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La serie creada por Charlie Brooker volvió a conquistar a buena parte de la crítica con una entrega que combina drama, fantasía y romance, siempre a través de una tecnología ultrafuturista, y que sorprende con más de un «final feliz».

Si la temporada anterior había perdido algo de la esencia de Black Mirror, la séptima entrega del show nos confirma que la crisis de identidad ha quedado atrás. En los seis nuevos episodios, cargados de easter eggs, la serie vuelve a jugar con las posibilidades de los avances de la tecnología, haciendo que sus personajes puedan integrarse, por medio de un chip y la Inteligencia Artificial, a lugares tan variados como fotografías antiguas, películas clásicas o un universo creado por un genio de los videojuegos. A continuación, desglosamos lo más oscuro y lo más luminoso que propone este clásico del streaming.

Un comienzo brutal

Si lo que uno busca ver es un retrato desesperanzador de la humanidad, Black Mirror es una carta segura. La serie británica ha destacado por su demoledora sátira de la sociedad actual, y el primer episodio de la nueva temporada, “Common People”, está a la altura de los mejores en ese tono, donde podemos destacar también “Shut Up and Dance” (temporada 3) y “White Bear” (temporada 2), entre muchos otros. Aquí, seguimos el destino de una pareja, Mike (Chris O’Dowd) y Amanda (Rashida Jones), que repentinamente se ve golpeada por un tumor cerebral que afecta a la mujer. Así como en The Substance el personaje de Demi Moore recibe el dato de una sustancia que le devolverá su juventud, en este episodio Mike se entera de una nueva tecnología que promete devolverle a Amanda una vida casi normal. Y si bien en un principio esto resulta, luego comienzan los problemas: la suscripción mensual a esta tecnología sube de precio de manera constante, Amanda se transforma en un comunicador de publicidad de manera inconsciente, y Mike va cediendo en sus límites en cuanto a cómo conseguir el dinero para mantener viva a su esposa. Si esta descripción suena oscura, el final del capítulo, una ácida crítica a cómo funcionan los servicios de suscripción –de streaming, especialmente–, lo es aún más.

El otro episodio implacable es “Plaything”, aunque, a diferencia de “Common People”, no ha contado con el favor de la crítica ni del público general, quedando como el más débil de la temporada. En este seguimos la historia de Cameron Walker (Lewis Gribben), un crítico de juegos de video a quien Colin Ritman (Will Poulter, quien vuelve a este personaje luego del episodio interactivo “Bandernatch”) le muestra su más revolucionaria creación, un videojuego con criaturas pequeñas y simples en apariencia que requieren de un constante cuidado por parte de quien esté al otro lado de la pantalla: si obtienen la atención que necesitan se multiplican, pero a la vez evolucionan, buscan la forma de comunicarse y, eventualmente, intentan pasar a dominar no solo su propio mundo, sino también el exterior. Walker es instrumental en todo ese proceso, siendo un excéntrico aliado que, como ellos, se harta de los seres humanos. ¿Son los Thronglets, como Ritman llama a estas criaturas, una metáfora de la inteligencia artificial y de nuestro despreocupado uso de ella?

Algo de luz (y muchos spoilers)

Quizás hablar de finales felices pueda ser mucho, pero el resto de los capítulos de la temporada termina con algo de luminosidad, o al menos con la idea de sacarnos una sonrisa. “Bête Noire”, uno de los favoritos de la crítica, nos muestra un escenario de pesadilla, en el que Maria (Siena Kelly), quien trabaja en una empresa de chocolates impulsando nuevos sabores y productos, se reencuentra con Verity (Rosy McEwen), una excompañera de colegio. El aterrizaje de Verity en la vida de Maria es con todo, ya que pasa de ser una más en un focus group para probar un chocolate a ser contratada por la compañía y ganarse la estima de sus compañeros, a la vez que la reputación de Maria va cayendo en picada. El elemento pesadillesco, muy bien logrado, está en que la retornada compañera de escuela fue víctima de bullying por parte de Maria y sus amigas, por lo que tiene motivos para buscar una revancha. Y vaya que la obtiene, gracias a una tecnología imposible –fantasía pura– que le permite moldear a su antojo todo lo que sucede a su alrededor, incluyendo las percepciones de los demás. El giro del episodio a último minuto nos da una satisfacción, pero también nos hace pensar en lo que hace el poder: pareciera que la ruta de Maria, una vez superado el escollo de Verity, será igual pasada de rosca que la de su derrotada enemiga.

