El premio a Mejor Película en la competencia internacional de documentales del Festival de Cine de Guadalajara hizo que La fabulosa máquina de cosechar oro (2024) entrara a la carrera por una nominación a los próximos premios Oscar. Este es uno de los varios logros conseguidos hasta ahora por la ópera prima del chileno Alfredo Pourailly De la Plaza, también ganadora de importantes premios en el Festival de Cine de Lima y el Sanfic de Santiago. Sin recursos para hacer campaña, el camino hacia Los Ángeles se vislumbra muy difícil, más cuando varias cintas de ese género se han convertido en pesos pesados durante el año, como el palestino No Other Land y las estadounidenses Will & Harper y Daughters. Lejos de estresarse, el director sigue trabajando para que su película, que ha conquistado a la crítica, continúe recorriendo certámenes en Europa y Estados Unidos, generando un ruido que, en una de esas, llega a oídos de los miembros de la Academia.
Una historia de cuento
Hay documentales cuya trama no tiene nada que envidiarle al mejor guion de ficción. Es el caso de La fabulosa máquina de cosechar oro, filme que cuenta la historia de un hombre de alrededor de 60 años, Toto Gesell, quien vive en Porvenir, Tierra del Fuego, trabajando en su propia mina de oro. Para extraer el mineral de la tierra y ganar su sustento, el protagonista del filme debe hacer un importante esfuerzo físico, que cada día se le hace más pesado. Por otro lado está Jorge, su hijo, un joven jinete quien, viendo el desgaste de su padre, tiene el sueño de construir una máquina que haga el trabajo por él. Un sueño que, como podemos observar, se transforma primero en un dibujo y eventualmente en un sorprendente proyecto de ingeniería que, con algunos inconvenientes, se acerca paso a paso a ser una realidad. En esta entrevista, Pourailly nos cuenta cómo encontró esta historia, los obstáculos que tuvo durante la filmación, incluyendo una situación de vida o muerte, y lo que ha pasado con la máquina, que está la parte final, con spoilers.
Has comentado en otras entrevistas que el plan original que tenías no era hacer esta película, sino que, primero, un documental sobre una pareja de Tierra del Fuego, y luego uno que incluyera varias historias. ¿Qué pasó para que te decidieras a quedarte solo con Jorge y Toto?
“Bueno, principalmente cuando nos enteramos de que Jorge estaba empezando este proyecto, construir una máquina. En ese momento apareció un elemento que nos permitía introducir un arco narrativo, que es la construcción de una máquina, entonces ya no era solo cómo vamos a registrar la vida de personas, sino cómo vamos a registrar un proceso, un proyecto que va a llevar a que sucedan más cosas. Y el mismo hecho de que el hijo le empezara a construir una máquina al papá… El significado de que un niño se esté preocupando por el futuro de su padre, y las dimensiones del proyecto también. O sea, visto desde alguien afuerino como yo, uno se pregunta ‘¿puede haber un niño pensando un proyecto tan grande? ¿Y ejecutándolo?’. Entonces me pareció muy apasionante desde mi lado, desde mi profesión, poder acompañarlos a ellos en ese proceso y poder retratarlo y construir esta historia de esfuerzo”.
Como espectador, al menos en mi caso, tuve la misma reacción que describes, de impresión ante la realidad que la película muestra. Es una historia bien bonita y única.
“Yo siempre quise construir una historia con un final feliz, obviamente sin saber si es que ese final feliz iba a existir o no. En teoría, posiblemente van a conseguir construir la máquina en algún momento, ¿no? Cuando supe que Jorge iba a ponerse este desafío, me mandó unas fotos por WhatsApp. Y fue como ‘guau, ¿verdad?’. Pensé que había ahí algo mucho más concreto que en las otras historias que estábamos tratando de imaginar. El proyecto hasta ahí era algo más abstracto, mucho menos cercano, menos humano. Como que en ese momento apareció una cosa muy humana y me hizo decantarme por ese camino”.
¿Cómo lograste convencer a Toto y Jorge de participar en la película? Me imagino que no debe haber sido fácil que aceptaran convivir contigo y con la cámara encendida, digamos, más cuando a veces aparecen en algunos espacios bien reducidos, como la casita que tiene Toto en la mina.
