En medio de la pandemia, aislado y sumergido en sus pensamientos, el cineasta Silvio Caiozzi vio a un hombre mayor. Estaba sentado frente a un reloj cucú y esperaba. Como todos, quizás, esperaba que la pandemia terminara y que su nieto junto a su novia volvieran con las compras del supermercado. Al imaginar esta escena, el director de Cachimba se puso a escribir. Era temprano, y no se detuvo hasta que dieron las siete. “Nunca me había pasado una cosa así”, recuerda. “Esa sensación de estar aislados, de estar solos, casi como en una cárcel, obviamente uno empieza a pensar altiro en imágenes que representan eso”.
Este guion es uno de los cortometrajes que estará contenido en un largometraje de cuatro cortos que prepara en colaboración con una productora argentina. Se trata de su primer proyecto audiovisual, luego del remezón que significó la pandemia para toda la industria creativa, y su primera entrega tras la galardonada Y de pronto el amanecer (2017), ganadora del Grand Prix des Amériques, en el Festival des Films du Monde de Montreal.
“Estamos recién empezando desde cero”, cuenta Caiozzi desde su nueva oficina en Providencia con Holanda. Esos meses de encierro, de ánimos convulsos y de poco contacto con otros artistas –“los chilenos somos medio parcos para eso”, dice– sí fueron fecundos en imágenes. Además del corto sobre este hombre mayor, habrá una segunda historia sobre dos jóvenes que coquetean a través de sus miradas, que también será parte del proyecto.
“Las historias que se están filmando en este momento tienen mucho que ver con el mundo de hoy”, dice Caiozzi. “En el fondo uno empieza a adaptar lo que está viviendo, ver a esta gente joven que para todo tiene que usar mascarillas, y luego Internet, entonces las relaciones que existían antes, directas, desaparecen. Estos cortos están metiéndose en los seres humanos, no son anecdóticos, con situaciones o cosas así, sino al contrario. La idea es ver –literalmente– qué le pasa a las personas cuando se relacionan con este mundo nuevo”.
Contar sin palabras
Con siete largometrajes, dos documentales cortos y una amplia experiencia en cine y televisión, Silvio Caiozzi tiene un lugar en la filmoteca del cine chileno. Fue el primer director chileno en estrenar una película propia en plena dictadura militar –Julio comienza en julio (1979)–, y sus películas Coronación (1990) y, Y de pronto el amanecer (2017), han sido aplaudidas en distintos festivales internacionales de cine independiente.
Uno de los rasgos que distingue su cine es el deseo por crear atmósferas, mundos oníricos y espacios que transmitan el mundo interior de los personajes. De allí, quizás, su cercanía con la literatura. La luna en el espejo (1990), por ejemplo, fue escrita en conjunto con el novelista chileno José Donoso, y sus películas Coronación (2000) y Cachimba (2004) también están inspiradas en novelas del mismo autor. El libreto de Y de pronto el amanecer (2017), en tanto, fue inspirado en algunas situaciones y personajes del escritor Jaime Casas.
“La especialidad de un novelista es desarrollar los interiores de los personajes. Las novelas valen, porque los personajes han sido desarrollados por el escritor por años y a veces toda la vida. Y a mí me gusta mucho el cine que pone a los personajes en primer nivel”, dice Caiozzi. “Al pasar novelas al cine, tú partes de un mundo desarrollado, que no significa que hay que copiar la novela, hay que hacerla cine, que es otra forma completamente distinta de narrar, el cine tiene que encontrar la forma de narrar esas emociones sin palabras”.
Eso es lo bonito quizás del cine…
Eso es lo bonito.
¿Tienes novelas o autores favoritos que te inspiren?
Yo he tenido la tremenda suerte de encontrarme con escritores fantásticos chilenos, como José Donoso, Gustavo Frías y Jaime Casas. Con ellos logramos entendernos muy bien y funcionar en conjunto, porque entendíamos muy bien cómo ver el cine, cómo poder desarrollar los personajes, entonces, la verdad es que yo tuve mucha suerte. También recomendaría literatura latinoamericana, que hay joyas, y que el cine latinoamericano no aprovecha mucho eso. Si tú miras el cine inglés, que es uno de los mejores del planeta, lo que hace es basarse generalmente en obras de la literatura inglesa.
