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El periodista y escritor acaba de presentar su documental en el Festival de cine Laliff en Los Ángeles, el que fue producido y dirigido junto a su esposa Claudia Calviño. Este cuenta sus últimos años de vida en Cuba junto a su familia, desde los acosos sufridos por los agentes del Estado hasta su exilio forzado en 2021. “Siempre se cree que los periodistas independientes son héroes y yo quería mostrar la cara sincera”.

“¿Cómo estoy?, yo diría que estoy”, dice Abraham Jiménez Enoa desde Barcelona. Los últimos años han sido una montaña rusa para el periodista y director del documental Isla Familia. De ser una de las voces más reconocidas en el periodismo independiente de Cuba, fundador del medio El Estornudo y referente de una generación que intentó cambiar las cosas con la llegada de Internet, pasó a ser un prisionero en su departamento en La Habana. Asediado por los agentes del Estado, limitado en sus posibilidades de salir e incluso de relacionarse con sus amigos.

En 2021, luego de las masivas manifestaciones en contra del gobierno, a las que asistió como reportero, recibió un ultimatum: o se iba del país o corría el peligro de ser encarcelado. Y el 8 de enero de 2022, “una fecha que se queda tatuada en la memoria”, dejó la isla por primera vez. El documental Isla familia, una de las proyecciones del festival de cine Laliff, cuenta todo ese viaje desde un punto de vista íntimo y familiar.

Usando solo sus celulares, Abraham y su esposa Claudia Calviño, reconocida productora de cine en Cuba, comenzaron a grabar su vida en La Habana: desde la pandemia hasta que debieron abandonar el país para resguardar su seguridad. Entremedio, se enteraron de que iban a ser padres de Theo, quien también ocupa un lugar muy importante en el filme. El resultado, un registro en primera persona de lo que significa vivir y resistir en la isla en este momento. También de las heridas con las que cargan quienes deciden desafiar al poder.

Salir del pozo

“Al comienzo, nuestra intención no era hacer una película, sino crear un proyecto juntos que nos diera ánimos y nos mantuviera ocupados durante el encierro”, cuentan los directores. Abraham llevaba varios meses deprimido por el constante acoso del gobierno y Claudia fue quien lo motivó a hacer este proyecto. Aunque ninguno de los dos estaba seguro de que esto se convertiría en una película.

“Yo estaba como muy deprimido y a ella se le ocurrió empezar a filmar nuestra vida para que yo saliera de ese pozo oscuro en el que estaba”, cuenta Abraham. “Todo el tiempo le hacía el chiste, ‘bueno qué película vamos a hacer nosotros con dos celulares y sin dinero y además encerrados, en una pandemia, y es bonito que luego de cuatro años, está la película ahí”.

¿Cuándo se dieron cuenta de que tenían un filme entre manos?
“Cuando nos dimos cuenta de que estábamos filmando las escenas más importantes de los últimos años en Cuba, y luego lo que significó el exilio. Y sobre todo esa cosa que no estaba en el cine cubano, que es la intimidad, lo que hay de puertas para adentro en las familias que deciden alzar la voz en ese país. Siempre está contado de puertas para fuera, y yo tenía esa intención, porque siempre se cree que los periodistas independientes, los opositores, los activistas son héroes y mártires y gente a prueba de bomba, que no tienen depresión, que no que se sienten mal, que siempre están bien, que pueden con todo y bueno, yo quería como mostrar la cara sincera”.

Claro, de hecho, en el documental no se ve mucho La Habana o su barrio. Hay algunas escenas al final donde se ve el mar y otras donde hay gente reunida en la calles. ¿Eso fue por lo que me cuentas o también porque hay prohibición de grabar la ciudad?

“La película es una especie de video de familia. Íntimo, subjetivo y ese es el estilo. Hacer otro tipo de plano y de mirada rompía con lo que queríamos contar, pero sí, tampoco en La Habana tú puedes salir a la calle a filmar así y todo. Si hubiéramos decidido hacerlo, hubiera tenido que ser escondidos, y más yo que estaba tan perseguido y fichado. Pero es una decisión autoral, esa mirada hacia dentro y mostrar prácticamente que la película ocurra dentro de una casa”.