“Bueno, a esa casita allá le llaman los ranchos, donde la gente se refugia. Al principio traté de contactar a Toto. Me conseguí su teléfono. Como estaba buscando distintas historias, yo simplemente obtuve un financiamiento para desarrollar una investigación y la producción de un video, de un tráiler. Entonces me planteo ir por un mes y medio a Tierra del Fuego, sin un destino específico. Sí sabía que quería ir a grabarlo a él y bueno, lo fuimos a ver. En la película hay algunas imágenes de ese primer día en que subimos al rancho. Obviamente no me imaginaba que iba a estar siete años yendo a grabar (el primer viaje fue en 2015 y el último en 2023). Al principio se trataba de hacer un registro de diferentes historias de personas que habitan este territorio, y de Toto me interesaba más que nada su oficio de pirquinero. Después evolucionó a lo que es la película. Entonces, claro, no fue que yo le planteé a Toto, en un principio, ‘oye, mi idea es venir a grabar por siete años’. Luego, cuando empezaron a construir la máquina, fue como ‘vale, mi idea es poder filmar el proceso de construcción’, y Toto se sumó muy rápido. Ya lo habían grabado para distintos reportajes, así que era bien abierto a participar. Jorge era un poquito más reacio, participaba más a cuenta gotas. Después, viendo lo importante que era para mí y para su papá, accedió a que lo pudiéramos grabar más, y terminamos generando un vínculo”.
Una labor de alto riesgo
Uno de los grandes temas de la película es el trabajo, que se percibe como muy pesado. Leí que en alguna ocasión tú te metiste a ayudar a Toto y que no era nada de fácil. ¿Te sorprendió su capacidad de esfuerzo? ¿Fue este uno de los motivos de centrar el filme en él?
“Cuando llegué a grabarlo, había visto una foto de él y sabía que había habido una fiebre del oro en Tierra del Fuego, y me parecía como interesante el imaginario de los buscadores de oro. Pero no sabía cómo era su trabajo realmente. Y sin duda me sorprendió. O sea, me maravilló, de cierta forma, la rudeza de este hombre con su trabajo. El estar ahí, mojándose con la picota, con el rastrillo, un trabajo híper duro. Sí, yo lo ayudaba en algunos momentos, y quedaba hecho bolsa. Es rudo para la espalda, los brazos, las manos, además del frío y el viento helado. A mí me interesaba poder retratar eso. También como la imagen de este hombre en la mitad del paisaje, la magnitud de la pampa fueguina y este hombre solo, esa lucha y esa convivencia del hombre en el entorno natural también”.
¿Tenían algún como código para reaccionar en caso de algún problema de salud de Toto? En un momento del filme vemos tiene un accidente mientras trabaja.
“Eso que se ve fue algo que nos sorprendió. La película trataba un poco la idea del hombre que se va haciendo mayor y del hijo que se quiere hacer cargo, que quiere ayudar a su padre. Estábamos trabajando esa idea, pero jamás me imaginé que Toto iba a tener un accidente. Lo que uno ve en la película es una recreación en el montaje final. Yo no grabé cuando tuvo el accidente. De hecho, estábamos almorzando en el rancho. Y por suerte estaba Jorge. También estábamos Gustavo, el sonidista de Puntas Arenas, y yo. Y fuimos capaces de, bueno, de sortear la situación, de reanimarlo, subirlo al auto, bajar al hospital y afortunadamente evolucionó positivamente y rápido. Él antes había tenido un accidente, sabíamos había tenido un tema de salud, pero no pensábamos que iba a volver a pasar por eso… Tomamos la decisión de poder recrearlo con los elementos que tuviésemos. Me tocó darle respiración boca a boca en su momento, fue algo súper heavy. Yo pensé que se estaba muriendo en ese momento, fue una situación bien crítica. Y obviamente me dejó con un gran dilema. Yo sé que un guionista me diría que esto es como cantado para la historia que estábamos pensando, pero para mí, que estuve ahí y tenía un vínculo afectivo con Toto y con Jorge, era terrible lo que estaba sucediendo, no era capaz de grabar tampoco. Después, cuando la situación se calmó y vimos que todo estaba bien, tomé la decisión de seguir grabando, con el consentimiento de ellos”.
Qué extrema la experiencia, suena muy muy tenso.
