ver con distanciamientos, o con quiebres de plano, y yo partí por la muerte porque es, pues, la distancia más definitiva de todas. Pero ahí yo estaba tratando de englobar todas esas pérdidas. Y también quería partir con la muerte como un detonador de la memoria, yo no quería que esta fuera una historia triste ni melodramática, quería que la muerte sirviera para celebrar la vida, y para activar la memoria, y para crear también. Hay una escena al final, que no voy a contar, pero que tiene que ver con el bordado y la amistad como una posibilidad de vida más allá de la muerte”.
Los viajes: como parte de la campaña educativa cuando son más jóvenes, luego a Europa, y luego a África/Sudamérica. ¿Son estos viajes una metáfora del tránsito que caracteriza esa edad?
“Sí, pues el viaje es algo fundamental, lo ha sido en casi todos mis libros, y para mí la lectura es una forma de viajar, quizás la que yo más disfruto, aunque también me encantan los viajes. Elegí los viajes para hablar de la amistad porque es en los viajes donde se revelan nuestras verdaderas personalidades, y en esa convivencia tan cercana se forjan vínculos muy importantes, y también se quiebran otros, y de eso quería hablar. Y también, como dices, de la adolescencia como un viaje, de esa voracidad de las adolescentes, o por lo menos así me sentía yo, que quieren leer todos los libros, ir a todos los lugares, escuchar toda la música, comerse el mundo”.
¿Cómo ha sido la recepción entre las mujeres? ¿Has recibido algún comentario reaccionario?
“Pues no, la verdad es que por lo menos la recepción que a mí me ha llegado ha sido muy calurosa, muy generosa, y de mucho entusiasmo. Hay muchas mujeres que me han dicho que no bordaban y que a partir del libro empezaron a hacerlo. Hay mujeres adultas mayores que me han dicho que han revalorado actividades que ya hacían. Solo tengo agradecimiento a partir de la recepción”.
Al final del libro hay un agradecimiento a una profesora de bordado. ¿Tomaste clases mientras estabas haciendo el libro?
“Sí. Buena parte de la reescritura de este libro fue durante la pandemia, y entonces yo tomé muchas clases de bordado por Zoom, o en estas plataformas que ahora hay de clases videograbadas, y una de las clases más importantes que tomé fue con una chilena que se llama Antonia Alarcón, que es una gran artista, y que enseñaba una investigación muy parecida a la que yo estaba haciendo, donde coincidían muchas referencias, pero ella también me aportó nuevas referencias acerca de la historia del bordado y de las mujeres”.
¿Es una actividad que es parte de tu cotidianidad?
“Sí, lo ha sido de manera intermitente desde que soy niña. Es una actividad a la que regreso siempre que puedo, y a veces la tengo que dejar porque no tengo tiempo, pero es algo que disfruto mucho, que disfruté particularmente en la pandemia, cuando también tenía más tiempo para hacer ese tipo de cosas, y que bueno, la última vez que bordé fue hace unos meses. Mi hijo me pidió que le hiciera un bordado”.
¿Qué sensación te produce bordar?
“Yo creo que se puede realizar en distintas circunstancias. Yo he bordado en compañía, y entonces el bordado se vuelve casi parte de la plática, del chisme, del intercambio, pero también he bordado en soledad y entonces es una forma de pensar, de crear, una forma de escribir incluso, mientras bordas, y también he bordado escuchando música, podcasts, viendo películas, en otras circunstancias. Es una forma de crear”.
Crédito de la imagen: Paulette Cabrera