Como cada uno de los filmes de Wes Anderson, Asteroid City (2023) logra transmitir un feeling único, propio, que se apoya principalmente en lo visual. En esas distintas gradaciones del color naranjo en el desierto del pueblo y sus montañas; en la abundancia de tonos pasteles que complementan esta postal; en el blanco y negro que marca el otro escenario, el del teatro, su proceso creativo y el tras bambalinas; y en los fluidos movimientos de cámara que derivan en verdaderas pinturas, donde la simetría (cómo no) es protagonista. Si a eso le sumamos el aspecto metanarrativo, con Bryan Cranston como el presentador de la película y de la obra que se presenta en ella, y el soundtrack, cuidadosamente escogido para situarnos en los años cincuenta, podemos hablar de una película que tiene identidad.
Sin embargo, aquella identidad también tiene un punto débil, si lo que esperamos es ver una historia con un desarrollo y un final bien definidos: nos referimos al guion, escrito por Roman Coppola y el mismo Anderson. Al ser consultado sobre la trama en una entrevista con KCRW, el cineasta rio y dijo: “Esa es una gran pregunta”, antes de sugerir la dificultad de describirla. La cinta trata sobre un fotógrafo de guerra, Augie Steenbeck (Jason Schwartzmann), quien llega junto a su hijo adolescente, Woodrow (Jake Ryan), y sus tres hijas pequeñas a Asteroid City, un desértico pueblo estadounidense cuyo paisaje se distingue por un gran cráter causado por un meteorito. Uno de los motivos de la visita de la familia a este lugar es la convención científica que reúne a astrónomos y estudiantes, entre ellos Woodrow, que se convertirá en un secreto de estado debido a la sorpresiva visita de un alien. El otro es la reciente muerte de la esposa de Augie, que provoca la mudanza de la familia hacia la costa oeste y que abre un proceso de duelo que cada miembro de la familia vive a su manera. A estas capas, la espacial y la íntima, tenemos que sumar otra que las envuelve: el teatro. Asteroid City, nos aclara el narrador Cranston al inicio, no existe, sino que es un espacio ficticio que sirve para el desarrollo de una obra de teatro. Así, toda la trama recién descrita es parte de esta obra, mientras que las escenas que vemos en blanco y negro, protagonizadas principalmente por el escritor Conrad Earp (Edward Norton) y el director de la pieza Schubert Green (Adrien Brody), son las que revelan los orígenes y el backstage de la misma.
El viaje que el director de Fantástico Sr. Fox (2009) y El gran hotel Budapest (2014) le plantea a la audiencia al reunir tres historias en una es sinuoso. Anderson ha declarado que los intereses que lo llevaron a grabar Asteroid City son variados: su obsesión con el cine de los 50 –la cinta se sitúa en el año 1955–; por la representación del desierto norteamericano en el cine de realizadores europeos, entre ellos Wim Wenders; y por la escena teatral neoyorquina. Esta combinación, junto al tema del duelo y el del espacio puede ir dejando a los más despistados en el camino. Sin embargo, como buen exponente del cinearte, el mayor goce de la película no viene de la comprensión total de la trama, sino más bien de las escenas que forman el camino, de la reflexión y de lo estético. En un punto del filme, el actor que hace de Augie le expresa al director de la obra su incomprensión de esta: él le responde que lo está haciendo bien, que siga adelante. Es un poco lo que nos pide Anderson. Que busquemos el sentido a nuestra manera y sin frustrarnos, sabiendo que hay cosas que no vamos a comprender. Caben en esa categoría lo espacial –aliens incluidos– y la muerte, aspectos de la vida en los cuales abunda lo desconocido. La memorable escena en la que los aspirantes a actores repiten como mantra “you can’t wake up if you don’t fall sleep” (no puedes despertar si no te quedas dormido) pone en evidencia ese desconocimiento: no, morirse no es igual a quedarse dormido y solo nos queda aceptar que no sabemos a qué nos atenemos.
Más allá de los vaivenes temáticos y cabeceos varios, Asteroid City es también una película sobre la actuación interpretada por grandes actores. Parte del feeling de la cinta viene de allí, de la constelación de estrellas que aceptó la invitación del director de Isla de perros (2018) a grabar en las afueras de Madrid –allí se construyó el pueblo que vemos en el filme– y de las actuaciones que nos entregan. Tan disfrutable como los colores y los movimientos de cámara es la performance de Scarlett Johansson como una actriz seria, deseada y muy segura de sí misma. O la interpretación de Tom Hanks como el duro padre de la fallecida esposa de Augie. O la dinámica de las hermanas Faris –Ella, Gracie y Willan–, las tres niñas que actúan justamente como hermanas y que se roban el show con su cómica pretensión de rudeza y, finalmente, con su ternura. Además, participan en la cinta Steve Carell, Jeffrey Wright, Maya Hawke, William Dafoe, Matt Dillon y Jeff Goldblum, quien cambia sus habituales atuendos a la moda por un traje de extraterrestre. Y, por supuesto, Margot Robbie, quien no conforme con su megaéxito como Barbie (lee nuestra crítica de Barbie aquí), también se da el tiempo de tener un papel pequeño, pero significativo, en esta locura espacial de Anderson.