“Sí, fue heavy esa bajada en auto del rancho a Porvenir, al hospital. Fue muy, muy extremo”.
Y bueno, y él de todas maneras siempre insiste en querer seguir trabajando, como que nada lo va a detener, ni los reclamos de su hijo. ¿Qué percibiste en cuanto a su motivación? ¿Qué lo lleva a seguir y seguir?
“Yo creo que es la forma de ver la vida, de cómo lo criaron. Y creo que Jorge ha heredado esa visión desde su papá. No ven la vida si no es a través del trabajo. Al final siempre están haciendo algo. Jorge siempre está haciendo algo, construyendo la máquina o trabajando con los caballos, o saliendo a pescar, que son escenas que no quedaron en la película, o arreglando el camión, o el auto, o trabajando en la construcción de un camino. Y Toto igual, quizás más centrado en la mina, pero también, en invierno, no sé, sale a hacer otras cosas, a trabajar en el campo. Yo creo que tiene que ver con eso, que no ven la vida de otra forma. Y me imagino que no hay otra opción también, pues si no trabajas ahí no tienes plata. En una parte de la película Toto dice que, más allá de que esté enfermo, igual tiene que trabajar porque necesita monedas, ¿cachái? Necesita comer, al final”.
Otro de los temas que toca la cinta, a veces explícitamente en las reflexiones de Toto, es la muerte y el paso del tiempo. ¿Por qué dejar estos diálogos en la película? ¿Es un tema recurrente para él?
“Claro, habla sobre eso mucho más a menudo de lo que aparece en la película. A mí lo que me llamaba la atención a veces era la contradicción entre la idea de ‘me voy a morir a los 60’, y ‘por qué no puedo vivir más’, esas ganas de querer vivir más. Eso me parece bonito, porque la vida la vivimos llena de contradicciones. Y fue curioso, porque esas reflexiones empezaron a tener espacio en la película en un momento en el que decidimos dejar a Toto hablar. Toto siempre habla y yo lo grababa hablando, pero después en el proceso de edición dejábamos todo lo que me decía a mí, a la cámara. Estábamos construyendo un relato mucho más de observación que lo que terminó siendo. La película tiene elementos de detalle y de no intervenir tanto, pero le dimos cabida también a él expresándose conmigo, que son momentos que fueron dándole mucho más sustancia al documental, con un sello más particular, y una forma más orgánica y honesta de retratar a Toto”.
*A partir de aquí, la entrevista contiene algunos spoilers (!).
En cuanto a Jorge, mientras veía el filme pensaba que, si la persona correcta lo viera, puede que le llegue alguna oferta para llevarlo a cualquier universidad a estudiar alguna ingeniería.
“Es lo que siempre me imaginé. Nunca le pregunté si le interesaría, pero siempre lo pensé, que si alguien viese la película y viese las capacidades de este chico, un joven de Porvenir que diseña en Paint una máquina, la construye en su cabeza, la lleva a la práctica y la hace funcionar, me parece un genio de cierta forma. Siempre me imaginé eso, pero hasta el momento no lo ha visto esa persona. Por lo que tengo entendido, no le ha llegado ninguna invitación a estudiar”.
El final más esperado
¿Cómo fue para ti seguir la evolución de la construcción de la máquina? Se ve en la película que hubo momentos donde su éxito estuvo en duda.
“Sí, en la película tratamos de plantear esas dudas, si el proyecto va a lograr alcanzarse o no y así generar tensiones, pero obviamente tuvimos dudas de si iba a ser posible o no. Yo siempre pensé que Jorge lo iba a terminar. El tema era cuándo. Empecé a ver que quizás no iban a ser tres, ni cuatro, ni cinco años, sino que quizás diez, y ahí era como, bueno, la película no puede demorar diez años en hacerse y vamos a tener que pensar un final alternativo al final soñado, que es que la película termine con ellos subiendo la máquina a la mina y empezando a trabajar. De hecho, mucha gente nos ha preguntado si la máquina funciona, si sacan oro o no, pero claro, estábamos en una situación en que solo pudimos grabar hasta que la subieron. Después, sí, la siguen ocupando y siguen arreglando cosas continuamente, como un proyecto de nunca acabar, que es un poco como se ve la realidad de ellos en el documental: que están arreglando el camión, que poniéndole un espejo, entonces eso fue la mayor duda y claro, empezamos a pensar otros posibles finales, y por suerte se dio que Jorge fue capaz de terminarla y subirla”.