Tienes razón, no lo había pensado…
Te fijas, en cambio, Latinoamérica no hace eso. Incluso yo me acuerdo que por ahí por fines de los 60, de repente se pone de moda que las películas no hay que hacerlas de ningún libro, ninguna novela, ninguna cuestión, sino que hay que improvisar. Y, después hay que llevarla a la mesa de montaje, y en la mesa de montaje se hacía la película. Se puso de moda eso.
Y ahora, ¿crees que la televisión ofrece posibilidades que el cine no?
Sí, el formato de serie lo que ha hecho es ser como una película larga, porque ya no hay esa diferencia entre una película de cine y una cosa hecha para televisión. Lo que se hacía para televisión, tenías que pensar en escenografía… Hoy las series son cinematográficas, salen a filmar a cualquier parte, totalmente como el cine… y la gente ya se habituó a eso, entonces es fantástico, es lo mismo, es la misma forma, el mismo pensamiento en realidad, si la única diferencia es que una dura un par de horas y otro es una película que puede durar meses.
De hecho, algunas personas piensan que estamos en una era dorada del cine, justamente por el streaming (Netflix, HBO, AppleTV) ¿tú estás de acuerdo con eso?
Para mí gusto, la época dorada del cine fue entre de los 60 y mediados de los 70. A Chile llegaban películas todas las semanas de realizadores cada vez más sorprendentes: estamos hablando de Fellini, de Bergman, de Antonioni, de Godard, era impactante esa época, uno veía propuestas cinematográficas maravillosas y distintas. Cuando hay análisis de la historia del cine, todos terminan hablando de esos años. Hoy es cierto que hay un desarrollo fantástico, y de unas series espectaculares, eso es muy cierto, muy bien hechas, muy bien actuadas, pero la diferencia es que hoy, continúan las recetas para tener éxito de taquilla. Predomina eso, en esa otra década predominaba el autor, tanto así, que la gente seguía a los autores. Le importaba un bledo cuál era la última película de Fellini, querían ver a Fellini, o Antonioni, porque era el autor el que entregaba propuestas diferentes, cada uno de ellos. Hoy si te fijas son todos productores, los directores los cambian a cada rato y da lo mismo, series que tienen directores para determinadas cosas, para las escenas de peleas, románticas…
Entiendo, ¿ahora estamos en una era muy del productor?
Claro, el productor manda hoy día. Si el productor dice hay que hacerla así, y el director dice no me gusta, a los guionistas les exigen, hacen estudios de marketing, testeos y ven que el malo de la película tiene que salir victorioso, entonces empiezan a exigir ellos. Entonces, estamos viviendo una época muy tecnologizada, muy planificada, muy llena de logros, pero cuando la miras con una perspectiva artística empiezas a descubrir todos los trucos.
¿Crees que en el caso de Chile su época dorada también fue en el pasado? Han habido más nominaciones a los Oscar, que al menos la prensa destaca mucho…
Yo tengo la sensación de que Chile, su época brillante, fue alrededor del 2000 más o menos, cuando se hicieron varias películas que ganaron premios importantísimos. Fueron como unos 5 años, películas como Machuca, La Frontera, Coronación, La Nana, que ganaron premios en forma totalmente independiente, porque el Oscar tiene bastante poco de independiente, hay mucha política en el Oscar, en cambio, esta otra época era distinta.
¿Te parece, de todos modos, que el cine chileno vive un momento interesante?
A ver, lo interesante es que se aprendió a participar internacionalmente. Se han profesionalizado las técnicas de cómo participar y cómo producir. Antes en Chile estábamos todos perdidos respecto a eso, entonces, eso da la posibilidad de estar más presente. Pero de nuevo, si lo miramos desde un punto de vista artístico, yo no diría que es una época muy brillante en este momento del cine chileno. Aunque tú me digas hay un Oscar por ahí.