“Hotel Reverie”, otro de los episodios destacados de la temporada, es protagonizado por Issa Rae como la famosa actriz Brandy Friday, y Emma Corrin como la actriz de películas antiguas Dorothy Chambers. El capítulo comienza dando a conocer la crisis de Keyworth Pictures, cuyo catálogo de cintas clásicas ha perdido valor. Con el objetivo de devolverlo a un sitial relevante, la empresa tecnológica ReDream convence a la directora de este estudio de hacer remakes de sus filmes con su tecnología, lo que implica un bajo costo y la posibilidad de contar con una megaestrella. Brandy Friday, amante de la película clásica Hotel Reverie, acepta actuar en el remake de esta cinta, aunque no comprende lo que esto implica hasta que llega a la filmación: su labor es ponerse el famoso chip de Black Mirror en la cabeza y “entrar”, a través de su conciencia, al mundo de la película, que es reproducido por una tecnología de inteligencia artificial inmersiva.

De ahí en más, las desventuras incluyen el amorío imposible de Brandy y Dorothy, los problemas de coordinación que complican la fidelidad con el guion del filme, y los fallos de la tecnología misma, que ponen en riesgo la vida de Brandy. El episodio, que pudo ser más breve, brilla por su lograda recreación de un filme de los 40, por la interpretación de Corrin como una actriz de otra época (¡ella sola logra que el capítulo sea creíble!), y por los matices en la actuación de Rae, que fluctúa entre la comedia y el drama. El final nos da otro respiro: la versión IA de Dorothy seguirá existiendo y Brandy podrá seguir hablando con ella, gracias a una escena que involucra una llamada por teléfono. En cuanto a la reflexión que propone el episodio, esta parece ser cercana a lo que propone The Studio, la genial serie de Seth Rogen, preguntándose hasta dónde llegarán los estudios de cine en su uso de la inteligencia artificial y en la repetición de los recursos que dieron resultado en el pasado.

Finalmente, USS Callister: Into Infinity, considerado por algunos como lo mejor de lo nuevo de Black Mirror, también nos deja un buen sabor de boca. Este capítulo es el que abrió la puerta para las secuelas, hasta ahora inexploradas por la creación de Charlie Brooker. Pensado originalmente como una serie, este episodio de 90 minutos de duración está a la altura de su predecesor, USS Callister (temporada 4), mostrando los múltiples desafíos que todavía tiene por delante el grupo de clones liderado por Nanette Cole (Cristin Milioti) en el universo creado por el perverso genio Robert Daly (Jesse Plemons). En esta secuela vemos el regreso de todos los personajes principales, quienes están en búsqueda de un derrotero menos acontecido que el que llevan hasta ahora, pero que necesitan la ayuda del clon de Daly para conseguirlo. La travesía incluye mucha acción, suspenso y drama por medio de peleas en distintos planetas, batallas entre naves espaciales, la exploración del pasado y una trama paralela en el presente terrestre, donde los originales Cole y James Walton (Jimmi Simpson) están viviendo su propia aventura de vida o muerte.

Un drama a la medida

En una entrevista con The Hollywood Reporter, la productora ejecutiva del show, Jessica Rhoades, le dijo a Brooker: “En el caso de alguien como Paul Giamatti, tú prácticamente escribiste ese episodio para él”; a lo que el creador del show respondió: “Según puedo recordar, siempre he sido un gran fan”. Se referían a “Eulogy”, el único capítulo que falta por repasar en este texto, y que es quizás el más reflexivo de todos. La premisa, como siempre, incluye un avance tecnológico: Phillip (Giamatti), recibe la noticia de que su expareja Carol ha fallecido, por lo que le piden si puede aportar con algunas memorias de ambos a través de fotografías. Quien le hace esta solicitud es la empresa tecnológica Eulogy, que ofrece la posibilidad “entrar” a las imágenes a través de la conciencia –similar punto de partida al de Hotel Reverie– para complementarlas por medio de la memoria, siempre con la compañía de una guía que provee la empresa. Dado que Phillip, enrabiado con su ex, se deshizo de todas las imágenes de ella (recortando o tachando su rostro), el ejercicio no es sencillo, pero le permite ir descubriendo detalles que no vio en su momento y que, de a poco, van mostrándole a Phillip lo injusto que fue con ella, y las oportunidades que dejó pasar. Un episodio más lento, menos oscuro y más contemplativo, en el que Giamatti cumple a la perfección, y que no deja de abrir preguntas hacia el futuro: ¿será que la combinación de la inteligencia artificial y la realidad virtual nos permitirá habitar nuestras fotografías, o, en otras palabras, nuestros recuerdos, en algún tiempo más? Black Mirror nos invita a hacernos la idea.

Crédito de la imagen: Netflix

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