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La segunda película de la directora argentino española muestra a un grupo de documentalistas americanos que decide viajar a Argentina para conseguir una historia viral. El resultado es una trama absurda, divertida y que se ríe de nuestra obsesión por las redes, así como de la interacción entre dos mundos –el de los “gringos” y los argentinos– quienes tienen más en común de lo que pareciera.

A los 25 años, la artista y directora de cine Amalia Ulman se hizo famosa en el mundo del arte por su performance Excellences and Perfections. Por meses y meses simuló ser una persona común corriente en redes, que compartía su rutina de belleza, y pedía opiniones sobre su color de pelo y sus atuendos. Todos le creyeron y, Ulman, de origen argentino-español, se hizo conocida por poner de relieve la forma en que las redes pueden moldear la percepción personal.

Con el tiempo, sintió que el mundo del arte tenía una toxicidad que no le gustaba y decidió incursionar en el mundo del cine. Primero, con el filme El Planeta (2021) y ahora con Magic Farm (2025), estrenada en Sundance a comienzos de año y recientemente disponible en la plataforma Mubi.

Desde el primer momento, hay algo muy fresco en la película que te atrapa: pueden ser las cámaras y la sintonía que eso tiene con nuestra realidad, puede ser la magnífica Chloë Sevigny mirando a la cámara o la soltura de cada uno de sus planos. El filme sigue la historia de un grupo de documentalistas de Estados Unidos obsesionados con crear contenido viral.

Chloe Sevigny es el rostro de este show audiovisual que persigue “subculturas extravagantes de todo el mundo”, desde nuevas vestimentas hasta estilos de baile impensados de personas comunes y corrientes. Esa ambición los lleva a San Cristóbal, un pueblo perdido en la ruralidad argentina, donde el grupo intenta dar con el paradero de Super Carlitos, un cantante que se ha vuelto viral en redes, con sus videos y peculiares orejas de conejos.

Al poco tiempo, Sevigny y sus productores se dan cuenta de que el influencer no vive allí y quedan atrapados en San Cristóbal con la tarea de convertir cualquier cosa en una historia que se pueda contar. El resultado es una trama absurda, divertida y que se burla de las redes, la búsqueda de la fama y la visión que tienen los “gringos” de Latinoamérica.

Ulman se detiene en la picardía local, en la precariedad del pueblo y en la ignorancia de los documentalistas sobre el lugar al que están visitando, una caricatura del gringo que se mira demasiado al ombligo y sabe poco de la realidad de los países latinoamericanos, más allá de los estereotipos. Pero así como extrañan las comodidades de lo que sería “el primer mundo”, también parecen fascinados por este nuevo país. Aunque se quejan porque se tapó el baño, por ejemplo, también gozan conversando e involucrándose con los habitantes del pueblo.

Como buen latinoamericano, nosotros reconocemos al clásico señor del negocio de barrio, al dueño de la pensión, al grupo comunitario que impulsa actividades recreativas: detalles que son entre divertidos y trágicos, como también proponen Bernardo Quesney y Tomás Alzamora en sus películas Historia y Geografía y Denominación de Origen. También están los arquetipos universales, como el del mujeriego, la presentadora diva, o el productor de televisión que se escabulle sin decir por qué. Pero la directora añade incluso otro elemento más al filme, con varios de los habitantes del pueblo visiblemente afectados por los pesticidas que se usan en la zona. Un detalle que tiene su razón de ser, ya que la propia Amalia Ulman tuvo un accidente de auto que la dejó con una discapacidad. Sobre incluir esta temática, la directora ha dicho:

“¿Cuáles son las expectativas de la gente respecto a las personas con discapacidad? ¿Cómo reaccionas ante alguien que tiene un aspecto diferente, como el actor Mateo Vaquer, a quien encontré en TikTok? Vi un video en el que aparecía sobre los hombros de un amigo, lanzando su camiseta por el aire en una discoteca. Bailaba muy bien. Nos conocimos cuando estaba buscando localizaciones y vi que era muy extrovertido y divertido, y que le encantaba la cámara. Modifiqué el guion para incluirlo”, dijo la artista en una entrevista al sitio Artnews.

“Quería que se mostrara tal y como es. ¡Se puede tener una discapacidad y ser muy atrevido y amar las drogas o lo que sea! Sin embargo, cada vez que ves a gente como Mateo en la pantalla, es una película de terror. Solo quería normalizarlo todo”, agregó

De acuerdo a Artnews, hay algo que conecta Excellences and Perfections -su primera performance en redes sociales–, El Planeta (2021) y Magic Farm (2025): “A primera vista, los tres parecen centrarse en las obsesiones con cosas superficiales, como la belleza o los seguidores online. Pero lo que resuena más es el comentario social y político que Ulman escabulle sutilmente en su trabajo, siempre con un toque suave y no necesariamente tomando una postura”.

En este caso, no es que la directora esté denunciando la superficialidad o ignorancia de unos u otros, más bien está retratando las contradicciones y absurdos que conviven en esta sociedad de redes y aparatos digitales. También de pesticidas y de polución en el medio ambiente. “El daño está por todas partes. De eso trata realmente la película”, dijo en una entrevista. “No hay escapatoria. No es que los estadounidenses vayan a volver a casa y estén a salvo”.

La cumbia de fondo, la sencillez de la historia, la combinación entre el inglés y el español, la química entre los personajes, el uso de la cámara, hacen que el filme se sienta súper honesto y ágil. Amalia Ulman tiene un sello que dan ganas de seguir descubriendo.

 

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