Una película sobre una mujer fuerte. Eso es lo que la directora inglesa Rose Glass percibió que se le pedía luego de su exitosa ópera prima, Saint Maud (2019). Quienes han visto Amor, mentiras y sangre, o Love Lies Bleeding (2024) sabrán que lo que vemos aquí es precisamente eso, una mujer fuerte, pero multiplicado por mil. “Ella dijo, ‘¿Mujer fuerte?’ Fisicoculturismo. Lo tengo’”, señaló Kristen Stewart a Rolling Stone, revelando cómo Glass se planteó subvertir la expectativa llevándola al extremo. Pues bien, misión cumplida. La cinta –escrita por Glass y Weronika Tofilska– brilla por su originalidad y su desparpajo, mostrándonos un drama familiar a veces cómico, a veces erótico, y a ratos incluso fantástico. Una locura que cuaja muy bien y hace que el tiempo vuele, y que llegará a Max en unos pocos días (19 de julio).
El filme, que transcurre en pequeño pueblo de Nuevo México en 1989, cuenta el drama que se desata cuando las vidas de Lou Langston, interpretada por Stewart, y Jackie, papel de Katie O’Brian, se cruzan. Lou es la administradora de un gimnasio cuyo dueño es su padre, Lou Sr (Ed Harris), un hombre de inconfundible aspecto de villano que además es dueño de un campo de tiro y que lidera una red de crimen organizado. Lou también tiene una hermana, Beth (Jena Malone), quien es golpeada reiteradamente por su pareja, JJ (Dave Franco), un clásico bueno para nada que tiene a Lou al borde de la ira. Jackie, en tanto, es una corpulenta mujer que llega al pueblo con el sueño de participar en una competencia de fisicoculturismo que tendrá lugar en Las Vegas, por lo que necesita un lugar donde entrenarse y dormir. Desde su primer día en el gym, Jackie llama la atención de Lou, quien activa un plan de conquista que da resultado. A partir de allí, la cinta se enfoca en la atracción entre las dos mujeres y en los conflictos de la familia de Lou, en los que Jackie se involucra rápida y definitivamente.
Uno de los puntos fuertes de la película es su naturaleza ecléctica. El intento de Wikipedia por describirla lo deja claro, al señalarla como un “thriller romántico neo-noir y comedia negra”. De hecho, en entrevista con The Hollywood Reporter, Glass explicó que las influencias de la cinta son tan variadas como Corazón salvaje (David Lynch, 1990), Thelma y Louise (Ridley Scott, 1991) y Fiebre de sábado por la noche (John Badham, 1977), entre otras. El filme comienza con un tono romántico y, más aún, erótico, al mostrarnos de cerca la relación entre Lou y Jackie, con una cámara fascinada por los cuerpos bien trabajados de ambas, y especialmente el de Jackie, en sus encuentros sexuales –como lo que hace Luca Guadagnino en Challengers, pero un par de pasos más allá–. Después pasamos al thriller: cuando Jackie se entera de que JJ, con quien tuvo sexo en su llegada al pueblo para conseguir empleo, es la gran pesadilla de Lou, decide resolver el problema con sus propias manos. El tema es que, tanto en esta escena como en otras, Jackie no se mide. Todo lo contrario, ante el conflicto su fuerza se sale de control, convirtiéndose en una especie de Hulk femenino –sí, una alternativa a She-Hulk– que hace y deshace. El asesinato de JJ y el intento de Lou por proteger a su compañera llevan a las chicas a quedar enfrentadas no solo con Beth, siempre protectora de su abusador, sino también con el temible Lou Sr., quien ocupa todas sus redes para que su negocio del crimen no sea descubierto. Y todo este entramado, que deja a su paso varios muertos y la incertidumbre de si las chicas se saldrán con la suya, tiene una ligera capa de comedia por encima: lo que vemos es dramático, pero muchas veces también medio absurdo y pasado de rosca.
Otro ingrediente interesante de la película, que es, de hecho, el que motivó su realización, es la representación del mundo del fisicoculturismo. “Siempre he estado interesada en la relación que las personas tienen con sus cuerpos (…) Con el fisicoculturismo, es empujar las cosas a un extremo obsesivo”, señaló Glass. En el filme, la obsesión de Katie es participar en una competencia de esta disciplina, a la que asiste aun cuando pone en riesgo que se descubra su crimen. Durante la cinta la vemos entrenar, sudar y también consumir esteroides, luego de ser tentada por Lou. Este paso en falso la lleva a perder la cabeza, poco a poco, entre alucinaciones y sus transformaciones hulkianas, efectos nos son mostrados como si sucedieran en la realidad: por ejemplo, la vemos volverse una gigante e incluso vomitar a Lou en tamaño real –sí, leyó bien– en un momento de colapso. Esta creativa exploración de la decadencia del mundo de los músculos en los 80 se suma a otras películas recientes que han abordado el mismo punto desde otros ángulos: por ejemplo, El luchador (Darren Aronofsky, 2008), Cassandro (Roger Ross Williams, 2023), Garra de hierro (Sean Durkin, 2023) y, en menor medida, la serie GLOW de Netflix.
Por último, el atractivo de la cinta también tiene que ver con su onda. Apoyada en música pop ochentera, medio electrónica y espacial, la cinta transmite una “onda queer” que conquistó a Stewart –reconocidamente gay– desde el principio, y que le hizo sentir el proyecto como algo muy personal, según Rolling Stone, principalmente porque el guion no trata de una salida del closet ni nada parecido: las cosas entre las protagonistas suceden y ya. La química entre las actrices es clave para que esta onda funcione: Stewart se ve muy cómoda en su papel –le queda perfecto–, y O’Brian brilla en un rol que de alguna manera conocía, dado su pasado como fisicoculturista (participó en una competencia cuando tenía 18 años). En conclusión, Amor, mentiras y sangre es una película que sorprende una y otra vez, con una propuesta creativa y un ritmo de la narración que no da espacio a distracciones. Un imperdible que, apostamos, tomará la etiqueta “de culto” más temprano que tarde.
*¡Ahora también puedes escucharnos! Encuentra nuestro podcast, «Diálogos sobre cine», aquí.
Crédito de la imagen: A24