Beetlejuice Beetlejuice

«Beetlejuice Beetlejuice»: La locura de Tim Burton no pierde su chispa

No había muchas pistas que apuntaran al regreso de Beetlejuice. Además de las más de tres décadas que pasaron desde que se estrenó la primera parte, en 1988, el personaje principal de aquella cinta era un representante del humor políticamente incorrecto (hostigaba a las mujeres, hacía chistes subidos de tono), ese que a fines de los ochenta era sinónimo de éxito y que hoy pocos quieren escuchar. Nada de eso le importó a Tim Burton, el venerado director de Sweeney Todd (2017) y El gran pez (2003), entre muchísimas otras, quien se atrevió a decir tres veces el nombre de su loca criatura y ¡paf! reapareció en Beetlejuice Beetlejuice (2024), una secuela que no le debe nada a la original, sino que le hace homenaje y le da nueva vida.

En un momento en que las sagas han perdido su buena fama, esta segunda parte rompe esquemas al salir airosa, por ejemplo, en términos creativos. Beetlejuice, la primera, cuenta la historia de una pareja, los Maitland, quienes, tras morir intempestivamente, deben lidiar, ahora como fantasmas, con los Deetz, la particular familia que llega a habitar su hogar. Desesperados por sus ineficaces intentos de expulsarlos, recurren al fantasma más grosero y astuto del más allá, Beetlejuice (Michael Keaton), una especie de mezcla entre Saul Goodman y Bugs Bunny, pasada por el barniz oscuro de Burton. El resultado no fue bueno, y quien debió ser expulsado fue el propio Beetlejuice, peligroso para cualquiera que esté a su alrededor.

La secuela deja atrás a los Maitland y se enfoca en los Deetz que siguen en pie en la casa: Delia (Catherine O’Hara), la madre de la familia y ahora también abuela, y Lydia (Winona Ryder), su hija, amiga de lo paranormal desde pequeña. Ambas actrices regresan a sus personajes con sorprendente naturalidad, como si nunca los hubiesen abandonado. Lo mismo se puede decir de Keaton, cuyo personaje sigue igual de desubicado y provocador. La química entre este último y Ryder es nuevamente uno de los puntos altos. Pero la gran jugada de Burton fue traer nueva sangre al libreto. Y nada mejor para ello que quien lo puso en los primeros lugares de Netflix hace no mucho: Jenna Ortega.

La protagonista de Merlina (Wednesday) es Astrid, la hija de Lydia –no muy distinta a la chica de la serie–, por quien pasan los grandes conflictos del filme. Primero, es quien más sospecha de las intenciones de la pareja de su madre, Rory (Justin Theroux), un productor televisivo que tiene el signo peso en sus ojos. Segundo, tiene el sueño de poder conocer a su fallecido padre, Richard, interpretado por el chileno Santiago Cabrera, quien curiosamente no se le ha aparecido a Lydia. Y tercero, y lo más importante, es conquistada y utilizada por un malvado fantasma, quien se hace pasar por un joven inofensivo. Para variar, el remedio estará en invocar a Beetlejuice, con quien los problemas se multiplican.

Hay otros nudos desarrollándose al mismo tiempo. Por ejemplo, Monica Bellucci destaca como Delores, la implacable exesposa de Beetlejuice sedienta de revancha. Y Willem Dafoe toma el papel de Wolf Jackson, un exactor de acción, ahora detective, quien no es tan gracioso como debería.

Por último, el filme también acierta al mantener la esencia de la saga no solo en los personajes, sino también en su estética. El mundo del más allá, con su larga lista de espera por ser atendidos, sus submundos de pesadilla que mezclan animación y stop-motion, y sus góticos pasillos como los del Doctor Caligari, se ven muy similares a los ya conocidos, solo mejorados por el CGI y ampliados con nuevos espacios de locura, como la estación de metro que parece discoteca y la ticketera del mismo.

En conclusión, una secuela muy completa, que demuestra el cuidado que hubo por mostrar algo que aportara y no fuera forzado, aunque tomara más de treinta años. Algo en lo que definitivamente pierde con la original es en el uso de la música: aunque hay un guiño a “Banana Boat (Day-O)”, de Harry Belafonte, los números musicales, que los hay, intentan crear otras escenas memorables, sin el éxito logrado la primera vez. Un detalle.

Crédito de la imagen: Warner Bros Pictures

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