Los lectores somos personas con hábitos insospechados, procedemos a abrir el libro (o el dispositivo digital) como si de un ritual se tratara, con complementos que nos hacen la experiencia más placentera si cabe. Junto a la luz de una vela, en un sillón al que le hemos asignado su función de espacio de lectura o degustando una taza de té, infusión o café. Soy de las que escogen esto último, no hay nada como una bebida caliente en temporada de frío o una helada en verano para que el leer sea ese momento de evasión completa.
El que el café sea mi bebida predilecta en los instantes dedicados a la lectura hizo que el presente libro se topara con mi lista tras haber llamado mi atención en la estantería de una librería, y después recibiera solo recomendaciones positivas tanto por parte de amigos como por redes sociales. Y agradezco que así fuera, pues Antes de que se enfríe el café ha sido una obra que, a pesar de su corta extensión, no ha pasado desapercibida.
Del teatro a la literatura mundial
Esta obra, escrita por el dramaturgo y guionista Toshikazu Kawaguchi, fue originalmente publicada en 2015 en japonés, pero gracias a su traducción en inglés y en otros idiomas posteriormente ha cautivado a millones de lectores de todo el mundo, siendo también uno de los asiduos en la comunidad bookstagram.
No es para menos, sus distintas ediciones invitan con su diseño a ser compartido por su portada, que suele acompañar una mesa, un café, dos sillas y un gato. Es así lo leas en inglés, español, francés o italiano. Los textos que lo acompañan solo te lo sugieren más, con la interesante premisa de viajar en el tiempo en una cafetería de Tokio.
A pesar de lo leído en reseñas y en la cubierta, no tenía claro lo que me iba a encontrar al empezar a leer a Antes de que se enfríe el café. El relato se divide en diferentes pequeñas historias, la primera con una joven pareja como protagonista, en la que ya cautiva ese estilo minimalista y de ir al detalle en cada una de las escenas, donde se aprecia ese origen teatral de la misma obra.
Cómo saber curar el pasado
Las tres historias principales que componen Antes de que se enfríe el café tienen su principal atractivo en que son muy humanas: encontramos jóvenes cuya relación choca con las ambiciones profesionales, un matrimonio azotado por la enfermedad del Alzheimer, y una familia con conflictos que deriva en una ausencia que desvela lo que no se quería ver antes.
Unas vivencias humanas con las que se topan los personajes que les invitan a querer viajar en el tiempo para cambiar el pasado que les atormenta, ya sea por sus decisiones o por frenar el paso de la vida, pero que pronto se darán en bruces con la larga colección de condiciones que esconde la leyenda urbana de esta cafetería de Tokio en la que todo se detiene, pero la esperanza crece.
Y es que el trayecto que viven aquellos que beben el café “mágico” descubren que su meta no la van a alcanzar en un pasado que no se puede cambiar, sino en lo que queda por vivir. Por eso una de las mayores proezas de este pequeño relato es la esperanza de futuro que inyecta en el lector, al que invita a reflexionar hacia el presente y lo que vendrá, sin remordimientos. Esto en una prosa amena, una zona confort que crea que te atrapa y te hace devorar sus casi 300 páginas.
Realismo mágico asiático
La sensación que he tenido al disfrutar de Antes de que se enfríe el café es, salvando las distancias, la misma que tuve hace unos meses cuando me enfrenté a un clásico de la literatura contemporánea latinoamericana, como es Como agua para chocolate. De nuevo, otro alimento ‘fetiche’ para muchos como protagonista en el título, pero eso no es lo importante, sino esa mezcla de aspectos entre la restauración y una historia breve que se saborea.
Aquí no tenemos el drama abundante que sí que encontramos en la obra de Laura Esquivel, sino que se maquilla lo que consideramos triste con una leve sonrisa que te sacan los distintos viajes en el tiempo, que se producen con una taza de café caliente como conductora. Ese toque, como ya hemos comentado, de esperanza, así como de esa ficción “mágica” que nos invita a creer más allá.
Todo esto, en definitiva, lo hacen una lectura perfecta si se busca algo breve, pero que deje huella, así como un estilo de “autoayuda” para el alma si el lector se encuentra en una situación personal no deseable o mejorable. O no hace falta que sea así para que se nos infunde un bonito recordatorio de que, si el pasado nos atormenta, no hay nada mejor que mirar hacia el presente o el futuro para tratar de curar lo que una vez dolió.
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