Es el año 1999 y Los Bunkers dan sus primeros pasos. Mauricio Durán (46), guitarrista y compositor de la banda, entre otros roles, acaba de sufrir un ataque de pánico y está sentado frente al doctor, quien le propone pensar en qué le gustaría estar haciendo, si pudiera elegir cualquier cosa: “Estaría arriba de un escenario, con mis amigos, tocando para un montón de gente”, responde. Esta anécdota, narrada por Durán cerca del final de Canción para mañana (Editorial Planeta, 2022), es una de tantas donde es difícil no emocionarse, o al menos sonreír. Claro, sabemos que el músico no solo logró su cometido, sino que lo hizo múltiples veces. Y lo va a seguir haciendo: de hecho, se acaba de confirmar el multitudinario concierto que darán Los Bunkers, reunidos desde el año pasado, en el Estadio Nacional de Santiago el 27 de abril de 2024.
Pero el estatus estelar del que goza hoy la banda de Mauricio y Francisco Durán, Mauricio Basualto, Álvaro y Gonzalo López, que los llevará a girar por buena parte de América y España, no solo se compone de momentos dulces y sueños cumplidos. Está, más bien, lleno de esfuerzo, obstáculos, emoción y, en menor medida, conflicto. El mayor de los Durán, en un ejercicio de honestidad que se agradece, nos cuenta todas estas fases en detalle. ¿Nos lo cuenta todo todo? La incógnita es casi irrelevante. Lo que relata el guitarrista es valiosísimo para cualquier interesado en la música chilena, y especialmente para los fanáticos y seguidores de Los Bunkers –me declaro parte de este bando–. Y lo hace desde la narración en primera persona, que pone de manifiesto que esta es la historia del grupo desde sus ojos, sus recuerdos y sentimientos. Podemos apostar que si alguno de los López, o incluso su hermano, escribiera sobre los mismos sucesos, el resultado sería distinto.
Por supuesto, una pieza clave de este relato es la música. Las páginas de Canción para mañana están cargadas de sonidos, notas musicales, canciones y álbumes antiguos, por lo que se recomienda tener el Spotify abierto y los audífonos bien cargados. El acceso que Durán nos entrega al proceso creativo detrás de temas como “El detenido” –en cuyo título intervino de manera relevante un taxista metiche–, “Miño”, “Las cosas que cambié y dejé por ti”, “Llueve sobre la ciudad” y “Abril”, entre muchísimos otros, nos permite volver a entenderlos y valorarlos bajo una nueva capa de luz. Por ejemplo, revela que el sonido del bombo de la batería en “Abril” –¡qué linda canción!– está reforzado con los latidos del corazón de los bebés todavía sin nacer de tres integrantes del grupo. Y que “Bailando solo”, el último gran hit de Los Bunkers hasta ahora, con el que descubrimos los mejores pasos de Álvaro López, habla de la experiencia de consumir éxtasis.
Eso en cuanto a la obra de la banda chilena. Pero también hay muchas referencias a la música de otras agrupaciones. Destacan las menciones a The Kinks, los genios detrás de “You Really Got Me”, cuya influencia llega al punto de que la “k” en Bunkers les hace referencia. A Silvio Rodríguez, por supuesto, quien les dio su bendición en un detallado correo para lanzar el álbum “Música libre”. A los británicos de T. Rex, cuya música influyó especialmente en “Si todo esto es lo que hay”. A The Beatles y a grandes de la música chilena que tuvieron un impacto directo en el grupo, como Violeta Parra, Jorge González y Álvaro Henríquez. Las anécdotas que narran la generosidad de la voz principal de Los Prisioneros en Ciudad de México con los artistas chilenos, y los detalles del profundo impacto del líder de Los Tres en Los Bunkers cuando aún buscaban consolidarse resultan fascinantes. Destaca también la descripción de las noches de carrete junto a Charly García en Ñuñoa, y junto al bajista de The Smiths, Andy Rourke, en México, donde se percibe lo increíble que fue para Durán compartir con estos rockstars.
Otro aspecto muy presente en Canción para mañana, y tan interesante como el musical, es el íntimo. Durán no rehuye de los detalles de sus quiebres e ilusiones amorosas, de los líos económicos con más de un manager, ni de las dificultades que derivaron en la separación de Los Bunkers. Lo interesante es que esta información está ahí no de manera gratuita ni como estrategia comercial, sino para ayudarnos a entender momentos musicales del grupo.
Por ejemplo, Durán aclara que para comprender el tono pesimista del álbum “La velocidad de la luz”, expresado en temas como “Desperdíciame”, “Sur” y “Si estás pensando mal de mí”, tenemos que situarnos en México, en un contexto en el que los miembros de la banda sintieron el peso de estar lejos de su círculo más cercano, de tener que resolver problemas de plata y de distribución del disco, y finalmente de perder la buena onda que los ayudó a llegar tan lejos.
Es grato enterarse de los problemas del grupo desde un futuro donde Los Bunkers están más vivos que nunca, con cuatro canciones recién lanzadas –“Rey”, “Bajo los árboles”, “Calles de Talcahuano” e “Infiel”– y una gran gira internacional en el horizonte. Tampoco nos podemos quejar. Gracias al quiebre conocimos a Pillanes, Lanza Internacional y López, grupos que integraron distintos miembros de la banda sureña y que llenaron, de alguna manera, el espacio que estos habían dejado. Canción para mañana, editado por el reconocido escritor chileno Alejandro Zambra, es un imperdible para cualquier interesado en la música chilena. Incluso, su narración es tan efectiva que queda abierta la duda de si Mauricio Durán, quien también es periodista, seguirá publicando en el futuro, y no necesariamente refiriéndose a su banda. Su manejo de lo musical, lo íntimo, lo emotivo –destaca aquí la única ocasión en que, por cosas del azar, vio como espectador a Los Bunkers tocando en vivo– y el humor –los apodos puestos por los Chancho en piedra son geniales– comprueban que como narrador, igual que como músico, le queda mucho por decir.
Crédito de la foto principal: Rubén Marquéz