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La serie protagonizada por Jeremy Allen White brindó una nueva entrega cargada de emociones, suspenso y respuestas que se cocinaron a fuego lento, alejándose definitivamente del ritmo frenético con que la conocimos.

No era una temporada cualquiera para The Bear. La tibia recepción que obtuvo la entrega previa planteó dudas de si al show le quedaba aire creativo, por lo que las señales que enviaran los nuevos episodios eran claves. Y la serie protagonizada por Jeremy Allen White, Ayo Edebiri y Ebon Moss-Bachrach estuvo a la altura, respondiendo las preguntas que estaban abiertas hace un buen rato y abriendo nuevas interrogantes que no demoraron en llevar a la confirmación de una quinta temporada.

La estrella del show
El cambio de mando se veía venir y demoró un poco más de lo debido. Finalmente, Sydney (Edebiri) recibió el trato de MVP que venía pidiendo y la lucha por quedarse con sus servicios culinarios no tuvo nada que envidiarles a las batallas por los fichajes futboleros. ¿Se va con Adam Shapiro? ¿Se queda con la familia de nuestro querido The Bear? La respuesta llega en el epílogo de la temporada y no decepciona, ya que parece alinearse con los sentimientos más profundos del personaje.

El nuevo Carmy
Lo conocíamos en su ritmo más apabullante, liderando a su equipo de chefs en la cocina, y también en su versión más apaciguada, hundiéndose en su mundo interior y en los traumas de antaño. En esta temporada, el principal cocinero de The Bear busca decididamente un giro en su vida, lo que se manifiesta tanto en la cocina, donde se abre a frenar algunas de sus mayores convicciones, como en su vida personal, aceptando su amor por Claire (Molly Gordon) y saldando deudas con otros personajes, como Richie (Moss-Bachrach) y su madre (Jamie Lee Curtis), aunque lo haga a su manera. La revelación de Carmy en el último episodio también apunta en esa dirección, y deja el terreno listo para que la historia tome nuevos rumbos.

 

Un 10 en suspenso y emoción
En esta entrega la cocina de The Bear volvió a tener la soga al cuello desde el inicio. ¿Podrá sobrevivir el restaurante? ¿Cómo superar la tibia crítica del Chicago Tribune? ¿Se podrá sostener la presión de un menú que cambia día a día? Las soluciones van apareciendo con el paso de los capítulos, pero sin que el manto de duda desaparezca por completo, dado que Jimmy, tío de Carmy y principal inversor del restaurante, espera ganar dinero y no solo subsistir.

Por otro lado, en cuanto a desarrollo de las emociones esta es la temporada más lograda. El camino por el que Christopher Storer, creador del show, nos ha llevado ha generado una conexión profunda con los personajes, la que hace que podamos sentir con ellos, tanto en sus momentos duros como en los felices. Por ejemplo, la escena en que le cumplen un deseo a una familia que va a comer a The Bear lanzando nieve artificial en el capítulo 3; los tiernos momentos con Sophie, la pequeña hija de Sugar (Aby Elliott); o la reunión de los personajes bajo la mesa en el matrimonio de Tiff en el episodio 7, para transmitirle seguridad a la pequeña Eva, son tres joyitas para disfrutar. Y hay varias más.

Mucho ruido
Que los días más frenéticos del show hayan quedado atrás no significa que la sensación de caos esté completamente fuera del radar. El problema es que ya no llegamos a ella a través de secuencias de planos breves o de los distintos elementos de la cocina, sino que principalmente a través de gritos. Y sí, crean caos, pero no siempre se sienten naturales. El peor ejemplo son las muchas ocasiones en que dos personajes se gritan al mismo tiempo y no se detienen por unos buenos segundos (¿se acuerdan de El Chavo del 8?), un recurso que parece más destinado a dar con un tono cómico –de lo poco que justifica su categoría de Comedia para los premios–, pero que por gastado ha perdido su efecto. El infantil conflicto entre Sugar y Francie (Brie Larson), que explota en el episodio 7, es quizás el mayor ejemplo de esta fórmula.

La cuarta temporada de The Bear está disponible en Disney+ en Latinoamérica y Hulu en los Estados Unidos.

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