¿Fue muy difícil cortar algunas escenas? ¿Cómo decidieron qué dejar fuera?
“Se quedaron fuera muchas cosas de la vida aquí en Barcelona y otros lugares de Europa que habíamos filmado. Por ejemplo, había muchas cosas de racismo y tal, pero no se pudieron montar porque habría que explicarlas mejor a nivel narrativo, así que decidimos dejarlas fuera”.

O sea que lo grabado en Cuba es lo que más vemos en el documental…

«Sí, sí, pero así y todo quedó mucho material fuera también, pero claro, a nivel de años también filmamos mucho más en Cuba. Filmamos en Cuba 3 años y fuera 1 año y medio. Entonces, claro, había muchas más horas en Cuba. Pero también mucho del material de Cuba era como repetitivo. El de afuera era como más distinto, más variado, pero quedó mucho menos dentro».

¿Y cómo ha sido el proceso de sacar el documental? ¿Les ha traído algo de reparación, quizás, de todo lo que han vivido en los últimos años?

(Suspira) “Depende de cómo se mire, ¿no? Para mí no. Sí ha sido una especie de exorcismo. Yo siento que la película para mí es el final de un ciclo porque cierra un momento de mi vida, obviamente personal, pero también profesional. Ahora estoy escribiendo una ficción, me interesan otros temas, ya no sé si soy un periodista, y también cierra un ciclo con respecto a Cuba. Entonces para mí, sí es un antes y un después. Ahora, a nivel de lo que la historia cuenta, no creo que haya reparación alguna. Todo lo que pasó al interior de mi familia materna, con mis padres, con mis hermanas, esas horas y esas rupturas, eso ya nadie me lo puede devolver. Incluso en el caso que le dieran un Oscar a la película, nada de eso, nada de lo que me pueda dar esta película va a tener el peso de la historia y va a poder reparar lo que he vivido”.

La Cuba contemporánea

Abraham Jiménez pertenece a una generación de periodistas que intentó narrar la realidad de la isla, de forma independiente, luego de la llegada de Internet. Desde su exilio ha escrito dos libros sobre el tema “La isla oculta: Historias de Cuba” (2023) y “Aterrizar en el mundo” (2024), este último gracias a la beca Michael Jacobs de Crónica viajera que entrega la Fundación Gabo.

Cuenta que una de las cosas que le ha dado satisfacción de todo este proceso es encontrarse con personas que han cambiado su percepción de Cuba con el documental. “No tanto con los cubanos”, dice, “sino con gente que tiene como un desconocimiento o piensa que Cuba todavía vive en el romanticismo de la revolución” y es aquel proyecto de 1959.

“Cuando la gente ve una historia así que no es políticamente persé, sino que es de una familia, de unos jóvenes y la gente ve lo que sucede, a muchos les ha servido para tener los argumentos y darse cuenta de lo que es Cuba. Entonces, eso sí es bastante gratificante”, dice Jiménez.

¿Hay más personas haciendo periodismo en Cuba? ¿Documentando lo que pasa?
“A Cuba llegó el internet a finales de 2015 y a partir de ahí hubo una generación que salimos de la universidad y fundamos unos medios independientes que contaron ese cambio en el país, pero a partir de las protestas del 2021 todos hemos tenido que salir y estamos desperdigados por todos lados. Es muy triste, cómo esa generación que pensábamos que íbamos a cambiar el ecosistema mediático, de alguna manera, lo cambiamos, porque de no haber nada pasamos a contar un país, pero en Cuba hay un solo partido, el Partido Comunista, que rige por ley todos los medios de comunicación, las emisoras de radio, los canales de televisión y los periódicos. Entonces, hacer periodismo fuera de esa sombrilla legal, es ilegal. Con el Internet, nosotros llegamos y montamos esos medios, pero los desarticularon y todos estamos en el exilio. Queda muy poca gente adentro, poquísima gente. La mayoría del periodismo independiente cubano hoy se hace desde el exilio”.

