Este 26 de septiembre, en el teatro Lindwood Dunn Theater en Hollywood, se estrenó la tercera temporada de Ramy: la serie creada, escrita y dirigida por Ramy Youssef, que desde su debut en 2019 se ha ganado el aplauso de la crítica y la audiencia.
Ramy cuenta la historia de un musulmán estadounidense, que inicia un viaje espiritual por entender sus creencias religiosas en un entorno despojado de las tradiciones, los simbolismos y el fervor religioso que sostiene a el Islam. La historia está ambientada en la ciudad de Nueva Yersey y utiliza el género de la comedia para abordar las complejidades que enfrentan las nuevas generaciones de inmigrantes, que deben contrastar su herencia familiar con una sociedad cambiante, nihilista y que exige otra respuesta de ellos.
El protagonista está frustrado por esa imposibilidad de entender su entorno, y sobre todo, a sí mismo. El deseo de cumplir correctamente con los preceptos que demanda su religión es contrastado permanentemente con su genuino desinterés, y esa contradicción lo conduce a errores y malentendidos durante todo el show. Hay muchísimo humor en ello, y por eso es tan fascinante de ver. Sin embargo, en esta tercera temporada hay un giro. Luego de un dramático final de temporada, en donde Ramy le confiesa a su esposa que ha sido infiel en la mismísima noche de bodas, pareciera que el protagonista no puede tocar más fondo. Y lo que vemos al inicio de esta temporada, quizás es culpa, el deseo de redimirse.
La historia es más oscura, más dramática y menos chistosa, sobre todo cuando se trata de Ramy. El personaje casi no sonríe, sospecha de todos y trabaja. Se enfoca principalmente en ganar dinero, pasando a llevar incluso la relación con su tío, Naseem, y su mejor amigo, Steve. Sus intervenciones son densas y críticas hacia todos: tanto hacia los discursos progresistas como religiosos (sus padres y amigos), que parecen tener explicaciones para todo, cuando él sabe que es imposible ser totalmente consecuente sin perder algo.
En ese contexto, los personajes del padre (Farouk), la madre (Maysa), la hermana (Dena) y el tío de Ramy (Naseem) son quienes más encarnan el sentido del humor de la serie. Sus propias insatisfacciones y dudas se desarrollan en mayor profundidad en esta temporada, aportan frescura a los capítulos, y en su conjunto, permiten entender mejor de qué se trata esta serie. Apreciamos a través de estas historias, que los padres también tienen contradicciones y, que poco a poco, se han ido distanciando de lo que profesan.
¿Es posible tener un pensamiento propio? ¿O somos solo un reflejo del entorno? ¿Qué es lo que define mi propia identidad, más allá del lugar dónde crecimos, la religión, los estereotipos y las reglas que nos hemos impuesto como sociedad? De todo eso se trata Ramy y, también de la fe. Vale la pena esperar al capítulo final para entender que… por primera vez en mucho tiempo, Ramy está rezando porque realmente lo desea.