¿Cómo se vivió ese día? Me parece que logras transmitir las emociones de ambos.
“Ese momento fue increíble, muy emocionante presenciarlo. Y por suerte quedó bien, porque era algo que no se podía repetir. Me preguntaba ‘cómo grabo esto para que quede bien’, y por un lado tenía el dron volando, por otro lado tenía la cámara, y yo era el único camarógrafo. Pero es de esas cosas que cuando tienen que ser, son, y pudimos registrar todo bien, hasta incluso cuando suben la máquina y hay un plano y van caminando las ovejas, que es una imagen típica de Tierra del Fuego, hasta eso fue una coincidencia mágica. Fue intenso. Jorge estuvo trabajando un montón esa semana, hasta súper tarde, durmiendo poco. Ahí sí yo creo que él hizo un esfuerzo por tratar de terminar y que la máquina se pudiera llevar en ese último rodaje, y él después seguir arreglando detalles y continuar con el proyecto, pero que la película pudiera terminarse con esa secuencia”.
Ahí, lo que vemos en una emoción contenida, con Toto sacando muchas fotos, que parece ser la expresión de lo orgulloso que se siente. Pero pareciera que hay algo que no quiere dejar salir.
“Sí, total. Por un lado estaba feliz, pero lo que yo siempre pensaba es que Toto ha trabajado solo toda la vida, y con la máquina ya no va a trabajar más solo. Es como pasar la posta. Es como decir ‘ya no soy el jefe, ahora el jefe es mi hijo’, ¿cachái? Entonces, me imagino que quizás internamente estaba viviendo esas emociones o pensamientos. También el agotamiento, el cansancio. Como te dije, esa semana fue de mucho trabajo. Toto también estaba preocupado de que fuese a pasar un accidente. También había una tensión emocional muy fuerte y que él la expresaba de esa forma, una alegría contenida, una pequeña sonrisa, y el tema del registro fotográfico, estuvo todo el día sacando fotos”.
¿Y sabes si después él continuó con su trabajo duro, sacando oro él mismo, o si se ocupa solo la máquina?
“Sí, es como combinado. Toto sigue trabajando en la mina como siempre, y Jorge sigue haciendo muchas cosas, entre jinetear… La otra vez se había roto la rodilla, en el invierno, que nieva y no pueden hacer nada. Pero ahora que estuvimos juntos en el estreno, en Porvenir, me contaba que este verano quiere dedicarle más tiempo y tratar de echar a andar el proyecto más aún. De momento ha seguido afinando la máquina, probando cosas, pero no es que hayan pasado toda una temporada trabajando con ella”.
Muchas gracias por la entrevista, Alfredo. Para concluir, ¿me puedes contar por qué decides grabar en Tierra del Fuego en primer lugar?
“Bueno, tenía la curiosidad de conocer las zonas australes del país. También estaba leyendo a Francisco Coloane en ese tiempo. Varios cuentos suyos sucedían en la región de Magallanes y específicamente bueno, en Tierra del Fuego, la zona del Cabo de Hornos. Entonces, yo estaba estudiando cine, ya pensando en hacer películas de ficción, pero esa curiosidad por conocer esos lugares me llevó a pensar proyectos documentales que me permitiesen acercarme a esos territorios. Ahí, el primer proyecto fue algo más tipo “Al sur del mundo”, casi como un reportaje de rescate de historias. Y tenía que ver como con los faros en la región de Magallanes , que está lleno. Y bueno, naturalmente una cosa lleva a otra y fui conociendo nuevas gentes, nuevas historias y. Y cuando estás fascinado por un territorio y su historia, vas empezando a inventar cosas para poder seguir estando ahí”.
Para conocer más sobre el trabajo de Alfredo Pourailly, te invitamos a visitar postalesdehielo.com, donde el director, en conjunto con Cristian Donoso, muestran los resultados de un proyecto sobre la transformación del paisaje en la Patagonia Austral, que fue financiado, entre otras organizaciones, por The Explorers Club, del que el cineasta es miembro.