O sea las cosas en Cuba se mantienen iguales…
«Peor, porque a nivel económico el país ha llegado a unos niveles que eran impensados, pero a nivel político todo sigue igual, si te expresas, te castigan, si alzas la voz, te acribillan y a nivel económico peor que cuando yo estaba, por lo que me cuentan».

Con el tiempo que ha pasado y con este giro que quieres hacer en tu carrera, ¿qué sientes respecto del rol del periodismo? Lo digo pensando en lo que pasa en Gaza, que de repente se intenta documentar, pero las cosas no cambian, ¿qué reflexiones tienes sobre eso?
“Ya, que es complicado. Es difícil, muy difícil hacer periodismo en contextos autoritarios. En contextos como el cubano, que puede ser como el nicaragüense, el venezolano, directamente le apuntan a la profesión, desarrollan una serie de leyes donde vuelven ilegal la profesión, te persiguen, te acosan, a ti, a tu familia, a tus seres queridos y es muy, sumamente desgastante. Pero hay que hacerlo, porque justamente el riesgo que se corre, que es lo que pasó en Cuba anterior a mi generación y mis contemporáneos es que había un país que no estaba contado. Entonces, es imprescindible que existan los periodistas y esta frase tan manida, de lo que el poder no quiere que se cuente, pero eso tiene un costo muy, muy alto.

“Es muy difícil y más cuando luchas contra un Estado, que es capaz no solo de acribillarte adentro y acreditarte una muerte civil, como es el caso de Cuba. Si de pronto, lo que me pasaba a mí, si de pronto ni siquiera puedes ir a botar la basura, si de pronto no tienes ni Internet, no puedes ni hacer una llamada, si a tus padres los botan del trabajo, si amenazan a tu esposa, si amenazan a tu familia, si a tus amigos los llevan a calabozos, si pierden su trabajo, si sales a la calle y nadie te quiere mirar, nadie te quiere saludar porque bueno eres un apestado, si te sacan por la televisión y dicen que tú eres un agente de la CIA, claro eres una no-persona, como diría Orwell, entonces no hace falta darte un disparo en la cabeza, ya te han matado, te han acreditado una muerte civil y para colmo si luego te dicen, que te tienes que ir del país y no regresar más o irás a la cárcel, es difícil, cómo hace uno para seguir contando ese país”.

¿Crees que vas a dejar de escribir de Cuba en algún momento? ¿Se puede?
“Podría escribir otras cosas, de hecho tengo ganas, pero no creo, porque al final esas son todas mis referencias, son mi día a día y, por ejemplo, lo que estoy escribiendo ahora, no acontece en Cuba, pero está relacionado con Cuba y ya te digo, el personaje es un periodista. Entonces eso siempre va a estar ahí, aunque yo quiera engañarme a mí mismo, sigo desde otro lugar. También creo que cuando uno escribe un libro, cuando hace una película, cuando escribe literatura también es una forma de hacer activismo, de poner la fuerza en la palabra y eso no hay quien lo borre y va a quedar ahí para el resto de la historia. Es sencillamente pasar a otro formato, pasar a a otras maneras que podrían ser incluso más imperecederas que el periodismo”

Y bueno, para terminar, ¿tienes esperanza de volver a Cuba en algún momento?
«Sí, claro, es mi país. Es mi todo, pero bueno, no hago nada con la esperanza. No depende de mí, depende de ese gobierno. Intento mucho no pensar mucho en esa idea, porque de momento no tiene solución, pero sí, ganas no me faltan, claro, y además que tengo toda mi familia allí».

No se pierde ese sentimiento…
«No, no. Cambia, pero no se pierde».

El documental Isla familia será presentado en el Costa Rica Festival Internacional de Cine, que se llevará a cabo del 26 al 29 de junio.  También estará en Vancouver, Canadá, y en Nueva York. Para mayor información sobre el itinerario del filme puedes seguir las redes sociales de Abraham Jiménez o la productora Cacha Films.

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