Godzilla Minus One

«Godzilla Minus One»: El duro camino de la redención

¿Qué pasa cuando el honor está trastocado? ¿Y cuando las esperanzas ya no alcanzan para alimentar las ganas de vivir? Godzilla Minus One (2023), la última cinta japonesa que retrata al monstruo-dinosaurio, pone esas preguntas sobre la mesa en referencia a su protagonista, el frustrado veterano de guerra Kōichi Shikishima (Ryūnosuke Kamiki), y través de él, a todo el Japón golpeado primero por las bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos y luego, por si fuera poco, por el temible Godzilla, que en esta película se apega a su origen histórico, estando fuertemente relacionado al ataque nuclear. La película, recién estrenada en Netflix, es simple en su trama, pero muy atrapante en la manera en que se narra, como una gran cuenta regresiva hacia el momento de la verdad (más adelante vienen los spoilers). Además, el guion nos sorprende más de una vez, y visualmente es impactante –de hecho, ganó el Oscar a la categoría Mejores Efectos Visuales–, aun cuando su presupuesto fue de tan solo $15 millones.

La cinta dirigida y escrita por Takashi Yamazaki, comienza con Shikishima, piloto de guerra en la Segunda Guerra Mundial, regresando en su avión a la base aérea en la isla de Odo, Japón, por supuestos desperfectos de su avión. A poco andar nos enteramos de que en realidad esto no era así, sino que el personaje principal quiso evitar participar del combate como kamikaze. Quienes conocen bien la historia sabrán que esta isla es el lugar de origen de Godzilla, y es aquí donde vemos su primera aparición en el filme, donde ataca violentamente a los militares que residen allí, y donde Shikishima, al quedar en buena posición para dispararle, vuelve a quedar estupefacto. Los traumas se le van juntando a este soldado, quien al regresar a su tierra, Tokio, descubre que sus padres murieron en el bombardeo a la ciudad, y además es mal recibido: como buen kamikaze, no se esperaba su regreso.

Aquí comienza a fraguarse el camino de la redención. Primero, Shikishima se decide a ayudar a una joven solitaria, Noriko, que quedó a cargo de un bebé, Akiko, hecho que será clave en la búsqueda de motivaciones para seguir adelante con su vida. Y segundo, nos enteraremos de que su destino y el de Godzilla están cruzados. Tras la guerra, en su nuevo empleo, el protagonista trabaja en un humilde barco que busca hallar las minas que sobrevivieron a la guerra. En esas circunstancias se vuelve a encontrar con el monstruo marino, quien esta vez muestra todo su poderío, fortalecido por la radiación de las pruebas nucleares en el mar cercano a Japón. Veremos su fuerza en esta escena, pero sobre todo en la siguiente, cuando Godzilla ataca despiadadamente el distrito de Ginza, en Tokio, en una de las escenas más brutales del cine de ficción en el último tiempo. Esto, porque la película no les hace el quite a las muertes ni a la destrucción, y porque no hay ningún héroe –ni King Kong, ni los Avengers, ni nada– que le llegue a hacer frente. Es una escena que trae a la memoria la famosa secuencia de la caída de la bomba nuclear en la cinta de anime Hiroshima (1983), y que contrasta con la simbólica representación de este mismo momento en la reciente Oppenheimer (2023). Aquí, Shikishima vuelve a sobrevivir, pero no Noriko, parece correr otra suerte.

Es interesante el paralelo entre el Shikishima golpeado e impotente y el Japón de esos años. De hecho, cuando Godzilla se ha convertido en una amenaza para la existencia del país, los encargados de organizar a la población civil para combatirlo dejan claro que esto no puede ser una empresa militar, ya que puede provocar una reacción ya sea de Estados Unidos o de la Unión Soviética. De esa posición de desamparo y amenaza surge la inspiración de dar la pelea entre los veteranos de guerra, que le ven sentido a volver a poner en riesgo sus vidas, esta vez ante un enemigo no humano (pero fortalecido por las ambiciones humanas). Shikishima, en tanto, no solo ve allí la posibilidad de una revancha ante sus traumas, sino también de una venganza por lo sucedido con Noriko, y por el futuro del pequeño Akiko.

Un final fascinante (¡con spoilers!)

El desenlace de la cinta tiene lo mejor de cualquier película de acción, aventura o ciencia ficción. La batalla final contra el monstruo dinosaurio motiva a Shikishima a convertirse, ahora sí, en un kamikaze: su idea es darle el golpe mortal a Godzilla, en caso de que el plan de los veteranos no resulte. El personaje principal, así como Japón representado por los sobrevivientes de la guerra, han recuperado la motivación y están listos para pelear por el futuro. Listos para levantarse del nocaut justo antes de los diez segundos. Esta secuencia, que se estira por una media hora, nos hace pasar por distintas escalas de incertidumbre y emoción, hasta que Shikishima logra la ansiada revancha, asestando su golpe soñado e incluso sobreviviendo, dado que, para sorpresa nuestra, el avión ahora da la posibilidad al piloto de salir eyectado de este antes del choque. La historia concluye con dos sorpresas: primero, Noriko no había muerto, por lo que Shikishima tendrá la posibilidad de casarse con ella, en otra de las decisiones ante las que había quedado paralizado: ahora entendemos que sí podrá suceder. Y la otra es que, fiel a las sagas y películas de héroes o monstruos, alcanzamos a ver a Godzilla regenerándose una vez más. Un final que nos asegura una secuela a una muy buena película, una que exigirá a los creadores un esfuerzo creativo mayor, pues las referencias históricas parecen haberse agotado. ¿O no? Esperamos que Yamazaki y compañía nos sorprendan una vez más.

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